En los capítulos anteriores, hemos discutido cómo debe ser nuestra actitud frente a la ansiedad y cuál es el enfoque correcto que debemos utilizar para vencerla. Sin embargo, ahora tenemos que entender cuál es su motor y dónde se originan los diversos síntomas que la caracterizan.

En primer lugar, debemos reconocer que la ansiedad no es intrínsecamente negativa. En realidad, cada experiencia de nuestra vida posee un cierto nivel de ansiedad. Algunas situaciones generan un nivel bajo, y otras producen una ansiedad elevada. Pero no siempre es destructiva. De hecho, quiero demostrar cómo, en ciertas ocasiones, faculta al individuo a descubrir un inmenso potencial que yace en lo más profundo de su ser.

Sucedió cuando yo tenía siete años. Mi hermano y yo nos encontrábamos un domingo a la tarde en el parque jugando fútbol con nuestro grupo de amigos. Yo siempre fui aficionado a ese deporte y mi posición preferida era la de portero. Ese día, mientras protegía la portería, me surgió un pensamiento: “Al próximo jugador que se acerque al arco, le voy a cometer una falta para que cobre un “penal” y así demostraré mi destreza como portero”. Lamentablemente, las cosas no se dieron como yo esperaba. El jugador que venía con la pelota era mi hermano menor, yo me acerqué lo más que pude y, tal como lo había planeado en mi mente, le infringí una falta. Todo ocurrió con mucha velocidad, y yo no me percaté de la gravedad de mis actos.

Hasta el día de hoy, resuena en mis tímpanos el grito desgarrador de mi hermano cuando vio su brazo izquierdo pendiendo de la piel y su cúbito fragmentado en dos partes. Aquella imagen continúa indeleble en mi memoria.

Ese parque estaba ubicado a dos calles de la casa de mis tíos, donde mis padres estaban pasando el rato. Recuerdo que sin titubear, alcé a mi hermano y lo llevé en brazos hasta ahí. Recorrí esas dos calles como si fueran tres pasos. Al llegar, mi hermano fue trasladado de urgencias al centro de salud más cercano y luego de varias operaciones lograron reacomodarle el brazo.

Una vez que regresó a casa sano y salvo, todos empezaron a cuestionar los hechos: “¿Cómo es posible que Gabriel, un niño de tan solo siete años de edad, haya logrado cargar a su hermano de seis años por dos calles con tal facilidad?”. En ese mismo momento, mi hermana de tan solo cinco años, asombrada con mi heroica muestra de coraje y fortaleza, me pidió que la alzara, más no logré hacerlo.

La ansiedad natural es efectiva y nos permite responder mejor a las circunstancias. Sin embargo, la ansiedad infundada nos ocasiona parálisis e inestabilidad emocional. Cuando tuve oportunidad de reflexionar acerca de lo sucedido, entendí que en el instante en que una persona se enfrenta a un desafío, surgen de su interior fuerzas que ella misma ignoraba tener.

Considero que es fundamental distinguir entre dos categorías de ansiedad. Una es la “ansiedad natural”; la otra es la “ansiedad infundada”.

La ansiedad natural es la respuesta normal y espontánea frente a los estímulos que se presentan. Si una persona está escapando de un león, entonces, su ansiedad natural se encarga de acelerar su ritmo cardíaco, lo que le faculta correr más rápido; además, provoca que se agudicen sus sentidos que son los que facilitan la huida. La ansiedad infundada, como su nombre lo indica, es injustificada. Sería como el caso de aquel que imagina que lo está persiguiendo un león y su organismo reacciona en correspondencia. Ese individuo comienza a generar palpitaciones, sus sentidos se agudizan, pero la gran diferencia es que el león no existe. Por lo tanto, el grado de ansiedad nunca disminuye. En esos casos, la persona que padece de ansiedad infundada no reconoce que el león es ficticio y que su interpretación de la realidad está distorsionada.

Pero ¿qué es lo que permite que surja la ansiedad infundada? Muy probablemente se trata de la validez que le atribuimos a nuestros pensamientos negativos. Cuando un mal pensamiento aparece en nuestra mente, somos nosotros quienes decidimos su veracidad y objetividad. Lo positivo de la ansiedad natural radica en que es realista. El problema de la ansiedad infundada es precisamente que la realidad no justifica que estemos ansiosos y, por consiguiente, los cambios que se producen en nuestro organismo son en vano. La aceptación de esos pensamientos y nuestro convencimiento de que representan una amenaza real son la causa de que la ansiedad crezca sin moderación y deje de ser una respuesta ocasional para convertirse en un estado constante.

