Ciertamente, es una fuente de consuelo saber que el alma vive y disfruta de un estado de libertad y bondad mucho más allá de lo que se puede experimentar en el estado físico. Pero, ¿qué pasa con el vínculo entre el doliente y el ser querido que se ha ido? ¿No se ha roto ese vínculo? Incluso si hay una medida de consuelo en saber que el ser querido está en un “lugar mejor”, ¿cómo se enfrenta uno al vacío devastador de una relación que ya no existe?
A lo largo de su correspondencia con los dolientes, el Rebe insistió en que sigue existiendo una conexión espiritual entre los vivos y los fallecidos y que tal relación no es meramente teórica, sino tangible. Es una relación dinámica que se puede desarrollar y mejorar. En una carta escrita por el Rebe a una viuda de guerra, expone:
Los lazos entre dos personas, y ciertamente entre un esposo y una esposa o entre padres e hijos, son principalmente de naturaleza espiritual, no material. Eso significa que una bala, una granada o una enfermedad pueden afectar al cuerpo, pero no al espíritu ni al alma. El vínculo físico entre dos personas puede romperse... pero no su relación espiritual.1
Las enseñanzas del Rebe sobre este tema cobran vida en la siguiente historia, relatada por el rabino Najum Rabinowitz, un jasid de Jerusalem.2
Rabi Najum estaba una vez esperando una audiencia privada con el Rebe. Entre los que aguardaban allí con él había un hombre, evidentemente rico, que parecía totalmente abatido. Pero cuando el hombre salió de la oficina del Rebe, parecía una persona diferente; su rostro irradiaba vitalidad y optimismo.
Curioso por este cambio radical de estado de ánimo, Rabi Najum preguntó la identidad del hombre a los secretarios del Rebe y concertó una cita con él. En el encuentro, Rabi Najum le preguntó si el hombre podía compartirle qué había sucedido en la oficina del Rebe.
“Recientemente”, relató el hombre, “falleció mi único hijo. En ese momento, sentí que mi vida ya no tenía ningún propósito. No veía ningún valor en mi riqueza y estatus. Fui a ver al Rebe en busca de consuelo y consejo. El Rebe me preguntó cómo me sentiría si mi hijo hubiera emigrado a un país distante donde no pudiera mantener contacto conmigo, pero donde tuviera todas sus necesidades satisfechas y no padeciera ningún tipo de sufrimiento. Respondí que, aunque me resultaría difícil afrontar la separación, estaría feliz por (el bienestar de) mi hijo.”.
El Rebe continuó: “Y aunque él no pudiera responder, si usted pudiera comunicarse con él y enviarle mensajes y encomiendas, ¿lo haría?”.
“¡Por supuesto!”, respondió el hombre.
“Esta es precisamente tu situación actual”, concluyó el Rebe. “Con cada oración que recitas, le envías un mensaje a tu hijo. Y con cada donación que haces en caridad o a la institución de Torá que tú sostienes, le envías una ‘encomienda’. Él no puede responder, pero aprecia tus mensajes y tus regalos”.
Del mismo modo, cuando el Rabino Mordejai y Freida Sufrin visitaron al Rebe, buscando su consuelo por la muerte súbita de su hijo recién nacido, el Rebe les dijo: “Deben saber que mientras ustedes no pueden ver más a su hijo, él sí los ve a ustedes...”
En una carta dirigida a una adolescente, de duelo por el repentino fallecimiento de su joven madre Sra. Rasha Gansbourg, ocurrido el segundo día de Sucot, en 1969, el Rebe explicó que, al realizar buenas acciones en mérito de su madre, especialmente las inspiradas por la influencia de su madre, ella y sus hermanos no sólo estaban alcanzando a su madre en el otro mundo, o “enviándole paquetes”, sino que en realidad le estaban permitiendo tener una presencia e impacto continuos en el mundo físico:
El vínculo entre los deudos y el alma que ha ascendido perdura, porque el alma es perdurable y eterna y ve y observa lo que ocurre con los que están conectados con ella y próximos a ella. Toda buena acción que ellos realizan le causa placer espiritual, específicamente los logros de quienes ella ha educado y formado de modo tal que produzcan tales buenas acciones; es decir, ella tiene una parte en los actos que resultan de la educación que ha brindado a sus hijos y a las personas sobre las que haya ejercido su influencia.3
En esta misma carta, el Rebe continúa citando una enseñanza de Ética de los Padres que describe tanto la ventaja como la desventaja para el alma cuando se aleja del mundo físico:
“Un instante de arrepentimiento y buenas acciones en este mundo es preferible a todo el Mundo Venidero. Y un instante de satisfacción en el Mundo Venidero es preferible a toda una vida en este mundo.4
Por consiguiente, además de celebrar su liberación del cuerpo, el alma experimenta simultáneamente un sentimiento de duelo, al percibir que de haber permanecido en este mundo hubiera podido alcanzar alturas (espirituales) superiores. En este sentido, el alma recibe el consuelo y la ayuda de sus seres queridos que realizan actos de bien y acciones en su nombre en este mundo.
