Estimados lectores:

En una época en la que muchos buscan hacerse ricos de manera fácil y rápida, con jóvenes criptoinversores, conocidos como cryptoboys, intentando acertar en el token que los hará millonarios, el flagelo de las apuestas deportivas afectando a estudiantes desde la primaria, y las redes sociales colapsadas con videos de ostentación de relojes, autos y lujos extravagantes como aspiración, nos preguntamos: ¿Para qué creó Hashem la riqueza y el lujo?

En nuestra parashá encontramos la respuesta: “Traigan para mí una donación” (Terumá). Esta expresión en hebreo tiene dos significados: separar (lehafrish) y elevar (leharim). A partir de ahí, la Torá enumera una lista de materiales de lujo, desde el oro hasta especies aromáticas exóticas, telas y sedas.

Di-s nos dio acceso a lo material para que tengamos la oportunidad de consagrarlo, santificarlo y elevarlo. Separar algo de todo lo que está a nuestro alcance y no usarlo exclusivamente para nuestro beneficio, sino elevarlo para Di-s.

Di-s no necesitaba estos lujos en Su santuario, pero quiso enseñarnos cómo relacionarnos con lo material. El Mishkán es la expresión más clara de cómo convertir lo físico en algo espiritual, de elevar lo que tenemos más allá del mero egoísmo.

Hace unos años, escuché sobre un empresario que visitó al Rebe por primera vez para recibir un dólar. La fila era larga y avanzaba lentamente. El joven empresario pensó: “Estoy desperdiciando varias horas por un solo dólar; en este tiempo podría ganar algunos cientos”. Pero cuando recibió el dólar del Rebe, comprendió que en realidad ese dinero era para darlo en caridad a otro (podía guardarlo como recuerdo, pero debía intercambiarlo por dinero para caridad). “Ahí entendí que el dinero y los recursos no son para acumularse, sino para que fluyan y hagamos obras positivas con ellos. El dinero debe fluir”.

En resumen, Hashem creó el oro para que lo elevemos y santifiquemos.

¡Shabat Shalom!

Rabino Eli Levy