Un grupo de jasidim viajaba desde Cracovia hacia Lublin para visitar a su Rebe, el célebre Joze —el “Vidente”— de Lublin. Después de varios días de viaje en carreta, al llegar a destino, el conductor que los había llevado se acercó y les pidió un pequeño favor:

—¿Podrían entregar esta nota al Rebe junto con las demás que llevan de parte de la gente de Cracovia?

Los jasidim accedieron con gusto.

Al llegar su turno, entregaron todas las notas al Rebe. Él comenzó a leerlas una a una, hasta que de pronto se detuvo en una, la sostuvo con cuidado y exclamó:

—¡Oh! ¿Quién escribió esta nota? ¡Este nombre brilla con una luz especial!

Sorprendidos, los jasidim respondieron:

—Es del conductor de la carreta que nos trajo.

—Entonces hay algo muy especial en ese hombre —dijo el Rebe, con tono reflexivo.

Intrigados, los jasidim decidieron buscar al conductor para descubrir qué había hecho para que su nombre brillara ante el tzadik. Fueron a la posada donde se hospedaban y hallaron su carreta y caballos, pero no al conductor. Tras recorrer la ciudad, finalmente lo encontraron en el mercado al aire libre… bailando y cantando con entusiasmo.

—¿Qué celebras con tanta alegría? —le preguntaron.

—¡Una boda! —respondió sonriendo—. Dos huérfanos se están casando.

—¿Y tú qué relación tienes con ellos? —insistieron.

Entonces el conductor les contó:

—Después de dejarlos, atendí los caballos, revisé la carreta y salí a caminar por la ciudad. Al pasar por el mercado, escuché música y vi gente reunida. Pregunté qué sucedía y me contaron que estaba por comenzar una boda entre dos huérfanos. Pero también escuché voces preocupadas: “Dicen que la novia prometió regalarle un talit al novio, pero no tiene cómo pagarlo. ¡Ambos son tan pobres!”.

“Sin pensarlo, me abrí paso entre la multitud, me acerqué a la novia, le puse en la mano el dinero que tenía conmigo y le dije: ‘Aquí tienes. Compra el talit. Es mi regalo. Que tengan una vida llena de bendiciones’”.

—Después de eso —continuó con una sonrisa— todo transcurrió con alegría y armonía. Puede que ahora me quede poco en el bolsillo, pero saber que ayudé a construir un nuevo hogar judío en paz y felicidad… eso me basta. Por eso bailo.

En ese momento, los jasidim comprendieron por qué el Rebe había dicho que el nombre del conductor brillaba. No era fama ni estudios ni títulos. Su nombre brillaba porque cuando se presentó la oportunidad de hacer una mitzvá, actuó sin dudar, con corazón generoso y alma encendida.