D i-s estaba buscando a alguien que sacara a Su pueblo de Egipto. Por alguna razón, el talento local no estuvo a la altura: ni Aharón, un profeta, ni ninguno de los ancianos hebreos.

En lugar de eso, su departamento de RRHH seleccionó a un príncipe criado en Egipto que se había escapado a Midián.

Ese sería Moisés.

Cabe preguntarse ¿por qué? ¿Qué tenía Moisés que lo hizo digno de liderar?

El Midrash1 responde a través de una historia. “Moisés estaba pastoreando las ovejas de su suegro, Itró, cuando una de ellas se escapó. Moisés siguió al animal fugitivo hasta que llegó a un cuerpo de agua, donde se detuvo para beber. Moisés dijo con compasión a la oveja: “Si tan solo hubiera sabido que tenías sed de agua. Debes estar exhausta de correr. . .”

Diciendo esto, recogió al animal, lo colocó sobre sus hombros y se dirigió de regreso a su rebaño.

Di-s dijo: ‘Sí así es como él cuida del rebaño de un hombre, definitivamente es apto para pastorear el Mío. . .’”

Tomada al pie de la letra, esta historia, y la elección de Moisés por parte de Di-s, se trata del profundo compromiso de Moisés con el individuo, no solo con la comunidad. Moisés nunca perdió de vista cada árbol en el bosque.

Además, esta anécdota habla de su extraordinaria dedicación a cada integrante de su rebaño, independientemente de su comportamiento. Es este encantador relato el que nos introduce al amor incondicional de Moisés por sus protegidos, la virtud legendaria que vendría a caracterizar e inmortalizarlo.

Incluso podríamos agregar que fue este mismo acto de Moisés, su partida para perseguir a una oveja renegada, lo que dio origen a la idea de extenderse hacia y preocuparse por el prójimo, y refleja la promesa de Di-s de que, llegado el momento de la redención mesiánica, “incluso si tus marginados se encuentren en los confines de los cielos, el Señor, vuestro Di-s, os reunirá y os llevará de allí”.

Si la lección se detuviera aquí, daienu, sería suficiente.

Pero la historia y su lección son más profundas.

Después de repetir en mi mente las palabras de Moisés a las ovejas, me impresionó la profundidad del carácter que revelan en Moisés.

“Si tan solo hubiera sabido que tenías sed. Debes estar exhausto de correr...”

Al llegar al animal en la orilla del río, Moisés no vio una criatura rebelde. Vio a un ser asustado, uno que necesitaba atención inmediata. Se dio cuenta de algo que muchos no harían: que los pensamientos de hidratación, no de rebelión, llevaron a este tierno animal a romper con la “tradición” y dejar atrás su entorno natural. Simplemente no había estado recibiendo de su cuidador lo que necesitaba para prosperar, ni siquiera para sobrevivir.

Estas suaves palabras, ese indicio de disculpa, muestran la amplitud y profundidad de la humildad de Moisés. Proporcionan el telón de fondo y la banda sonora de la épica historia del liderazgo de Moisés. Moisés fue un maestro detective del espíritu humano, siempre siguiendo las pistas que conducían a la bondad subyacente del hombre, reconociendo la sed donde otros podrían ver motín, viendo la inquietud, incluso la insubordinación2 , como una expresión del deseo de crecer.

Sabía cómo mirar, dónde mirar; pero más importante, sabía que hay que mirar.

Hippies y adolescentes

Hablemos de un Moisés contemporáneo.

Me refiero al Rebe de Lubavitch, que su mérito nos escude, que en más de un aspecto se parecía a Moisés, Moshé Rabeinu, el primer Rebe.

Primero, en términos de su compromiso con el judío marginal y abandonado. El Rebe tomó en serio las impresionantes palabras del santo Baal Shem Tov, dichas en respuesta a aquellos que cuestionaron su comportamiento de viajar para visitar judíos en áreas remotas, en lugar de esperar a que lo buscaran:

“Cada judío es una letra en el rollo de la Torá. Y así como un rollo de la Torá no es válido si una letra está borrada o falta, así el pueblo judío, un rollo de Torá vivo, no es válido si falta un judío. Voy recuperando y devolviendo judíos a su lugar en la Torá”.3

El Rebe tomó esta idea tan literalmente al punto de transformarla en todo un movimiento, formando y liderando un ejército de “restauracionistas de las letras de la Torá”.

Y, en cuanto a identificar la sed en la revuelta:

En los años 60, cuando los dirigentes judíos se sorprendieron por la rebelión juvenil y gritaron: “¡Disturbios estudiantiles! ¡Hippies! ¡Esta es una generación perdida!” el Rebe declaró: “El hielo de la apatía americana finalmente está comenzando a descongelarse. ¡Los jóvenes ahora se dan cuenta de que no necesitan ajustarse a las normas de la sociedad!”

Así fue como, fiel a la tradición de Moisés, definió la esencia del zeitgeist.

De hecho, el Rebe vio a la juventud de todos los tiempos de manera similar, diciendo: “La rebelión de los jóvenes no es un crimen. Al contrario: es el fuego del alma que se niega a conformarse, que está insatisfecha con el status quo, que grita que quiere cambiar el mundo y se siente frustrado por no saber cómo”.

Solo un Moisés diría eso.

¿Qué hay en eso para mí?

Es tan fácil descartar a estudiantes, niños, miembros de nuestra fe y de la sociedad en general que son descarriados o desafiantes.

Es natural etiquetarlos y denunciarlos.

Es anti natural, mejor dicho, sobrenatural, ver algo redentor en su ladrido o mordedura, ver su dolor como la causa de su sufrimiento, mirarnos en el espejo de la responsabilidad4 en lugar de mirar a los demás a través de la ventana de la culpabilidad.

Pero, de nuevo, ¿quién dijo que había algo natural en ser un Moisés?

Basado en Sijot Kódesh 5740, pág. 222.