En realidad no soy un tonto. Y además, a los 53 años no se me puede llamar mayor. Pero últimamente me he sentido muy estúpido, y ser el mayor de mi clase me hace sentir muy viejo. Pero quizás existe un beneficio en todo esto...

No me sentía tan tonto desde que tenía 10 años. Mi familia se mudó de un barrio de gente trabajadora de Chicago donde yo encajaba, a un vecindario de clase media alta, donde parecía ser el chico más sonso de mi clase. Fue un duro golpe para mi auto-estima, especialmente porque mis dos hermanas eran excelentes alumnas.

De todas formas terminé la escuela, aprendí un oficio y desarrollé una carrera. Recibí mi doctorado a los 32, estoy casado y tengo unos hermosos hijos.

En cuanto a mi autoestima, me recuperé. Eso era así antes de que me mudara a Israel y comenzara a estudiar hebreo en el Ulpán (Academia de Hebreo para Adultos)

Soy el mayor y lejos, el más lento de mi clase. Estoy pasando momentos terribles. No puedo retener las palabras, no importa cuán seguido las escuche o las lea en mi diccionario hebreo/inglés. La conjugación de verbos va más allá de mí. Y tratar de formar una oración, sólo para contestar una pregunta, o siquiera expresar una idea, provoca que mi garganta se endurezca involuntariamente. Me siento avergonzado por mi incompetencia entre los otros estudiantes. Me siento aterrado por si soy llamado por mi instructor, una afable mujer, de mediana edad que, puedo decir, siente compasión por mí y simula que he dado algún tipo de respuesta correcta. Afortunadamente, es una clase para adultos, y mis compañeros no se burlan de mí, en cambio, toman mis respuestas erróneas con una sonrisa débil y llena de lástima, y miran hacia otro lado rápidamente.

Estoy sentado en la clase, repitiéndome una perorata interna: "eres tan tonto. ¿Cómo puede ser que todos los demás lo logran y tú no? ¿Por qué no te quedaste en USA, donde por lo menos podías hablar?"

Esto parecía el espiral descendiente de mis pensamientos, que lleva a una oscura caverna de negatividad, que se siente vieja y familiar, más conectada a mi infancia que a mi realidad.

En el viaje a casa, traté de consolarme. "Mira, es sólo una clase. Eres el Director de Relaciones Públicas de una exitosa organización. Hablas y escribes inglés correctamente. Tienes una adorable esposa y hermosos hijos..."

Pero no ayudaba. Cuando le cuento todo esto a mi esposa, siempre me hace reír y sentir mejor. Pero hoy, no se rió. Me dijo: "Piensa lo que es para un niño estar sentado en una clase y sentirse como tú. O lo que esto significa para alguien que tiene dificultades en el aprendizaje. O para el hijo de los Goldstein, que está fracasando en la escuela y desea abandonar sus estudios."

"¡No me sorprende que quiera abandonarlos!"dije. "¡Y quizás debería hacerlo!" agregué sin pensar. "Quizás así pueda salvar su auto-estima, al no estar obligado a sentarse en una clase sintiéndose como un estúpido"

Recién acababa de llegar de un particular, dificultoso y frustrante día en mi clase de hebreo y entonces podía imaginar la escena que mi esposa sugería.

¿Qué sería, pensé, si yo tuviera 10 años en lugar de 53? ¿Qué sucedería si no tuviera éxito profesional para contrarrestar la estupidez que sentía en la clase? ¿Qué pasaría si la profesora no fuese tan delicada y en lugar de ello se burlaría y me avergonzaría cuando cometiera errores? ¿Qué sería si mis compañeros fueran niños de 10 años, que disfrutarían bromeando y burlándose de mí cuando me equivoco?¿Y qué sucedería si esos pequeños monstruos fueran los únicos niños que conozco, y me sentiría tan avergonzado por mi lentitud que los evitaría y no tendría otros amigos? ¿Y si- y esto es lo peor- pasaría allí no sólo 3 horas por día, tres veces por semana en la clase de hebreo sintiéndome un tonto, sino seis horas por día, todos los días de la semana en la escuela... sintiéndome así de mal? ¿Y entonces, para colmo, cuando la escuela terminara, tendría que ir a casa para enfrentarme con mis padres con malas calificaciones o una nota del maestro?

¿Y con respecto al hijo de los Goldstein, que ahora tiene 17 años, y que probablemente se siente así, cada hora, minuto a minuto, desde que empezó la escuela?. Se trata de un sentimiento horrible. Y no hay que permitir que ningún niño pase por algo así. Es dañino, y únicamente puede conducir a una persona, como el hijo de mi amigo, a una serie de malas elecciones. Para sobrevivir, encontrará algún lugar, algún grupo de gente donde o con quienes no se sienta tonto. Quizás otros marginados, quizás drogas, posiblemente algo peor.

Pero por lo menos para mí, existe un beneficio en sentirme estúpido cuando soy mayor: siento compasión. Con un poco de suerte, tendré un poco más de paciencia y amabilidad con mis propios hijos y más diligencia en ayudarlos con sus problemas en la escuela. Haré más tiempo para hablar con sus maestros. Daré más aliento y reconocimiento a sus éxitos.

Cada persona tiene su potencial; es tarea de padres y maestros nutrirlos y desarrollarlos. Puede ser que se trate del buen sentido del humor o de la habilidad para cantar. Fomentar auto-estima en cualquier área es mejor que destruirla, incluso cuando el niño no logra alcanzar nuestras expectativas. A la larga, son la auto-estima y la auto-confianza las que le proporcionarán el coraje para estudiar, explorar y triunfar, mucho más que cualquier sabiduría adquirida en clase. Espero resistir en mis lecciones de hebreo. Pero no estoy seguro. Cual un niño, después de sentirme sonso en cada clase, se me hace difícil levantarme a tiempo a la mañana en que tengo que asistir a la escuela.

Pero soy un adulto y la importancia del estudio del idioma de mi nuevo país me mantendrá conectado. En realidad, no sé si alentaría al hijo de los Goldstein a dejar la escuela. Con la ayuda de Di-s, sus padres y maestros encontrarán el camino para salvar su auto-estima y proveerlo de aliento y de la ayuda especial que necesita. Pero algo sé: Antes de sentirme estúpido en mis clases de hebreo, no podía entender cómo podía existir una consideración para él. Ahora sí.