Reb Biniomin Kletzker era un maderero acaudalado. Uno de los lugares donde Reb Biniomin tenía una de sus madereras era en la costa del rio Daugava cerca de Riga, Latvia. El movimiento operativo era grande por lo que contrató un capataz para que supervise la producción. Cada tanto el capataz venía a pedir instrucciones o dar un balance de la producción.
Luego de responder las dudas del capataz, Reb Biniomin Kletzker volvía a su principal ocupación, estudiar conceptos jasidicos y meditar sobre ellos. Este desapego irritaba al capataz ya que cada vez que venía a pedir instrucciones Reb Biniomin estaba en otro mundo y tomaba un buen rato hasta que salía de su estado de trance.
Por otro lado, el capataz se calmaba pensando que Reb Binimin le pagaba muy bien y a diferencia de los demás dueños, no era insistente ni presionaba a sus trabajadores que trabajen más duro y más rápido. Por lo que todos estaban contentos.
Una vez, Reb Biniomin estaba tan abstraído de la realidad analizando un concepto jasidico, que les tomó cinco horas a sus empleados lograr hacerlo prestar atención.
- ¿Qué necesitan ahora? Preguntó Reb Biniomin cuando finalmente volvió en sí.
- Queremos volver a trabajar, pero no sabemos qué quieres que hagamos ahora.
- Estaré con ustedes en unos minutos – respondió Reb Biniomin, y volvió a sus pensamientos. Los empleados estaban furiosos, se había perdido casi un día de trabajo.
- ¿Por qué se sorprenden tanto? – les dijo Reb Biniomin - ¿Nunca pasa que uno está en medio de las plegarias y un pensamiento foráneo se instala en su mente? Cuando esto ocurre nadie se sorprende. Pero, cuando uno está en el medio de una transacción comercial para vender madera y sus pensamientos se escapan a pensar en Di-s, de repente, todos están sorprendidos. Bueno, yo creo exactamente lo opuesto.
Cuando este incidente llego a los oídos del Rebe Rashab él les dijo, “El Alter Rebe dijo sobre esto “el cumple la mitzvá de Bejol derajeja daehu”
(Toras Shalom, pp 6-7)
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