La palabra «apócrifo» procede del griego y el latín y significa «secreto» o «no canónico». Se utiliza comúnmente para referirse a obras antiguas, en su mayoría de la época del Segundo Templo, que están «fuera» de la Biblia judía.1
Los apócrifos incluyen, entre otras, obras como el Eclesiástico (Sirácides), los Macabeos, Judit, el libro de Enoc, los Jubileos, la historia de Susana y Baruc.
Algunas de estas obras eran conocidas desde siempre, y otras se descubrieron recientemente entre los Rollos del Mar Muerto de las cuevas de Qumrán y en la Guenizá de El Cairo, que habían conservado antiguos manuscritos judíos.
Inspiración Divina
Los 24 libros de la Biblia (Tanaj) fueron canonizados por los Anshei Knéset Haguedolá («Hombres de la Gran Asamblea»), que incluían a algunos de los más grandes eruditos y líderes judíos de la época, como Esdras el Escriba, e incluso los últimos profetas, a saber, Ageo, Zacarías y Malaquías. Con la muerte de estos profetas, la era de la profecía llegó a su fin.2 Las obras posteriores no se consideran de inspiración Divina y, por lo tanto, no se incluyen en los 24 libros de las Sagradas Escrituras.3
Aunque ninguno de los libros de los apócrifos se considera de inspiración Divina y, por tanto, no se incluyen en las escrituras judías, la cuestión de si tienen algún valor desde una perspectiva judía es un poco más matizada.
¿Son kósher los apócrifos?
Por un lado, encontramos afirmaciones en el Talmud que parecen prohibir incluso la lectura de estas obras.4 Por otro lado, el Talmud5 y otras obras judías6 citan en ocasiones obras específicas de los apócrifos.
Algunos comentaristas explican que la prohibición del Talmud se refiere a otorgar a estos libros un estatus sagrado y/o el mismo estatus que las Escrituras, pero que se pueden leer (algunos de) ellos.7 Otros explican que la prohibición estaba especialmente vigente en las primeras generaciones, más cerca de la época en que se escribieron los apócrifos. Dado que estas obras estaban escritas al estilo de la Escritura, se temía que algunos pudieran suponer erróneamente que estaban incluidas en ella.8
Aunque pudiéramos asegurar que un determinado libro es «kósher», las versiones que se conservan de muchas de estas obras son traducciones de las versiones griegas o latinas, que a su vez fueron traducidas originalmente del hebreo o del arameo, con muchas adiciones y supresiones a lo largo del camino.
Al hablar de la opinión judía sobre los apócrifos, es útil dividirla en tres categorías:
1. Contrarios a las Escrituras judías
Algunos de estos libros contienen historias o ideas que contradicen las Escrituras y/o el pensamiento judío. Esta categoría incluye obras como la Historia de Susana (que, entre otras cosas, ofrece una descripción errónea de la ley judía, como las leyes de los falsos testigos), así como los libros de Enoc y Jubileos (en los que se describe la dinámica entre los ángeles, Di-s y los hombres de una manera contraria al judaísmo), así como otras obras.
2. Información históricamente valiosa
También están los libros que no son sagrados, pero que son útiles porque proporcionan información valiosa, como los libros de historia. Esta categoría incluye obras como 1 y 2 Macabeos (a diferencia de 3 y 4 Macabeos, que probablemente encajarían en la categoría anterior), así como Judit. Dado que estos libros no son de inspiración Divina, no hay garantía de que su contenido sea totalmente exacto, y se les da más o menos la misma importancia que a cualquier otro libro de historia.
3. Sirácides-Libro del Eclesiástico
Merecedor de una categoría propia es el libro del Eclesiástico (Sirácides), que el propio Talmud cita varias veces. También llamado la «Sabiduría de Siraj», parece que de todos los libros de los apócrifos, esta obra fue la que más cerca estuvo de ser incluida en el canon. Sabemos cuándo vivió Ben Siraj, ya que al final del libro9 elogia al sumo sacerdote Shimón HaTzadik, que fue uno de los últimos miembros de la Gran Asamblea.10
No obstante, hay que señalar que algunas de las citas de Ben Siraj que aparecen en el Talmud no se encuentran en la versión de la obra que suele incluirse en los apócrifos. Esa obra es en realidad una traducción griega realizada por el nieto de Ben Siraj en el siglo II a. e. c.. La versión original en hebreo se perdió hace muchos años y sólo se ha encontrado en el último siglo (en la Guenizá de El Cairo y entre los Rollos del Mar Muerto).
¿Por qué no se incluyó en el Tanaj? Aparte del hecho de que fue escrito después del final de la era de la profecía,11 se consideró que algunas de las enseñanzas contenidas en la obra no estaban en sintonía con los valores judíos. Sin embargo, parece que los rabinos consideraban que al menos algunas de las enseñanzas tenían valor, si se entendían correctamente.12
Conclusión
Los apócrifos no son de inspiración Divina, por lo que no forman parte del canon, y algunas de sus obras son incluso antitéticas al judaísmo. Otras obras pueden contener información valiosa, pero no se les da más credibilidad que a cualquier otro libro, y hay que tener en cuenta que se han hecho varias adiciones y supresiones a lo largo de los siglos.
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