A Ariel lo conocí en un Farbrenguen que hicimos con conocidos de Twitter en Raanana, entre ellos estaba su esposa Sivan, quien me lo presentó.

- Mi marido te quiere contar algo.

Al principio Ariel estaba un poco vergonzoso, pero empezó:

- Soy de Argentina, hice Alía y al poco tiempo de llegar entré a servir en el ejército. Elegí una unidad de combate y después de un duro entrenamiento, fui aceptado.

Cuando estalló la guerra del Líbano de 2006, mi unidad era la encargada de abrir el camino para el resto de los soldados, seriamos los primeros en entrar en por tierra después de la artillería pesada.

Sabíamos que en pocas horas íbamos a entrar, como es normal me invadieron los nervios.

Hablé con mis padres, pero no quería preocuparlos que no me iba a poder comunicar por unos días ya que iba al sur. Al final de la charla le dije a mi mamá que la quiero mucho y enseguida se dio cuenta que se venía algo, ya que no soy de expresar mis sentimientos muy abiertamente.

A mis hermanos les conté la verdad. Mi hermana que había hecho teshuvá hace un tiempo, me pidió:

- Por favor, ponete un tzitzit y llevá un tefilin.

Nunca me había puesto tzitzit y el tefilin me lo ponía una vez por semana como mucho. Le dije a mi hermana que era imposible, ya que yo cargaba tres lanzamisiles y no tenía espacio para nada más. Pero ella me insistió mucho y conseguí un tzitzit de un compañero religioso que estuvo gustoso de prestarme, y otro compañero accedió a llevar mis tefilin.

Entramos a Líbano un martes y después de una larga caminata nos enfrentamos con unos terroristas, pero lo pudimos resolver con rapidez. Tomamos posiciones y esperamos las próximas órdenes.

El general nos ordenó que tomáramos una ciudad cercana que tenía mucha presencia terrorista.

-Tendrán que pasar un puente, en otras batallas a sido dinamitado, antes de cruzarlo digan Kriat Shema.

Nos miramos aterrados, ya que no era un hombre religioso y eso significaba que el riesgo era alto.

- ¿Por qué no nos ponemos todos el tefilin que trajo Ariel y pedimos a Hashem volver a casa sanos y salvos?

Uno por uno les fui poniendo a todos mis compañeros los tefilin, algunos dijeron el Shema por primera vez, ya que solo uno era religioso y no era yo.

Me hacían el chiste que al liberarme del ejercito me uniría a Jabad a los puestos de colocación de Tefilin.

Cruzamos el puente dejando una distancia de dos metros entre cada uno y gracias a Dios, tuvimos éxito.

Llegamos al pueblo que estaba en la cima de una colina, sabíamos que entrabamos en una trampa, un callejón sin salida. Apenas entramos empezaron a llover balas y granadas, buscamos refugio y encontramos una pared de un metro que quedó toda agujereada. Fue un milagro que nadie quedó herido.

En un momento vi con mis propios ojos como nos tiraron un misil de bazooka que cayó a unos metros de donde estábamos, pero no explotó, estos misiles en general una vez lanzados explotan y hubiese matado a varios miembros de la unidad.

Esos minutos parecieron años para mí, me sentí cerca de la muerte. El ejército mandó unidades de refuerzo al poco tiempo. Ese día la batalla fue continua, recibí esquirlas a causa de una explosión en el cuello y en la espalda y me trasladaron en helicóptero al hospital. Lamentablemente dos soldados israelíes murieron y hubo heridos, pero de los 16 de mi unidad solo me hirieron a mí en forma leve y eso que fuimos los primeros en entrar.

A los pocos días vino el cese del fuego. Mi amigo que llevaba los tefilin me dijo que los perdió en combate, pero estoy convencido que habían cumplido su misión.

Después de 40 días de recuperación me reincorpore a mi unidad. Cuando me vio mi capitán me dijo:

- Ariel, estoy convencido que nos salvamos gracias a tu tefilin.

Desde ese día me aseguro de colocarme los tefilin a diario, a veces solo puedo decir el Shema, pero nunca dejo de colocármelos.

Cuando me despedí de Ariel, me puse a pensar que el Rebe de Lubavitch comenzó la campaña de tefilin en la guerra de los 6 días y dijo, que los enemigos de Israel temerían al ver a los soldados judíos con los tefilin, y Dios los protegería en la batalla para que vuelvan a casa.

Siempre lo escuché, pero nunca tuve una comprobación tan fehaciente.