En la sabiduría jasídica, se menciona el concepto de Dáat. Se ha traducido al español como ‘comprensión’. Sin embargo, esta facultad intelectual representa la aptitud de fusionar nuestro intelecto con una idea específica y de unirnos íntimamente con ese concepto, a tal grado que se producen sentimientos correspondientes.

En otras palabras, cuando meditamos con profundidad en una idea y nos vinculamos a ella con todo nuestro ser fijando toda nuestra atención en ese concepto, es inevitable que emerjan sentimientos acordes a la naturaleza de la idea en cuestión. Si se trata de una idea acogedora y positiva, esa contemplación produce sentimientos de amor y aprecio. Si el tema en cuestión está relacionado con el peligro, entonces, surgen emociones de temor y distanciamiento. Es por esta razón que, en el Sagrado Libro del Zohar, al Dáat se lo denomina “La llave que incorpora seis”. Pues existen seis atributos emocionales que forjan nuestra relación con el Creador, y el Dáat es la llave de esas emociones. Al relacionarnos íntimamente con un concepto y ligar nuestro intelecto a él, sin dudas, producimos diferentes emociones, que son las que le proporcionan vitalidad y fervor a nuestra relación con el Santo Bendito Sea.

Sin embargo, el Dáat puede ser incentivado, también, por nuestra mala inclinación. Como por ejemplo, cuando introducimos en nuestra mente pensamientos obsesivos acerca de cuestiones alarmantes y centramos toda nuestra atención en ellos. Esta mala tendencia consigue sembrar tristeza y preocupación en el corazón y después se aprovecha de esa debilidad emocional para hacernos caer en depresión y drenarnos de vitalidad. De esa manera, evita que cumplamos nuestra labor en este mundo.

Quisiera mostrarte con mayor claridad el papel del Dáat en nuestra vida y cómo la mala utilización de esta poderosa herramienta puede desencadenar problemas muy serios:

Se cuenta la historia de un hombre que deseaba alcanzar iluminación espiritual. Cansado del trajinar cotidiano y de las preocupaciones triviales, decidió viajar al lejano Oriente para comenzar una búsqueda hacia su verdadero ser interior.

Al principio, se dedicó persistentemente a trascender su ego. Día a día, se esforzaba por colaborar con las personas de su entorno en todo lo que fuera necesario. Sin embargo, a pesar de su veloz ascenso espiritual y la consiguiente paz interior que estaba logrando, este hombre poseía en su corazón un temor muy agudo. Por razones inexplicables, sufría de un miedo atroz a ser mordido por una especie muy venenosa de culebra. Aunque no era objetivo preocuparse por algo tan inusual, él vivía con ese pánico oculto.

Cierto día estaba caminando en dirección a su hogar cuando de repente sintió una mordida. Temiendo lo peor, se apresuró a matar a la culebra con su zapato. En forma inmediata, comenzó a desenvolverse su ansiedad: “¿Cómo es posible que me haya ocurrido esta desgracia? ¡Yo, un hombre de buen corazón, entregado a ayudar a mis semejantes, cómo puede Di-s hacerme esto!”. Los pensamientos se desataron sin pausa. “Siento que el veneno está penetrando en mis venas, puedo percibir que mi corazón está latiendo muy rápido, estoy sudando demasiado”; y en pocos segundos, se desmayó.

Un automóvil que pasaba por allí, al ver al hombre tirado en el suelo, rápidamente, lo levantó y lo llevó a la sala de urgencias del hospital más cercano. Sin embargo, mientras los doctores se preparaban para tratarlo, el hombre falleció.

Los doctores decidieron investigar el caso de todas formas y, para su enorme sorpresa, descubrieron que no había veneno en la sangre de este hombre. La culebra que lo había mordido no era letal.

Más tarde, se comprobó que fue su ansiedad y su obsesión lo que envenenó su organismo, y no la culebra.

Esta historia nos demuestra el poder del Dáat cuando es explotado por la mala inclinación. El hecho de obsesionarnos con una idea y de asegurarnos de que es real la convierte en nuestra realidad, y puede verdaderamente acabar con nosotros.

