Después de hacer kidush y comer la verdura sumergida en agua salada durante el Séder de Pésaj, partimos la matzá del medio. Dejamos a un lado la mitad más grande para el afikomán y devolvemos la pieza más pequeña a nuestro plato del Séder para ser comida después de hacer la bendición sobre la matzá.
Sin embargo, el propósito de romper la matzá no es tener una pieza que podamos ocultar para el afikomán.
Por el contrario, el afikomán es simplemente un beneficio secundario de romper la matzá, dándonos una mitzvá adicional de la misma matzá.1
Entonces, ¿por qué partimos la matzá? De esto resulta que hay pan partido en la mesa cuando decimos la Hagadá.
Esto se debe a que la escritura se refiere a la matzá como lejem oní. Este término se entiende como "pan del pobre". Por lo tanto, los sabios nos enseñan que cuando decimos la bendición sobre la matzá, debemos tener una matzá rota (además de una matzá completa), ya que los pobres a menudo solo tienen sobras o se aseguran de dejar sobras para la próxima comida.
Los sabios también interpretan oní lejem como "pan de respuesta." Así, debemos decir la Hagadá ("respuesta") sobre una matzá rota ("pan afligido").2
De pobres a ricos
Por supuesto, también hay razones más profundas.
El Rebe3 explica que la partición de la matzá refleja el tema esencial del Séder de Pésaj.
A primera vista, parece haber una contradicción en el uso de las dos mitades de esta matzá. La mitad más pequeña representa el pan del pobre, que es, eso, pobre. Y la mitad más grande se convierte en el afikomán, que representa nuestra libertad y riqueza después del Éxodo, así como nuestra fe de que una vez más celebraremos Pésaj con la ofrenda del cordero en el Templo Santo.
Sin embargo, regresamos específicamente el pan del pobre al plato del Séder cuando celebramos nuestra libertad, mientras que la mitad inspirada en la libertad se oculta.
También es sorprendente que estas piezas opuestas de matzá provienen de una sola hogaza.
En verdad, encontramos ambos conceptos opuestos reflejados en las razones generales para comer matzá en Pésaj.
Por un lado, la matzá es el pan de la aflicción, que nos recuerda el sufrimiento en Egipto. Pero, por otro lado, la Torá también nos dice que nos recuerda cómo el Éxodo llegó tan rápidamente que "ni siquiera había tiempo para que su pan leudara".
El Rebe explica que este es precisamente el punto. Como dice el versículo, "Desde la estrechez llamé a Di-s; Di-s me respondió con inmensa amplitud".4 Es precisamente de las limitaciones, de las tinieblas y de las tragedias del exilio que llegamos a la "inmensa amplitud" de la Redención.
Esto nos enseña una lección importante.
Uno no debería mirar desesperadamente la oscuridad del exilio, pensando que es imposible que en un momento podamos ir al otro extremo, a una era de redención y luz. Por el contrario, lo uno fluye de lo otro: esto es "una matzá". Es desde estas limitaciones que somos capaces de llegar a la redención final.
Sin embargo, el aspecto de la redención todavía está oculto para nosotros, por lo que ocultamos la pieza de matzá para el afikomán. No obstante, sabiendo que la Redención ya está aquí, aunque oculta, nos da fuerza para superar la dureza del exilio y alcanzar nuestro objetivo final.
¡Que sea rápido en nuestros días!
Escribe tu comentario