Estimados lectores:
En esta semana leemos la compra de la tumba de Sara por parte de Abraham.
La Torá pone bastante detalle en esta transacción. La primera actitud fue dejarlo enterrar a su difunta esposa donde él quiera, pero Abraham insiste en comprar una parcela, no aceptarla como regalo, y asegurarse que sean monedas de curso legal, contadas y pesadas.
Es la primera compra de un terreno que nos cuenta la Torá y no es casual que haya sido en la Maarat Hamejpela en la ciudad de Hebrón, él sabía que, siendo extranjero y nuevo en la tierra, las reglas podían cambiar, si le regalaban o autorizaban usar una parcela al otro día podían impedirle el acceso.
Abraham no quiso dejar ninguna duda sobre la propiedad de esa cueva la pagó a un precio altimisimo sin negociar ni regatear. Y la Torá pone mucho esmero en conservar esta historia.
Quizás sabía que en un futuro se negaría la conexión de sus hijos con la tierra de Israel, se pondría en duda nuestro derecho ancestral y divino sobre la tierra prometida.
La tierra de Israel es nuestra herencia familiar desde Abraham a sus hijos y la prueba es la Torá, todos los años durante siglos leímos como nuestro abuelo Abraham compró unas tierras para enterrar a la abuela. Una historia que se repitió muchísimas veces cuando nuestros abuelos exiliados de un país al otro buscando un terreno para poder enterrar a nuestros muertos, y así se enterraban las primeras raíces de alguna de las más pujantes comunidades.
Nuestra conexión con esta tierra es tan profunda y antigua como nuestra misma esencia.
¡Shabat Shalom!
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