La porción de la Torá de esta semana comienza con la mitzvá de encender la Menorá en el Tabernáculo (y eventualmente) en el santuario del Templo Sagrado cada anochecer. Luz es una metáfora de Torá, la que da luz en un mundo de oscuridad, iluminando con su sabiduría divina. En un mundo donde la verdad de D-os está oculta, la Torá es un faro de luz que ilumina el camino hacia una vida espiritual, significativa y realizada.

La Menorá es también un símbolo de la unidad judía. Cada alma judía es única, poseyendo una naturaleza y temperamento distintivos. Esto es porque cada alma individual emana de una única combinación de los siete atributos de D-os: Bondad, Disciplina, Armonía, Perseverancia, Humildad, Conexión y Realeza. Los siete brazos de la Menorá de oro simbolizan la idea de que a pesar de que nos expresemos en forma distinta, y poseamos diferentes inclinaciones, todos compartimos la misma esencia, una esencia de oro puro. De hecho, la Menorá no era una combinación de partes fijadas o soldadas juntas; sino era un solo bloque de oro que fue martillado en la forma de una menorá. No sólo somos todos de la misma sustancia, sino que de hecho somos parte de una única entidad no compuesta, una gran Menorá.

¿Por qué es la Menorá, una metáfora de la Torá, también el símbolo de la unidad judía? Había muchos utensilios en el Tabernáculo; ¿por qué, de todos ellos, fue la menorá la elegida para describir la unidad de nuestra nación? Y si uno argumenta que la unidad judía depende de la adherencia a la Torá, esto también puede ser cuestionado: ¿no somos todos intrínsecamente hermanos y hermanas, miembros de una nación? ¿Por qué nuestra unidad depende de la Torá?

Una pregunta similar se puede hacer con respecto a nuestra relación con D-os. El Zohar declara que “tres nudos conectan uno al otro: El Santo, Bendito Sea; la Torá; y (el pueblo de) Israel”. Es decir que a través de conectarse con la Torá, el judío se conecta con el Santo, Bendito Sea. Esto es extraño, porque en realidad, la conexión entre el judío y el Creador precede la existencia de la Torá. Esto se evidencia en el hecho que la Torá está repleta de frases como: “Habla a los Hijos de Israel...”, “Ordena a los Hijos de Israel...”, etc. Obviamente, la Torá fue escrita como una guiá para el Pueblo Judío, quien conceptualmente existía antes que la Torá. ¿Por qué entonces es necesario para el judío conectarse con D-os a través de la Torá? ¡Disfrutábamos de una relación con Él antes de que la Torá fuera siquiera ideada!

Los maestros jasídicos explican que a pesar de que el alma judía siempre disfrutó de una relación íntima con D-os, cuando desciende al cuerpo humano esta relación se oculta. En vez de anhelar por desarrollar la relación de su alma con D-os, la persona es naturalmente consumida por búsquedas materiales. Así como es imposible sintonizar una emisora de AM con una radio FM, la voz espiritual del alma no puede ser escuchada por quien solo está sintonizado a ondas de radio materiales. La Torá que, como mencionamos arriba, es comparada con la luz, expone el alma y su naturaleza divina. Una persona que estudia Torá se hace consciente de la banalidad de las búsquedas materiales, participa activamente en un mundo santo y espiritual, y revela y se conecta con el alma. El estudio de Torá no crea una conexión con D-os, sólo remueve las capas que la han oscurecido.

Lo mismo puede ser dicho con respecto a la unidad judía. El verdadero amor por otro judío solo puede ser sentido por quien está en sinfonía con su propia alma. Como escribe Rabí Schneur Zalman de Liadi: “Todas [las almas] son iguales, todas tienen un mismo padre. Es en virtud de ésta [raíz en el D-os Único] que todos los de Israel fueron llamados "hermanos", en el más pleno sentido de la palabra. Sólo los cuerpos son distintos entre sí. Por lo tanto, no puede haber amor y fraternidad verdaderos entre aquellos que consideran primarios a sus cuerpos y secundarias sus almas, sino solamente [un amor] dependiente de un factor externo.” (Tania, cap.32).

La lección de la Menorá es que la verdadera unidad judía, una unidad que fluye del alma, es un resultado de la iluminación provista por el estudio de la Torá.