Estimados lectores:
Hoy es el 17 de Tamuz y damos comienzo a las tres semanas de duelo por la destrucción del Beit Hamikdash y el comienzo del exilio judío.
En este día se destruyeron las murallas de Jerusalem después de un sitio de tres años, pero este día ya tenía una relevancia muy importante para nuestro pueblo, ya que en este mismo día los hijos de Israel hicieron el becerro de oro al pie del Sinai.
La destrucción de Jerusalem y el becerro de oro tienen algo en común. El becerro representaba la falta de fe en Di-s, la necesidad imperiosa de aferrarse a un Di-s tangible y físico que pudieran tocar y ver. A pesar de haber visto milagros y maravillas en Egipto y en el mar, no era suficiente. Un Di-s abstracto era difícil de adorar.
Di-s después de perdonarlos por intermedio de Moshe, les dio la oportunidad de adorarlo en un santuario, había elementos de oro, de plata y de cobre, todo eso para enseñarnos que toda la materia debía subyugarse a Hashem.
Pero aun así la lección no se internalizó, muchos seguían pensando en lo material, en que los artefactos del templo como el pectoral o el arca tenían un poder único, y con la destrucción del primer templo, estos elementos desaparecieron dejando un segundo templo más sobrio y sin sus principales objetos.
Aun así, la historia nos dice que, en el segundo templo, en especial en las ultimas épocas, a pesar de la santidad del lugar, había corrupción entre los Kohanim, el odio entre la gente y los sectores era terrible, una vez más la debilidad humana llevaba al pueblo de Israel a hundirse en lo material, en una estructura que debería ser un espacio para conectarnos con lo divino pero que solo albergaba internas y peleas.
Ese templo también se destruyó, dejando a nuestro pueblo sin elementos materiales, sin un lugar físico que podamos considerar santo (si bien las sinagogas, una Torá, un tefilin, etc tienen santidad, es la santidad que le damos nosotros con nuestra mitzvá). Ahora no quedaba otra que adorar a un Di-s abstracto, que ni siquiera tenía un lugar específico adonde ir a adorarlo.
Durante los últimos dos mil años, aprendimos a encontrar a Di-s en la plegaria, en un el estudio, en la meditación, en darle una mano al prójimo, en decirle una palabra linda a alguien que la necesita. Quizás todo este proceso fue parte del plan de Hashem para que lo encontremos. Con esta lección a cuestas, pedimos que se reconstruya el Beit Hamikdash pronto en nuestros días, esta vez lo haremos como se debe.
¡Shabat Shalom!
Rabino Eli Levy
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