El problema es que nosotros nos detenemos en un detalle de una situación y nos centramos en él con lentes de aumento, ignoramos la totalidad y deducimos que ese único fragmento define toda nuestra existencia.

La solución radica en remover nuestro Dáat. Si el problema comienza cuando se lo afirma en cuestiones negativas, entonces, la manera de rectificar el daño es removiéndolo. Los maestros jasídicos denominan esta actitud “Eisej HaDáat”, que significa ‘Remover el Dáat’.

Estamos acostumbrados a la idea de que somos unidimensionales, sin embargo, la realidad es que poseemos una fragmentación interior. Según lo enseña la sabiduría esotérica, tenemos dos almas.

Una de ellas es “una porción de Di-s de lo Alto”, es la fuente y raíz de nuestra aspiración por reunirnos con el Ser Divino. La otra representa los caprichos del ego, la inclinación y la voluntad de solo proveerse de satisfacciones y provechos personales; su carácter natural es correr detrás del materialismo, como un animal, cuyos intereses son solo comer, dormir y saciar sus necesidades físicas. Sin embargo, como la persona, posee inteligencia, pero utiliza su intelecto para satisfacer sus deseos e inventar estrategias a fin de aumentar su honor y grandeza. Cuando algo importante se le es requerido, se justifica con toda clase de argumentos.

En presencia de esta división interna, muchos de los pensamientos y sentimientos que tenemos, no se originan en nuestro ser verdadero, sino en la perspectiva distorsionada del alma animal. Por esto, es fundamental entender que esos pensamientos no nos pertenecen, no son propios.

El Alter Rebe lo compara, a modo de analogía, con un individuo que intenta concentrarse en su plegaria y mientras tanto hay alguien tratando de distraerlo. De la misma manera, declara Rabí Shneur Zalman, la persona debe saber que no es ella la que piensa los malos pensamientos. Cuando reconocemos que son extraños a nosotros y que no describen nuestra posición actual, ese mismo descubrimiento facilita la tarea de ignorarlos.

Hace un par de años, vino a verme una persona. Samuel estaba sufriendo hacía varios meses de una fuerte ansiedad. Padecía de diversos síntomas, pero el que más le aterraba era el temor a desmayarse súbitamente. Lo más grave era que este miedo le surgía cuando manejaba su automóvil. Como era una persona familiarizada con las doctrinas del Jasidismo, comenzó a indagar en los textos en busca de una respuesta. Encontró que grandes maestros jasídicos, como el Baal Shem Tov, ya habían dejado instrucciones claras para aquellos que sufrían de problemas similares al suyo.

La enseñanza básica con la que Samuel se había topado indica que la persona debe comenzar a cantar y bailar, como si su corazón rebosara de alegría. Si el individuo argumentaba que no sentía ganas de hacerlo, los sabios le exhortaban que bailara de todas maneras y le prometían que si se comportaba como si estuviera feliz, la felicidad emergería por sí sola y la ansiedad se desvanecería.

Consciente de la inmensa y profunda sabiduría de ellos, Samuel optó por poner en práctica esta estrategia. Al principio, no fue nada sencillo, pero fue perseverante y, con el tiempo, empezó a darse cuenta cómo su ansiedad iba desapareciendo y, al mismo tiempo, su alegría crecía de manera exponencial cada día que pasaba.

Otra forma de lograr remover el Dáat es a partir de concentrarse en temas de la Torá. Es indispensable que, preferiblemente a la mañana al iniciar su día y al anochecer, la persona dedique un tiempo diario para estudiar versículos de la sección semanal de la Torá junto con algunos textos de los comentaristas. Al acostumbrarse a introducir en su vida la luz pura y transparente de la sagrada Torá, su corazón será purgado de todo sentimiento negativo, y la santidad de este estudio le traerá una enorme paz interior y una verdadera sensación de bienestar.

Ejercicio 3

Objetivo: Colmar la mente con cuestiones santas y positivas. Actividad: Elige un tema de la Torá que te entusiasme y estúdialo a diario. Para ello, fija un momento determinado del día, un momento en el que te entregues por completo. Reserva un espacio de tranquilidad para que puedas concentrarte. Registra tus aprendizajes