Tengo un día maravilloso. Recién estuve en el Kotel (el Muro de los Lamentos), leí unos capítulos de Salmos por mi familia, amigos, por mí y mi nueva nieta. Acerqué una silla a la Pared, apoyé mi cabeza contra las piedras, cerré mis ojos y sentí mis pensamientos y plegarias absorbiéndose a través de la piedra fresca, unas lágrimas inesperadas resbalaron por mi mejilla enredándose en el negro-gris de mi barba. El Muro parecía extender su mano y dar la bienvenida a la ola de energía y sensaciones que fluían a través de mi cuerpo...

Me voy del Kotel sintiéndome el tipo más afortunado del mundo. ¿Cuántas personas, pienso para mí, puede meterse en el auto, manejar a la Ciudad Vieja, a través de estas antiguas calles y callejones e ir al lugar más sagrado del mundo para rezar unos minutos entre reunión y reunión?

Comienza a empañarse el vidrio.

Manejo por un camino que baja la montaña. Una llovizna se aferra a la tierra, llenando los espacios entre los árboles, dando al bosque, a ambos lados de la Carretera de Jerusalén, un aura misteriosa, mística. Escucho una encantadora pieza musical que combina flauta, tambores y voces rítmicas, un digno fondo para este hermoso paseo. Pienso en mi amigo en Seattle, el primero que me comentó sobre este músico, y qué afortunado soy de tener semejante amigo. De hecho, tengo la suerte de tener varios amigos muy buenos, hombres que han sido mis amigos por más de treinta años. Me doy cuenta en este momento qué suerte tengo y lo raro de tener amigos como éstos.

De repente, una cascada de recuerdos y sensaciones inundan mi mente y cuerpo y comienzo a cantar alegremente acompañando la música.

Mientras bajo esta montaña, música, árboles que pasan, mi corazón lleno de agradecimiento y amor… me siento libre. Tan libre como pudiera ser. Tengo la agradable sensación de no estar confinado ni reprimido, sin limitaciones ni ataduras. Libre para hacer lo que quiero, para ser quien soy. Decidir lo que yo deseo. Actuar y descubrir.

Es un sentimiento temerario.

Y unas palabras estallan en mi mente: libre albedrío.

El cielo se tornó rojo profundo. Un claro en las nubes permite que penetre suficiente luz a través del oscuro cielo para evocar un rojo carmesí que se refleja contra la espesa llovizna y se aferra a la tierra y los árboles.

¿Si soy verdaderamente libre, qué puedo hacer con mi libertad? ¿Depende mi vida completamente de mí?

Siento mis manos al volante, los pies en los pedales, el sonido del motor en mis oídos, el viento sopla contra mi cara. Me "anclo" a las sensaciones del momento.

¡Libertad! ¡Libre albedrío! Absoluto libre albedrío.

¿Qué significa? ¡Ser libre! ¿Debo liberarme del condicionamiento de mis padres, mi sociedad, mi comunidad, de la influencia biológica y genética?

Tener libre albedrío. ¿Debo también liberarme de la moralidad? ¿Si estoy influido por consideraciones sobre el bien y el mal, tengo libertad de elegir? ¿Tengo la opción de cometer atrocidades y abominaciones, de actuar irresponsablemente, Di-s no lo permita?

Ser libre, pareciera, es poder estar en el medio de cualquier situación o decisión, cualquier encuentro o desafío y ver todas las opciones como iguales y posibles; ya que si una es mejor que la otra, entonces la opción ya no es libre, está condicionada por preferencia o valor. Para ser libre, todas las opciones deben ser posibles.

Para ser libre, debo poderme ver constantemente en el punto de apoyo entre la vida y la muerte, cualquiera sea mi opción.

¡Me hace estremecer!

Ya oscureció. Los árboles que bordean el camino han perdido su definición contra el fondo del gris-castaño de las montañas y ahora parecen fríos e impersonales. Subo la ventana para evitar el chiflete del viento. El invierno desciende sobre Israel. Un cambio de temperatura esperada. Terminó la música. El auto está en silencio. Sólo el pequeño chirrido de las ruedas. Las luces de los autos encandilan. Señales luminosas. El resplandor del capot. Una ola incesante de pensamientos machaca mi cabeza.

