Mi hija más grande volvió anoche a casa, después de haber estado durante dos meses de campamento...

Sí, claro, yo me entusiasmo cuando regresa. Sé que durante los próximos días nos quedaremos hasta altas horas de la noche poniéndonos al día con todas sus experiencias y aventuras. Acurrucada en la cama con chocolate caliente o té, yo escucharé ávidamente su relato y recuerdos y comenzaré a conocer a todos sus nuevos amigos.

Pero esto no es lo que ocupa mis pensamientos en este momento.

Estoy pensando en algo más mundano—lo que cada madre piensa cuando su hijo vuelve de campamento: el lavado.

Todos los bolsos y los paquetes de ropa directo al lavadero.

Toneladas, cargas y cargas en el lavarropas.

Lavado de ropa blanca y ropa de color; ligeramente manchada, muy manchada; uso delicado y ciclo regular.

Aquí estoy, rodeada de montañas de ropa agrupadas según la tarea, temperatura de agua y grado de suciedad.

Y yo me pregunto por Su lavado. ¿Tú también tienes montones de diferentes misiones y metas que repartís a distintas personas? ¿Agrupas Tus desafíos basados en los respectivos talentos y capacidades? ¿También elegís las distintas temperaturas vitales, los ciclos alternados de delicadeza y rudeza, según los cuidados y necesidades de Tus criaturas?

El lavarropas zumba continuamente. Gira y gira agitadamente. Deteniéndose, agregando agua, enjuagando y centrifugando. Movimiento sin parar. A veces el movimiento interminable parece sólo una repetición sin sentido. Pero luego, veo el lavado terminando, limpio y fresco.

Pienso en los muchos aspectos de la vida que parecen vanos. ¿Miras alguna vez el movimiento constante de la vida y Te preguntas de la necesidad de la repetición? A veces, sólo el poder de una mirada retrospectiva nos da las claves de "las vueltas de la vida". A veces, incluso eso nos está faltando. A menudo, todo lo que tenemos es nuestra confianza en Vos, que finalmente todo es para un propósito; y nuestras vidas y mundo emergerán limpios.

Hay algunas prendas que se ensucian tanto que requieren tratamiento extra. Están los blancos que sólo vuelven a su blancura con la ayuda de un fuerte blanqueador. También están las que la mancha penetró tanto, que necesitan ser fregadas con quitamanchas para borrarlas.

Yo tengo pena ajena, cuando pienso en Tus botellas de blanqueador y Tus quitamanchas. Pienso en los cepillos que Tu usas para fregarnos. Hago una mueca de dolor cuando pienso en las muchas pruebas, tribulaciones y desafíos de nuestras vidas que Tu usas para purificarnos, refinarnos y enseñarnos.

Y después, una vez que el lavado quedó terminado, secado y doblado, nos ocupamos de las prendas de uso exclusivo. Esas blusas o camisas que necesitan cuidado extra, reservadas para las ocasiones especiales, cuando queremos vernos de lo mejor. Para ellas, almidono los cuellos y presiono bien la plancha para borrar cualquier pliegue o arruga.

Yo miro a las personas especiales alrededor mío que parecen estar presionadas continuamente por Tu plancha caliente. El único pliegue en sus caras es su eterna sonrisa. Pienso en sus constantes palabras de consuelo para otros, a pesar de sus propias dificultades. Y yo te imagino a Vos personal y afectuosamente encargándote de ellos.

La tarea está completa. Puedo sentarme y finalmente relajarme. Con gran esfuerzo, toneladas de ropa se han lavado, secado, doblado y guardado.

Mientras digo "el trabajo ha terminado finalmente", oigo una nueva bolsa que cae en el cesto de ropa sucia.

Hay todavía mucho por hacer...