En momentos difíciles, muchos han hallado aliento en alguna enseñanza fundamental e inspiradora del Rebe, basada en las palabras del Talmud:1 “Di-s no exige demandas imposibles a Sus criaturas”.

Así como es inconcebible que padres considerados asignen a su hijo, a sabiendas, alguna tarea que esté más allá de sus capacidades, Di-s, nuestro considerado Padre, no nos presenta desafíos que están más allá de nuestra capacidad.

El Rebe llevó esta idea un paso más allá, enseñando que cuanto mayor es el desafío que enfrentamos en la vida, mayor es la fuerza interior que nos acompaña para superar tal desafío. Como demuestra la siguiente historia, en la visión del mundo del Rebe, los desafíos de cualquier índole son indicativos de fuerza interior, no de debilidad.

Un judío tradicionalista que se encontraba en una relación prohibida por la Torá visitó una vez al Rebe para discutir su dilema religioso.

Después de presentar su situación al Rebe, el hombre guardó silencio, preparado para recibir una reprimenda de proporciones acorde a la gravedad de su transgresión.

El Rebe permaneció callado por unos instantes, hasta que finalmente le dijo: “Te envidio”.

El joven no comprendió cabalmente lo que el Rebe quiso decirle, y pensó: “El Rebe, que está en el más elevado de los planos espirituales, ¿me envidia a mí?”.

El Rebe continuó: “Hay muchas escaleras en la vida; cada persona recibe la suya. Las escaleras se presentan como los desafíos de la vida y las decisiones difíciles. Las pruebas a las que te enfrentas son las escaleras que te elevan a grandes alturas: cuanto mayor es el reto, más alta es la escalera.

“Di-s te ha dado esta difícil prueba porque cree que puedes superarla y te ha dotado de la capacidad para hacerlo. Sólo a los más fuertes se les presenta una escalera tan desafiante como la tuya.

“¿Puedes ver, entonces, por qué te envidio?”2

En un sentido similar, el Rebe transmitió las siguientes líneas a cierto joven que le había expuesto el complejo dilema moral y religioso que estaba enfrentando:

Por la Gracia de Di-s

25 de Shevat, 5746 [4 de febrero de 1986]

Brooklyn, N. Y.

Saludo y bendición:

Por la presente acuso recibo de su carta del 26 de enero, en la que escribe sobre un grave problema.

Tal como lo solicitase, lo recordaré en las oraciones para que se cumplan los deseos de su corazón para bien...

Demás está decir que una persona afligida por este u otro problema neurológico puede preguntarse: “¿Por qué Di-s ha creado un impulso tan acuciante, que está en directa contradicción con Su Código moral? ¿Por qué me ha afligido a mí, que deseo cumplir plenamente Sus mandamientos?”.

Ningún ser humano puede responder a semejantes cuestionamientos, sólo Di-s, el Creador, puede responder.

Una observación a sugerir en relación con el interrogante de “¿Por qué a mí?”: Si alguien experimenta una situación particularmente difícil, o que lo pone a prueba, se puede suponer que Di-s le ha conferido poderes extraordinarios para superar aquella dificultad extraordinaria. Es probable que el individuo en cuestión no sea consciente de su verdadera fuerza interior; por lo tanto, la prueba puede estar concebida con el único propósito de hacer aflorar en el individuo su fuerza oculta, la cual, tras haber superado el desafío, puede añadirse en lo sucesivo al arsenal de sus capacidades reveladas con el fin de utilizarla para logros infinitamente mayores en beneficio propio y de los demás.

[Maimónides, el “Guía de los Perplejos” de su generación y de todas las generaciones posteriores, que también fuera aclamado como el mayor de los médicos de su tiempo, declara en un conocido pasaje de su célebre Código, Mishné Toré (Yad Hajazaká) “Toda persona tiene la opción (poder), si así lo desea, de auto-encomendarse hacer sólo el bien y ser un tzadik (virtuoso), o, si lo elige, seguir la senda del mal y ser un rashá (perverso). Nunca pienses que una persona está predestinada desde su nacimiento a ser un tzadik o un rashá. Tampoco existe una compulsión interna para hacer determinada elección, sino cada uno tiene la capacidad de elegir la conducta correcta, lo cual es, absolutamente, cuestión de la propia voluntad y determinación”.

(Traducción libre de Hiljot Teshuvá, Cap. 5)].

Tal como lo expresó el Rebe en múltiples oportunidades,3 la noción de que Di-s no presenta a los seres humanos retos que superen sus capacidades es válida para todos los desafíos de la existencia, no sólo para los de índole moral o religiosa.

En el verano de 1976, las Fuerzas de Defensa israelíes patrocinaron una gira por los Estados Unidos para un gran grupo de veteranos discapacitados. Durante su estadía en Nueva York fueron contactados por un jasid de Jabad que les sugirió que se reunieran con el Rebe. Cuando el grupo aceptó la invitación, se hicieron rápidamente los arreglos para transportarlos (muchos de ellos estaban en silla de ruedas) a la sede del Rebe. Pronto se encontraron en la célebre gran sinagoga del subsuelo de 770, Eastern Parkway.

Tras disculparse ante el grupo por su hebreo con acento askenazí, el Rebe pronunció un breve discurso en el que dijo “Si una persona ha sido privada de algún miembro del cuerpo o de determinada facultad, esto indica por sí mismo que Di-s le ha concedido poderes especiales para superar las limitaciones que tal situación conlleva y superar los logros de la gente corriente. Ustedes no son ‘discapacitados’ ni ‘minusválidos’, sino especiales y únicos, ya que poseen potenciales que el resto de nosotros no tiene.”

”Por lo tanto, sugiero”, continuó el Rebe y añadiendo con una sonrisa, “por supuesto que no es de mi incumbencia —pero los judíos somos célebres por opinar sobre asuntos que no nos conciernen—, que no sean más llamados nejei Israel (‘discapacitados de Israel’, tal su calificación oficial en el Ejército) sino Metzuianei Israel (‘especiales de Israel’)”4 .

Después de pronunciar su discurso, el Rebe caminó entre el grupo, yendo de silla de ruedas en silla de ruedas, estrechando sus manos y añadiendo una o dos palabras personales a cada uno de ellos. También entregó a cada uno un billete de un dólar para que contribuyeran a la caridad en su nombre, haciéndolos de ese modo socios suyos en el cumplimiento de esta mitzvá (de caridad).

El Rebe creía firmemente que todos los desafíos, por imposibles e insuperables que parezcan, van acompañados de una reserva proporcional de fortaleza y fuerza interior, que nos permite profundizar en nosotros mismos y reunir el coraje y la convicción necesarios para seguir adelante en el camino de nuestra vida.

El Rebe enseñó que un desafío es una llamada y que las tribulaciones que salpican nuestra vida existen a los efectos de acercarnos a nuestro más profundo o elevado Yo.