Por lo general, cuando los hombres se reúnen alrededor de la mesa de un café, no se dedican a hablar de sus matrimonios. Es por eso que me quedó grabada la conversación que tuvimos tres amigos, estábamos hablando acerca de las alegrías de la vida matrimonial.
“Amo a mi esposa,” dijo Berl. “Es por eso que hago todo lo que ella me pide. Si me dice, ‘Berl, por favor saca la basura’, lo hago inmediatamente”.
Todos coincidimos en que Berl adora a su esposa.
Para no ser menos, dije: “Yo también hago todo lo que mi esposa me pide. En realidad, ni siquiera tiene que dejar entrever lo que desea. Basta con que comente, ‘¡Mmmm!’ ¡Qué olor que está dejando esa bolsa de basura en toda la cocina! Para que inmediatamente me dé cuenta que lo que quiere es que saque afuera la basura. Y, por supuesto, lo hago”.
Todos coincidimos en que amo a mi esposa, incluso más de lo que Berl a la suya.
Pero, al final resultó que el matrimonio de Shmerl era el más lleno de amor de todos. La esposa de Shmerl no tiene que pedirle al esposo que haga algo por ella. Ni siquiera tiene que hacer una mínima alusión. “Me despierto de mañana,” nos explicaba Shmerl, “y simplemente sé que quiere que saque la basura. O le compro un anillo de brillantes. No tiene que arrugar la nariz o mencionar el anillo que le regalaron a su prima Sara para el cumpleaños. Simplemente sé lo que quiere que haga para ella, y lo hago”.
El mes de Tishrei está repleto de mitzvot, de oportunidades para llevar a cabo la voluntad de D-os. Durante más de tres semanas en nuestras vidas hay una permanente presencia de rezos, arrepentimiento, ayuno, celebraciones, bailes, la construcción de la sucá, la compra de las Cuatro Especies (etrog, luvav, hadas y aravá) o un ramo de hoshaanot, y docenas de otras mitzvot, costumbres y observancias.
Las observancias correspondientes a Tishrei pueden ser divididas en tres categorías generales. Hay preceptos bíblicos indicados específicamente en la Torá, como lo es el hacer sonar el shofar en Rosh Hashaná, ayunar en Iom Kipur o comer en la sucá durante Sucot. También hay una cantidad de mitzvot rabínicas, observancias instituidas por los profetas y sabios, en virtud de la autoridad con la que han sido investidos por la Torá. Por ejemplo, los cinco servicios de oraciones que se llevan a cabo en Iom Kipur y la agitación de las Cuatro Especies en todos los días, con excepción del primer día de Sucot (ya que en este día de Sucot es una obligación de origen bíblico), son arraigadas costumbres rabínicas.
Y, finalmente, el mes de Tishrei tiene muchos minhaguim o costumbres, como lo son comer una manzana bañada en miel la primera noche de Rosh Hashaná o llevar a cabo la ceremonia de kaparot en las primeras horas de la mañana antes de Iom Kipur. Los minhaguim no son un mandato de la ley bíblica o rabínica, pero se mantienen por la fuerza de la costumbre: son tradiciones que los judíos hemos empezado a cumplir por voluntad propia, como formas de realzar nuestro servicio a nuestro Creador.
Lo que es más llamativo, el apogeo del mes de Tishrei, el punto en el cual nuestra celebración de nuestro vínculo con D-os alcanza la culminación misma del regocijo, es durante las hakafot de Simjat Torá, cuando abrazamos los rollos de la Torá entre nuestros brazos y bailamos con ellos alrededor de la mesa de lectura de la sinagoga, una costumbre que no es un precepto bíblico ni rabínico, simplemente una costumbre.
Porque, es con nuestra observancia de los minhaguim que expresamos la profundidad de nuestro amor hacia D-os. Los mandamientos bíblicos pueden compararse con los deseos claramente expresados entre dos personas unidas por el vínculo del matrimonio. Las mitzvot rabínicas, acerca de las cuales no recibimos las órdenes directas de D-os pero que, sin embargo, constituyen expresiones de la voluntad divina, se asemejan a los pedidos implícitos que puede haber en una pareja. Los minhaguim, no obstante, representan aquellas áreas en las que intuitivamente percibimos cómo podemos agradar a D-os. Y en ellos es que descansa nuestra mayor alegría.
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