El Rabino Hillel de Paritch fue uno de los tantos grandes sabios de su tiempo que se sumó al movimiento jasídico de Jabad. Durante muchos años fue un seguidor fiel y cercano del segundo y tercer Rebe de Jabad, el Rabino Dov Ber y el Rabino Menajem Mendel de Lubavitch.
De joven, Hillel había escuchado hablar del fundador del jasidismo de Jabad, el Rabino Schneur Zalman de Liadi, y tenía muchas ganas de conocerlo. Pero parecía que siempre se le escapaba la oportunidad: llegaba a un pueblo justo después de que el Rebe se hubiera ido. Hasta que un día logró ubicar el lugar donde el Rebe se iba a hospedar antes de que este llegara. Y entonces tomó una decisión bastante atrevida: se metió en la habitación donde iba a dormir el Rebe y se escondió debajo de la cama. Estaba decidido a no perderse esta vez su encuentro con el gran maestro.
Hillel no fue con las manos vacías. Venía “armado” con algunos de sus logros académicos en el estudio del Talmud. En ese momento estaba metido de lleno en el tratado de Erejín, que trata sobre cómo se evalúa el valor de una persona cuando alguien promete una donación basándose en “el valor de tal persona”. Tenía preparada una pregunta filosa sobre ese tema y la había ensayado con ganas. Su idea era impresionar al Rebe y abrir una conversación profunda.
Desde su escondite, escuchó cómo el Rebe entraba en la habitación. Pero antes de que pudiera siquiera moverse, escuchó que el Rabino Schneur Zalman decía en voz alta: “Si un joven tiene una pregunta sobre las ‘Evaluaciones’, más le vale evaluarse a sí mismo primero”.
En ese instante, el prodigio que estaba escondido debajo de la cama se desmayó. Cuando volvió en sí, el Rebe ya se había ido…
Muchos años después, el Rebe de Lubavitch explicó: ¿Qué podemos aprender de esta historia?
El tratado de Erejín, o “Evaluaciones”, se basa en lo que aparece en el capítulo 27 del libro de Levítico: si alguien promete dar una donación diciendo “voy a dar el valor de esta persona”, la Torá determina una tabla con valores fijos según edad y género. Todos entran en la misma categoría según su franja de edad, sin importar si son sabios, trabajadores o campesinos.
Ahora bien, ¿por qué una tarifa fija? ¿No debería valer más un gran estudioso que alguien que apenas sabe leer? ¿No debería influir el talento o el conocimiento? La Torá dice que todos somos iguales ante D-os, “desde vuestros líderes y ancianos hasta los cortadores de leña y los que sacan agua”. Pero, ¿de verdad podemos ver a todos como nuestros iguales, cuando está claro que algunos tienen más conocimientos o habilidades que otros?
Y ahí entra la enseñanza del Rabino Schneur Zalman. Si te cuesta aceptar el sistema de “Evaluaciones” de la Torá, si sentís que hay personas que valen más o menos que otras, quizás es momento de mirarte un poco para adentro. Una evaluación honesta de uno mismo te puede mostrar cuánto tenés por aprender de los demás, incluso —o especialmente— de aquellos que parecen estar “por debajo” tuyo.
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