Del mismo modo, en su carta a Ariel Sharon el Rebe escribe:
Toda acción positiva conforme a la voluntad del Dador de la vida, es decir, Di-s, bendito es, contribuye al placer del alma [del difunto], a su mérito y a su beneficio.5
En otra carta, el Rebe profundiza al respecto:
La partida del alma del cuerpo es una gran ventaja y ascenso para el alma... la pérdida es sólo para los deudos, y en esa medida también es dolorosa para el alma, por supuesto.
Hay otra cuestión que provoca dolor al alma al partir del cuerpo. Mientras el alma está “vestida” en el cuerpo puede participar activamente con el cuerpo en todos los asuntos de Torá, mitzvot y buenas acciones que se realizamos en la vida diaria aquí en el mundo físico. Pero, como todo esto implica una acción física y objetos tangibles, el alma ya no puede participar en tales actividades cuando regresa a su morada celestial, donde sólo puede disfrutar de los frutos de la Torá, las mitzvot y las buenas acciones realizadas por ella en su estancia en la tierra. En adelante, el alma debe depender de sus familiares y amigos para que realicen mitzvot y buenas acciones también en su nombre, y ésa es la fuente de verdadera gratificación para el alma, lo cual la ayuda a ascender a alturas aún mayores.6
En una reunión celebrada el 9 de agosto de 1982, en conmemoración del aniversario del fallecimiento de su padre, el Rebe profundizó en este punto:
En el día de yahrzeit (aniversario de fallecimiento), [recordamos] el alma del finado (que mora) en el Mundo de la Verdad, que ha llegado a conocer la grandeza de lo que sólo puede lograrse en este mundo físico. Con respecto al estudio de la Torá, el versículo declara: ‘[La Torá] no está en los Cielos’. El Alter Rebe lo explica en el sentido de que todo desarrollo o resolución de un impasse de la Torá, o el dictado de una norma halájica, sólo puede ser realizado por un ser humano físico aquí, en este mundo.
Y lo mismo sucede en lo que respecta a las mitzvot, las cuales no es posible realizar en el Mundo Venidero, ya que la idea de una mitzvá es conectar un objeto físico (propio) de este mundo con el (mundo) espiritual, convirtiéndose (el objeto físico) en un agente de la bondad de Di-s en este mundo físico...
De esto se infiere que tras el deceso, el alma del finado se encuentra en una situación en la que necesariamente requiere de los actos físicos de bien de quienes permanecen en este mundo, y éstos (los allegados) tienen la posibilidad de actuar como intermediarios para que el alma (del difunto) pueda llevar a cabo obras de bien y mitzvot..., al ejecutar ellos dichas acciones en nombre y honor (del finado)....”7
En una carta a la Sra. Fradel Zilberstrom, madre de un profesor de secundaria que fuera asesinado en un ataque terrorista perpetrado en Kfar Jabad, Israel, en 1956,8 el Rebe transmitió un mensaje similar:
Hoy me han notificado que han colocado la piedra angular de la nueva escuela que se construirá en Kfar Jabad (en memoria de los que fueron asesinados, sea su sangre vindicada), y me ha alegrado saber que usted ha estado presente y participó en el acto. Como mujer de fe, seguramente sabe usted que el alma es parte de Di-s y por lo tanto perdura eternamente. Dado que el propósito del descenso de toda alma a un cuerpo es con el fin de elevar este mundo físico, resulta que, cuando uno conecta el alma que ha partido con una acción física, ésa es la forma en la que el alma desafía la muerte, por así decirlo (ya que entonces continúa impactando en el mundo físico), y esto le da al alma un deleite inconmensurable.9
Poco después de la Guerra de los Seis Días, el Rebe instruyó a sus seguidores en Israel a que se ocupasen de los huérfanos y las viudas de los soldados caídos en combate. Más tarde escribió sobre la importancia de dicha labor, explicando que esos padres (y jefes de familia) están mirando desde el Cielo y les gustaría ver que sus familias e hijos reciben (la debida) atención. Lo más importante para (el alma de) los soldados caídos es tener la certeza de que sus hijos se convertirán en personas íntegras.10
Los actos de bien realizados por los dolientes pueden ser una fuente de consuelo para ellos, ya que así colman con acciones positivas el vacío dejado por la muerte. Pero tales actos proporcionan también consuelo y placer al alma del difunto, dando a los dolientes, familia y amigos, un modo de mantener una relación continua, incluso activa, con sus seres queridos.
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