Hay una idea errónea que Purim es la fiesta del descontrol y eso puede tener un efecto negativo en la educación de los hijos, en nuestra propia personalidad.

Me gustaría explicar este tema, pero antes introduciendo una idea central del judaísmo o por lo menos de la filosofía jasídica.

Todas las mitzvot, preceptos y mandamientos comparten un objetivo en común, controlar la impulsividad, darnos autocontrol, tomar decisiones conscientes y no solo reaccionar a las situaciones que la vida nos presenta.

Algunos ejemplos:

· La alimentación kosher nos permite entender que no todo lo que está en el mundo es accesible para nuestro uso, hay cosas que sí y hay cosas que no.

· La pureza familiar y el cuidado de la mitzvá de mikve, nos educa a controlar nuestra impulsividad sexual, hay días que sí y hay días que no.

· El shabat nos ayuda a controlar nuestra adicción al trabajo y la productividad, no todos los días debemos estar haciendo algo, aprendemos a conectarnos con nuestra interior y aprendemos a frenar.

Podríamos seguir con todas las mitzvot, pero esta muestra sirve para darnos una idea. Ahora volvamos a Purim.

En Purim está la costumbre que nos dice el Talmud: “Uno debe bebe alcohol hasta perder la noción de la diferencia entre Haman y Mordejai”, una invitación al exceso y al descontrol.

A los niños todo el año le decimos que en el templo no se debe hacer ruido, en Purim les damos matracas y silbatos para que hagan ruido. Les enseñamos a no comer tantos dulces y en Purim se abarrotan con dulces.

Esto parece ser contrario a darnos herramientas para controlar al “animalito salvaje” que vive dentro nuestro, pero creo que es justamente parte del mismo patrón.

Si uno le dice a un niño, nunca jamás podrás tocar ese dulce, se obsesionará con eso y finalmente lo tomará sin permiso. Si le decimos, lo podrás comer en Shabat o en Purim, la obsesión y el autocontrol es mucho más manejable.

En la víspera de Purim ayunamos, y a diferencia de los demás ayunos incluso Iom Kipur, esperamos hasta escuchar la Meguilá para comer. Autocontrol, en el máximo nivel.

Durante el día de Purim debemos levantarnos temprano a escuchar la meguilá, asegurarnos que los pobres y los necesitados tengan lo que necesitan, regalar a nuestros amigos y familiares alimentos y regalos, recién ahí nos sentamos al banquete y descorchamos nuestra bebida favorita.

No veo descontrol, sino todo lo contrario, en Purim aprendemos a manejar (en teoría) nuestros impulsos mejor que en Iom Kipur.