“Trata de no pensar en un oso polar, y verás que vendrá a tu mente cada minuto”.
Fyodor Dostoyevsky escribió eso en 1863. Daniel Wegner (1948-2013), profesor de psicología en la Universidad de Harvard, lo probó más de un siglo después con un experimento simple: pidió a los participantes que verbalizaran su flujo de conciencia durante cinco minutos, mientras intentaban no pensar en un oso blanco. Si les venía a la mente un oso blanco, les dijo, deberían tocar una campana. A pesar de las instrucciones explícitas para evitarlo, los participantes pensaron en un oso blanco más de una vez por minuto, en promedio.
Durante la siguiente década, Wegner desarrolló su teoría de los “procesos irónicos” para explicar por qué es tan difícil controlar los pensamientos no deseados. Encontró evidencia de que cuando tratamos de no pensar en algo, una parte de nuestra mente evita el pensamiento prohibido, pero otra parte “controla” de vez en cuando para asegurarse de que el pensamiento no surja, irónicamente, recordándolo1 .
“¡No temas!”
Una parte importante de la lectura Shoftim habla de asuntos de importancia nacional para los judíos una vez que han entrado en la tierra de Israel. Hay varias leyes civiles, pautas para la futura monarquía y, entre otras cosas, instrucciones para hacer la guerra. Un detalle es sobre el “sacerdote designado para la guerra”, cuyo papel era dar un discurso motivador y entusiasta, reuniendo a las tropas preparándolas psicológica y espiritualmente para la batalla.
La Torá le ordena proclamar lo siguiente:
“Escucha, Israel, hoy te acercas a la batalla contra tus enemigos. Que vuestros corazones no se desanimen; no tengan miedo, y no se alarmen, y no se aterren a causa de ellos.”2
Trata de imaginar un campo de batalla de la Edad del Bronce: espadas chocando, escudos resonando, lanzas volando, cascos atronadores. Imagine la sangre, los gritos de batalla y los gritos de los vencidos y moribundos. La guerra era (¡y sigue siendo!) algo terrible y aterrador.
Pensándolo de esa manera, esta charla de aliento previa a la batalla no tiene mucho sentido. “¡No tengan miedo!” ¿Es eso realmente todo lo que tenía para decir? ¿Cómo pudo atreverse a levantarse y agitar su varita mágica sobre la gente y decir: “¡No teman!”? El miedo, especialmente ante una guerra aterradora, es una emoción natural; no puedes encenderlo o apagarlo mágicamente. Entonces, ¿qué espera la Torá de estos desventurados soldados temblando en sus botas?3
Si la Torá nos dijera que los soldados deben luchar a pesar de sentir miedo, eso sería comprensible. Pero esperar que alguien no sienta miedo en absoluto, ¿cómo es eso posible?
Deja de alimentar tus sentimientos
El rabino Shlomo Freides fue un renombrado jasid de Jabad durante la primera mitad del siglo XIX.4 A fines de la década de 1820, envió una carta al tercer Rebe de Jabad, el rabino Menajem Mendel Schneersohn, conocido como el Tzémaj Tzédek, expresando su preocupación por el deterioro de su salud. Relató que se sentía impotente, su único recurso era rezar para que Di-s eliminara su angustia mental. El Tzémaj Tzédek escribió una respuesta fascinante, primero criticando la confianza exclusiva de Rabí Shlomo en la oración y luego brindando técnicas prácticas para superar sus luchas mentales.
Esto es lo que el Rebe explicó:
Los maestros Kabalísticos explican que cada alma humana comprende diez atributos o funciones únicos, que usamos para explorar e interactuar con el mundo que nos rodea.
Las funciones se dividen ampliamente en dos categorías: capacidades cognitivas y capacidades emocionales. El alma expresa su capacidad cognitiva y mental en la mente humana, mientras que su amplitud y profundidad de emoción se realiza en el corazón.
Por defecto, el alma opera de forma lineal: la conciencia fluye desde el intelecto hacia las emociones. En palabras simples, la forma en que entendemos algo da forma a cómo nos sentimos al respecto.
La mente desarrolla una idea, la comprende y luego evalúa cómo se siente al respecto. El corazón viene siguiendo muy de cerca a partir de entonces, desarrollando una respuesta emocional correspondiente. Primero escuchas acerca de las maravillas de cierta persona, llegas a conocerla, comienzas a darte cuenta de lo maravillosa que es y, antes de que te des cuenta, desarrollas sentimientos por ella. Ahora la quieres.
O escuchas acerca de un mal social, comienzas a leer acerca de lo incontrolable que se ha vuelto, comienzas a comprender lo devastador que es y, en poco tiempo, sientes repulsión y enojo por la situación. Acabas de pasar por el proceso que va desde la mente al corazón, de la cognición a la emoción.
Ser consciente del proceso que produce tus sentimientos negativos proporciona un método para domarlos: hace falta nada más que sacar la alfombra debajo de esos sentimientos. Si el pensamiento es el combustible que genera y mantiene tus sentimientos, lo mejor que puedes hacer es detener el flujo, ¡deja de pensar en ello!
Para aquellos soldados asustados por el sonido de los címbalos y las espadas de guerra, la primera y más básica instrucción fue: no piensen en eso.
Quita la alfombra y encuentra un reemplazo
Pero, como observó tan agudamente Dostoyevski, es virtualmente imposible dejar de pensar sobre algo. Entonces, ¿qué se suponía que debía hacer el soldado aterrorizado? ¿Qué se supone que debemos hacer cuando estamos asediados por pensamientos de ansiedad y miedo?
Aquí es donde presentamos algo llamado “Delfín Azul”. Si es imposible dejar de pensar en un oso polar blanco, ¿por qué no intentar pensar en un delfín azul? En otras palabras, olvídate de no pensar en algo; eso nunca funcionará. Lo que sí puedes hacer es intentar pensar en otra cosa y así encauzar todo el proceso emocional hacia una dirección diferente.
Esto es lo que el Rebe explicó en esa carta a su ansioso jasid, y es algo que yo, tú y todos podemos hacer en nuestras vidas en este momento.
¿Quién no experimenta miedo, ansiedad, ira, dolor, celos, frustración o algún otro sentimiento negativo que me perdí? Todos lo hacemos. Es parte de la experiencia humana.
Ahora, puedes pasar toda tu vida tratando de erradicar la causa de todos esos sentimientos negativos, y definitivamente hay mérito en eso. Algunos asuntos requieren examen, ya sea por tu propia cuenta o con ayuda profesional. Hay un tiempo y un lugar para eso.
Pero no es el método prescrito para cada sentimiento negativo que puedas tener. A veces, puedes sacar tu delfín azul, vaca rosada o incluso tu niño pequeño en patines haciendo malabarismos con tres pelotas y comiendo tostadas con palta (si eso es lo tuyo). Lo que sea que te funcione. Si tienes un pensamiento de Torá, algo que sabes de memoria y que puedes acceder fácilmente, incluso mejor. Como probablemente puedas adivinar, eso es lo que el Rebe le recetó a su seguidor, y tampoco es una mala idea para ti.
Recuerda: estás al volante de tus sentimientos. Agárrate fuerte y elige para qué lado quieres ir.5
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