Junto a las tumbas de los jajamim (rabinos) enterrados en Fez, Marruecos, se encuentra la tumba de Sulika Hasadeket ("Sulika, la justa", también conocida como Soulika o Sol), una joven asesinada por las autoridades musulmanas.
¿Quién es Sulika y por qué se ganó su lugar de descanso eterno entre los jajamim? Alrededor del año 1830, la familia Hachuel vivía en Tánger. Sulika, la hija de Jaim y Simja, era muy hermosa y notablemente modesta. Se hizo muy conocida entre los judíos de Tánger por su jesed (actos de bondad) y su buen corazón. Jaim era comerciante, pero también estudioso de la Torá, incluso dictaba clases de Torá en su casa.
Un día, un joven vecino musulmán, miembro de una de las familias más ricas y poderosas de la ciudad, vio a Sulika y deseó casarse con ella. El padre del joven amenazó a la familia de Sulika que si no permitían que Sulika se convirtiera al islam y se casara con su hijo, se vengaría de ellos. Presa del miedo, la familia le ordenó a Sulika que se escondiera en la casa de unos amigos.
Poco tiempo después, soldados llegaron a la casa de los Hachuel para arrestar a Sulika. Pero no encontraron a la jovencita, en su lugar arrestaron a la madre y la mantuvieron en prisión hasta que encontraran a Sulika.
Al enterarse de lo sucedido a su madre, Sulika se entregó de inmediato a las autoridades, quienes la llevaron ante un juez musulmán. El vecino la acusó de haberse convertido al islam y de querer volver al judaísmo, delito punible con la muerte según la ley islámica.
El tribunal le ordenó a Sulika que volviera al islam o se enfrentaría a la ejecución. Pero Sulika se mantuvo desafiante: “Nací judía y judía moriré”, proclamó con orgullo, preparada para morir al kidush Hashem (“para la santificación del nombre de Di-s”). El juez estaba furioso y amenazó con torturarla.
Sulika respondió: “Soportaré el peso de tus cadenas, daré mis miembros para que las bestias salvajes los desgarren en pedazos. Pero me reiré de tu indignación y de la ira de tu profeta. ¡Ya que ni él ni tú han podido vencer a una mujer débil!”
La enviaron a un calabozo sin luz con un collar de hierro en el cuello y cadenas en manos y pies. Entonces decidieron enviarla al sultán para que decidiera su destino.
Los jajamim de Fez admiraban la fe de Sulika. Pero el juez del sultán les ordenó conseguir una confesión de la joven admitiendo que se había convertido al islam.
Los jajamim hablaron con Sulika y le explicaron que todos los judíos de Marruecos estaban en peligro si las autoridades no obtenían lo que querían.
Sulika respondió que mantendría su compromiso con el judaísmo hasta el final y los jajamim se regocijaron en sus corazones.
En las etapas finales del juicio, uno de los hijos del sultán vio a Sulika y cautivado por su belleza le hizo una generosa oferta. Si aceptaba convertirse al Islam y casarse con él, salvaría su vida y además viviría con riqueza y honor.
Sin dudarlo, Sulika rechazó la oferta y le dijo que no podía traicionar a Hashem .
A pesar del rechazo inicial, el príncipe intentó convencerla una vez más, pero Sulika se mantuvo firme en su decisión. Su destino quedó sellado y el príncipe ordenó su ejecución inmediata.
Antes que la mataran, el verdugo le ofreció una última oportunidad de convertirse. Sulika se mantuvo firme: “¡No me hagas demorarme, decapítame de inmediato, porque muriendo como lo hago, inocente de cualquier crimen, el Di-s de Abraham vengará mi muerte!”
Fuentes:
Eugenio María Romero. El martirio de la joven Hachuel o la heroína Hebrea , Gibraltar, Imprinta Militar, 1837, publicado como traducción anónima al inglés, Jewish Heroine of the Nineteenth Century: A Tale Founded on Fact , Londres, 1839; Malje Rabanan por el rabino Iosef Benaim; Netivot Hamarav por el rabino Daniel Abitol.
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