"¡Qué enorme y extraordinario pescado!" "¡Debo comprarlo en honor al Shabat!" dijo la señora a su empleada, mientras caminaban ese viernes temprano por el mercado...
Era una pieza muy cara, pero la mujer podía adquirirla. Su esposo, además de ser un renombrado erudito y líder de la comunidad judía, era una persona rica. Ella misma era hija de Rabí Meir de Constantin y nieta de Rabí Iaakov Emden, y sabía apreciar la atmósfera de Torá en Shabat. Admirando su compra, agradeció a Di-s por permitirle honrar al sagrado día con un manjar real.
Esa tarde, una carreta estacionó frente a la puerta de su casa y de ésta bajó un hombre de apariencia distinguida.
Nadie lo conocía, pero su aspecto revelaba que era una personalidad y un erudito de la Torá. El dueño de casa lo recibió cálidamente y lo invitó a pasar con ellos Shabat. El invitado, que se negó a revelar su identidad, era Rabí Itzjak Drohovich. A pesar de haber pasado un hermoso Shabat junto a su versado anfitrión y disfrutado de la lujosa comida sabática, Rabí Itzjak estaba intrigado. ¿Cuál era la razón por la cual una sorprendente cadena de circunstancias lo llevó a pasar Shabat tan lejos de su hogar?
Después de la tercer comida, el santo Rabino se retiró a descansar, pero se sentía insatisfecho. Decidió hacer una Sheelat jalom (consulta a través de un sueño). Antes de recostarse se concentró en su pregunta: "Que desde el Cielo se me informe ¿por qué he sido enviado aquí? ¿Cuáles son las chipas Divinas que debo elevar? y ¿Qué debo hacer?"
Al despertar, ya tenía la respuesta. No existía un objetivo especial que cumplir. Sólo que esa mañana del viernes, la señora de la casa había comprado un hermoso pescado y rezó: "¡Amo del Universo! Me diste la oportunidad de conseguir un excepcional manjar en honor al santo Shabat. ¡Por favor, envía pues, un invitado acorde!"
Luego de Havdalá (ceremonia de finalización de Shabat), Rabí Itzjak se dispuso a continuar su viaje. El anfitrión y sus hijos lo acompañaron al carruaje. Para su sorpresa, el Rabino pidió ver a la dueña de casa. Cuando ésta llegó, Rabí Itzjak le dijo: "Por favor Rabanit, sea cuidadosa con sus Plegarias. Estaba a una enorme distancia de aquí y debido a sus ruegos, me vi obligado a viajar para pasar Shabat con ustedes. ¡Por favor, no lo haga otra vez!"
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