¿Cómo celebraremos Pesaj en la época mesiánica?

Esperamos con ansias poder entrar todos juntos en la Ciudad Vieja de Jerusalén para la noche del Séder. Hace más de dos mil años, que una gran multitud lo hiciera ya era considerado un milagro. Hoy, siendo muchos más, se requerirá un milagro aún más evidente.

El Séder se llevará a cabo de manera muy similar a lo que describe la Hagadá, con una diferencia crucial: el regreso del Cordero Pascual, reemplazando al hueso simbólico del plato del Séder, y la Ofrenda Festiva, en lugar del huevo.

La llegada del Mesías traerá consigo una libertad auténtica, tanto para nosotros como para toda la humanidad. Sin embargo, el recuerdo del Éxodo de Egipto seguirá teniendo un profundo significado. Nuestra liberación de Egipto, hace más de 3.300 años, celebrada cada año en Pesaj, sienta las bases espirituales y existenciales para toda liberación futura: la capacidad humana de salir de un estado de esclavitud y limitación hacia la libertad verdadera.

Desde una perspectiva histórica, vemos múltiples exilios y redenciones a lo largo de la historia del pueblo judío: etapas de subyugación, seguidas por liberaciones. Pero también existe un proceso personal y psicológico constante. La palabra hebrea para Egipto, Mitzraim, comparte raíz con metzarim, que significa “limitaciones”. Cada día puede ser un Egipto del cual liberarse, y cada acto de crecimiento puede ser un pequeño Éxodo —una transformación festiva—. Pero incluso esa nueva libertad, con el tiempo, puede ser vista como limitada frente al potencial de una libertad más profunda aún.

¿No suena esto algo caótico o incluso peligroso? Tal vez. Y es aquí donde podemos aprender algo de la parashá que leemos este Shabat. Se menciona la trágica muerte de los hijos de Aharón (Levítico 10:1–7), quienes buscaban una libertad espiritual absoluta. Anhelaban una cercanía sin límites con lo Infinito, e intentaron ingresar en el Santo de los Santos de manera impulsiva y descontrolada.

El Rebe de Lubavitch explica que esta historia nos enseña una paradoja central del crecimiento espiritual. Cada persona debe aspirar a la más alta libertad: libertad espiritual, cercanía con lo Divino. Pero al mismo tiempo, debemos mantener los pies en la tierra, comprometidos con la realidad física y las responsabilidades de este mundo.

Puede parecer imposible: ¿cómo romper las limitaciones sin rompernos a nosotros mismos? ¿Cómo perseguir el infinito sin perdernos? Uno podría pensar que es más seguro no intentarlo, resignarse, y seguir haciendo “ladrillos para el Faraón” —es decir, servir a nuestro Faraón interior dentro del Egipto personal de cada uno.

Sin embargo, el Rebe enseña que sí es posible. La parashá misma da una respuesta: Aharón, el Sumo Sacerdote, logra entrar al Santo de los Santos y regresar con vida —pero lo hace en Iom Kipur, en el momento y forma correctos, siguiendo la guía de la Torá.

Así también cada uno de nosotros puede realizar su propia “revolución interior”, de manera segura y auténtica, guiado por la halajá (la ley judía), la sabiduría de la Torá y la cadena de maestros que nos preceden. Con la llegada del Mesías, esta integración —entre lo infinito y lo terrenal, lo sagrado y lo cotidiano— se volverá una realidad colectiva. Y entonces, la libertad plena alcanzará a todo el pueblo judío y, con ello, a toda la humanidad.