¿Qué sostiene al mundo en este instante? ¿Una ley física? ¿Una energía invisible? ¿Y si todo lo que ves —el cielo, el suelo, incluso tú mismo— no tuviera una existencia propia, sino que está siendo recreado desde la nada ahora mismo?
Uno de los pilares de la filosofía judía, y de las enseñanzas del Baal Shem Tov en particular, es la idea de que toda la creación —todo el Universo— fue creada Iesh meAin “Algo a partir de la nada”.
Hay una anécdota humorística que encierra un mensaje profundo:
Un grupo de científicos, convencidos de haber comprendido todos los secretos de la naturaleza, organizaron una reunión para informarle a Di-s que ya no necesitaban Su intervención. Podía, si quería, tomarse unas vacaciones.
—Perfecto —respondió Di-s con serenidad—. Demuéstrenmelo: creen un ser humano.
Uno de los científicos se agachó para tomar un poco de tierra, pero Di-s lo interrumpió:
—¡No! Agarren su propia tierra.
La moraleja de la anécdota es clara: crear “algo” a partir de “algo” no es un acto asombroso; pero crear “algo” desde “la nada absoluta” … eso es un milagro.
Renovación constante
Ahora bien, si el mundo proviene de la nada absoluta, eso implica que no tiene materia prima. Su estado natural no es “ser”, sino “no ser”. Por lo tanto, si la Fuerza Divina que lo sostiene dejara de actuar, aunque sea por un instante, el mundo regresaría a su estado natural, la nada absoluta
En otras palabras, el mundo no es algo que fue creado hace miles de años y continúa existiendo por inercia. La creación es un acto constante. Como recitamos en las bendiciones del Shemá: “Aquel que, en Su bondad, renueva cada día —constantemente— la obra de la creación.”1 Es decir, Di-s recrea desde la nada absoluta la totalidad del Universo en cada instante.
El versículo en Tehilim lo expresa con precisión: “Por siempre, Di-s, Tu palabra se alza firme en el cielo.”2 El Baal Shem Tov explica3 que las palabras que Di-s pronunció —por ejemplo, “Que haya un firmamento”4 — no fueron en un momento único del pasado: esas palabras siguen vivas ahora mismo, presentes, resonando continuamente. Son estas palabras las que, en cada segundo, dan existencia y sostén al firmamento… y a todo lo creado. Cada objeto, ser vivo, partícula o galaxia solo existe porque está siendo sostenido, en este mismo instante, por la fuerza activa de Di-s.
Piedras voladoras
El Rebe Rashab5 ilustra esta idea con una analogía poderosa:6
Imagina a alguien lanzando una piedra al aire. La piedra “vuela” durante unos segundos… pero, seamos honestos: ¿acaso alguien pensaría que es una piedra voladora?
Claro que no. Es una piedra común y corriente, sin ninguna capacidad de volar. Lo único que la mantiene en el aire es la fuerza que alguien aplicó. Y apenas esa fuerza se agota, la piedra cae (science 101, ¿no?).
Esto es completamente diferente a un herrero que hace una herramienta de hierro. Una vez que le da forma, la herramienta puede seguir existiendo sin que el herrero continúe involucrado. ¿Por qué? Porque el hierro ya existía desde antes; el herrero simplemente modificó su forma.
El Universo no sale de una materia firme como el hierro. Es más parecido a la piedra: no existe por sí mismo. Solo “está en el aire” porque Di-s lo sostiene con Su Palabra constantemente. Si esa Fuerza Divina cesara, incluso por una fracción de segundo, todo volvería a la nada absoluta (al igual que la piedra cae cuando se acaba la fuerza que la hizo “volar”).
Pero en el caso de la piedra, la capacidad de volar no existe en absoluto dentro de su naturaleza. Por eso, necesita constantemente una fuerza externa para mantenerse en el aire. Incluso mientras “vuela”, la piedra continúa siendo una piedra que cae. Su esencia no cambió: lo que vemos en el aire no es una piedra modificada, sino una piedra “sostenida”.
Aplicando esta idea a la creación, podemos entender aún más lo escrito anteriormente: el Universo no tiene existencia propia ni independiente. No solo porque si Di-s dejara de crearlo desaparecería; sino porque incluso mientras existe, su “naturaleza” es no existir.
Resumiendo: todo lo que percibimos existe, únicamente, porque Di-s modifica su naturaleza que es “no existir” (¡qué ironía que la naturaleza de “La Naturaleza” es no existir!) Di-s empuja al mundo a “ser”, a existir, porque no puede mantenerse por sí mismo; solo continúa existiendo porque una Fuerza Divina lo sostiene.
¿Y cómo me cambia esto, en la práctica?
Este concepto no es solo filosófico: tiene implicaciones personales profundas.
Si comprendemos que el mundo está siendo creado constantemente desde la nada, llegamos al segundo eslabón: ¿para qué? ¿Con qué propósito?
Rashi, en su primer comentario sobre Bereshit, dice que el mundo fue creado por dos “reishit” —dos principios fundamentales: la Torá y el Pueblo Judío.7
Si la creación es constante, y si su razón de ser es servir a la Torá y al pueblo que la vive, entonces nada en este mundo puede interferir verdaderamente con el servicio de un judío. Cada elemento del Universo está aquí porque tiene un rol en ese propósito mayor.
Lo que llamamos “obstáculo” es, en verdad, una pieza más del rompecabezas.
Comprender esto cambia el modo en que vemos la vida. Ya no caminamos por un mundo frío y mecánico, sino por un escenario dinámico, hecho a medida, donde cada momento es una nueva invitación a revelar la Presencia Divina.
Quizás no puedas ver la fuerza que sostiene tu existencia, pero puedes vivir como si la sintieras.
Y cuando cada pensamiento, cada palabra y cada acción están guiados por esa conciencia —de que todo instante es un nuevo acto de creación—, ya no habitas un mundo cualquiera.
Se cuenta que en una ocasión, el Alter Rebe8 se dirigió a su hijo, Rabí Dov Ber9 , y le preguntó en qué había inspirado sus rezos de Iom Kipur. Rab Dov Ber le contestó que se había conmovido con el servicio excelso de los Ángeles Ministeriales; luego, aprovechó la ocasión para devolverle la pregunta. El Alter Rebe respondió con simpleza: “Yo me enfoqué en el shtender (la mesa)”.
¿Cuál es el mensaje que el Alter Rebe quiso transmitir a su hijo? ¡La mesa, por simple que parezca, está siendo creado desde la nada absoluta en cada instante!
Y esa sencilla, pero poderosa reflexión, debe encender nuestros corazones para vivir conectados.
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