La porción de la Torá de esta semana podría haber sido llamada "el Brit Oído alrededor del mundo".

La circuncisión realizada sobre si mismo de Abraham a la madura edad de noventa y nueve años afianzó su reputación como hombre santo y lo lanzó a una estratosfera sin precedente de dedicación y profecía. Abraham también recibió las bendiciones de Di-s para una descendencia numerosa, piadosa y poderosa.

¡Todo esto por cortar su prepucio! ¿Acaso no podía llamar al Mohel?

En el mundo hay un refrán que dice "No se puede enseñar a un viejo perro nuevos trucos". El viejo perro ya está tan acostumbrado a sus rutinas y hábitos –a comer, dormir, ladrar a medianoche y traer el palito —que usted podría enseñarle a maullar y trepar árboles como enseñarle una nueva manera de rodar, y el no aprendería.

Esto es verdad si las rutinas del viejo perro eran acertadas. ¿Por qué debe él aprender un nuevo truco?

Pero Abraham tenía una visión mayor. Él entendía que el mundo espiritual del alma es sumamente diferente al mundo de los perros y sus trucos. En el mundo del alma, no hay fin a lo bueno que puede ser logrado, a la sabiduría que puede ser aprendida o al éxito que puede ser alcanzado.

Abraham fue un retador de sus hábitos y costumbres. Cuando era un hombre joven, rompió sin ayuda los dioses falsos. Entonces dedicó su vida a propagar el monoteísmo y la moralidad, enseñando principalmente con el ejemplo de su hospitalidad y amabilidad interminable. Además, escribió libros que fueron como atlas del camino a las esferas más altas del misticismo.

Abraham tenía 99. Con todo él se vio a si mismo espiritualmente como un bebé de ocho días con todo por delante.

Todo lo que tenia que hacer era cortar una vieja capa pequeña de prepucio.