Di-s me da la posibilidad de trascender todas las limitaciones y definiciones, salir de la esfera de que lo que soy, está determinado por mis elecciones y sus consecuencias.

El tzadik (el justo) y el rashá (el malvado): ¿Son iguales? Mordejai y Amán: ¿en qué nivel son indistinguibles? Bien y mal: ¿Puedo encontrarlos en mí y amarlos ambos? ¿Soy libre también de hacerlo? ¿Y cuál elegiré? Y después, ¿podré vivir con las consecuencias de mi elección, con el "quien soy" que se revela cuando, yo, y sólo yo, soy responsable de lo que elijo, de como actúo, influenciado por nadie más que por mi?

¡Oh Di-s! ¿Has guiado mi día hasta este momento, mientras desciendo esta montaña de Jerusalén?

El autodescubrimiento lleva a la libertad.

Si alejara de mí, mi condicionamiento y mis limitaciones, mi noción preconcebida de quién soy, de cómo debo actuar, de la diferencia entre Iaacob y Esau, Mordejai y Amán, si me volviese como ellos ¿qué haría con estas tendencias permisivas y prohibitivas? ¿Tienen cada una de ellas propósito, tiempo y lugar? ¿O Di-s ha creado algo superfluo, Di-s no lo permita?

No. Mi pequeño cuerpo contiene el universo entero. Equitativamente. Y Di-s me ha dado el poder de elegir actuar con cualquier de mis partes -rashá o tzadik o algo intermedio. La opción depende de mí. Quién soy, cómo me comporto es mi opción. Todas las cosas son posibles, todas las alternativas están disponibles, soy quien elijo ser y en esta libertad no hay nadie a quien culpar. En mi absoluta libertad soy completamente responsable.

En esta libertad, me quedo sólo conmigo mismo, mis elecciones y sus consecuencias. Me quedo con la imponente oportunidad de descubrir quién soy a través de lo que hago en mi vida, a través de mis opciones.

Ya veo donde tengo que salirme. Shaar HaGai. Doblo a la derecha y tomo el camino de Beit Shemesh hacia la salida de Rehovot. Estoy ansioso de llegar a casa. Mi esposa trabaja esta noche y mis hijos me están esperando para que les haga la cena.

Es de noche. Un profundo negro. Pongo otra música y alivio mis pensamientos. De repente, me siento muy cansado. Es un camino tortuoso. Trato de concentrarme y prestar más atención al manejo. Inmerso en estos pensamientos, sé que ángeles han conducido el auto por mí hasta ahora.

Sin embargo, sigue habiendo algo. Puedo sentirlo. "Algo" todavía revolotea en mi mente.

Si libre albedrío significa que elegimos desde un punto donde todas las cosas son completamente iguales, ¿en base a qué se elige? ¿En qué yo me baso para elegir?

Y ahí viene la respuesta: desde la esencia de mi propio ser. De mi ser esencial que, si elige el bien, lo hace simplemente porque eso es lo que soy, para eso fui creado. En ese lugar temerario, audaz, sin límites, en el que soy total y absolutamente libre—como prometió Di-s que sería—elijo actuar independiente y valientemente, sólo desde la confianza en la esencia de mi ser, una creación y reflexión de Di-s, que en Su libertad absoluta escogió el bien cuando dijo: "Y Di-s creó luz y oscuridad, y dijo que la luz era buena."

En Su libertad absoluta Di-s eligió y elige desde un lugar sin precondicionamientos. Existiendo y conteniéndolo todo, Él sabe que todo es igual de esencial a la existencia y perpetuación de la totalidad.

Y aún así, Él nos elige. Él toma al pueblo judío como Su elegido. Hace esto desde la esencia de su propio ser. Y haciéndolo, nos revela nuestra propia esencia. Nos da el poder para trascender toda limitación, ser completamente libres. Y en esta libertad, elegir la vida, elegir a Di-s, elegir el bien.

Elegimos desde la esencia de nuestro propio ser, tal y como Di-s nos creó para ser. Completamente libres. Buenos desde el corazón.

Los ángeles me condujeron con seguridad montaña abajo. Mis hijos me saludan con sonrisas. Pongo el arroz a cocinar. ¡He tenido un día maravilloso!