Nunca es demasiado tarde

El viernes pasado, el rabino Mayshe Schwartz —shliaj de Jabad en la zona de Boston— se encontraba en el Koteljunto a un grupo de miembros de su comunidad que visitaban Israel.

Mientras esperaban el inicio de los servicios de la tarde, se toparon con tres sacerdotes vestidos de negro. Entre sonrisas, comenzaron a intercambiar bromas amistosas.

En un momento, el más joven de los tres señaló al mayor y exclamó:
—¡Su madre es judía!

El rabino Schwartz no lo dudó. Les pidió que esperaran un momento y salió corriendo hacia un puesto cercano junto al Muro, donde pidio un par de tefilín. Con la ayuda del sacerdote más joven, que traducía al español, le explicó al mayor:

“Todo hombre judío tiene el privilegio de colocarse tefilín —y usted no es la excepción. Sin duda, Dios lo creó y orquestó este momento para que, aquí, en el lugar más sagrado de la tierra, pueda reconectarse con su herencia judía”.

Lo que sucedió a continuación fue más que un acto simbólico. Fue una verdadera celebración del alma judía, que tuvo lugar poco antes del 14 de Iar, la fecha en que celebramos Pesaj Shení, el segundo Pesaj. Ese día fue instituido para quienes, por una razón u otra, no pudieron traer el sacrificio de Pesaj en su momento, dándoles así una segunda oportunidad.

Porque el mensaje de Pesaj Shení es eterno:

¡Nunca es demasiado tarde para volver!