Puede ser que usted haya oído el viejo dicho: “las preguntas tontas no existen”. ¿Realmente quiere plantear una? La mayoría de las personas no quieren quedar en situación embarazosa. Si creen que hay una pregunta sobre la que ya deberían saber la respuesta, usualmente no la plantean, o tal vez, simplemente no se les ocurre hacerla: ¿Qué es exactamente un jasid?

La mayoría de los judíos, sin importar su nivel de educación, han oído los términos jasid o jasídico. Recientemente visitaba a un amigo en el este y mientras estaba allí se planteó el tema. Trataba de explicar a otro amigo qué era un jasid.

-“Los jasídicos son los que usan sobretodo negro y barba”.

-“No, no, no. Todos los ortodoxos usan sobretodo negro y barba. Los jasídicos son los que usan los sombreros de ala ancha”.

-“No, todos usan esos sombreros...”

Fueron para aquí y para allá por un rato. Era como un sketch de Laurel y Hardy, que al principio divirtió, pero que hizo que me preguntara si yo mismo sabía lo que era un jasid. Así que decidí investigar.

Recordé vagamente haber visto en alguna parte el término jasid, en un libro de antaño; antes incluso de que hubiera un “Movimiento jasídico” en Europa Oriental. Me había picado la curiosidad, pero de esa manera vaga, perezosa, cuando hay algo que no está del todo bien pero que uno no va a dejar lo que está haciendo para aclararlo enseguida. Pero ahora que el asunto había vuelto a aparecer, decidí volver a ello. Resultó que había visto la palabra en Pirkei Avot o “Ética de los Padres”. Pirkei Avot es un libro de declaraciones muy breves y sentenciosas pero bastante profundas, escrito por los Rabinos de la era talmúdica. La primera vez que lo leí me recordó a algo salido del “Tao Te Ching” de Lao Tzu, o del “Almanaque del Pobre Ricardo” de Benjamin Franklin. Me encantó. Se le llama libro, pero en total tiene apenas 25 páginas, 6 capítulos de unas 4 páginas cada uno. Cada capítulo contiene un poco más de una docena de pequeños trozos de sabiduría tan profunda que uno podría reflexionar sobre ello por el resto de la vida. Mucha gente lo hace.

Sea como sea, el quinto dicho del segundo capítulo de Pirkei Avot incluye la declaración: “un patán no puede temer al pecado, y un ignorante no puede ser un jasid“. En la traducción inglesa, entre paréntesis después de la palabra jasid dice: «uno que hace más que lo que la letra de la ley exige». Ahí está. Quedé asombrado. Mi amigo y su amigo podían discutir todo el día acerca de sombreros, sobretodos y barbas. Usted y yo podemos ser más filosóficos, pero tampoco llegar al meollo del asunto. Sin embargo, nuestros sabios no desperdiciaron palabras. Un jasid es simplemente alguien que hace más que lo que tiene que hacer, alguien que va un metro más allá, un metro extra.

Hay que admirar a esos tipos del Talmud, son claros y directos. Ni una sílaba desperdiciada. ¡Cómo desearía ser así! De todas formas leerlo me llenó de entusiasmo porque me hizo recordar otra cosa que una vez oí decir a un Rabino de Jabad. Dijo que hay muchas mitzvot que uno puede hacer que son básicamente entre uno y D-os: ponerse tefilín, encender las velas de Shabat, etc. Son mitzvot que infunden respeto y que uno debería cumplir. Pero, continuó, ¿qué puede hacer uno que realmente entusiasme a D-os? Suponga que un amigo le di­ce que tiene el corazón destrozado porque a su hijo pequeño le acaban de diagnos­ticar una incapacidad auditiva y está teniendo muchas dificultades para aprender a leer. Usted podría dar a su amigo un pedazo de torta, y eso estaría bien. Pero si usted pudiera encontrar al tutor adecuado o programa de lectura que ayude al hijo de su amigo, eso es lo que él realmente necesitaría. Podría ahorrarle interminables penas. Eso es ir el metro extra.

El punto es que si usted quiere hacer feliz a D-os, sea bueno con sus hijos. No diga cosas desconsideradas a las personas. No chismorree sobre ellas. Sonría de vez en cuando. Y si realmente quiere ser un jasid, ayude a un hermano que esté teniendo un problema realmente grande o muéstrele como hacer una mitzvá que nunca ha hecho antes. Eso es lo que haría un verdadero jasid.

Aún así, si al leer todo esto se le despierta un ansia de tener un sobretodo negro y un sombrero de ala ancha, vaya por ellos. Por algún lado hay que empe­zar.