En las democracias, como en la ley judía, suele regir la regla de la mayoría. Un Beit Din —tribunal rabínico— siempre tiene un número impar de jueces, justamente para que haya mayoría.

Pero hay que decirlo: a veces la mayoría se equivoca. La historia de los doce espías que cuenta la Torá esta semana es una de esas veces. De los doce que fueron enviados por Moshé a inspeccionar la Tierra Prometida, solo dos —Iehoshúa y Caleb— se mantuvieron fieles a su misión y a la promesa de que Di-s les daría una buena tierra. Los otros diez… metieron la pata.

La idea era sencilla: ir, ver el terreno y analizar la mejor estrategia para entrar. Pero en vez de cumplir con ese encargo, diez de ellos volvieron con un informe cargado de miedo y derrotismo. Dijeron que la tierra “devora a sus habitantes” y concluyeron tajantes: “no podemos entrar”.

La gente, por supuesto, se asustó. Se quejaron, lloraron, y hasta dijeron que preferían volver a Egipto. ¿El resultado? Di-s decidió que esa generación no estaba lista para entrar en la tierra. Y ese día, que lloraron sin razón, se convirtió en un día marcado por lágrimas reales: el 9 de Av, fecha en la que más adelante lloraríamos la destrucción del Templo y otras tragedias nacionales.

Ahora, la gran pregunta es: ¿por qué el pueblo no escuchó a los dos espías que sí dijeron la verdad? La respuesta es obvia: porque eran minoría. Diez contra dos. Ganó el número, perdió la verdad.

Y así, trágicamente, la mayoría eligió mal. Resultado: cuarenta años dando vueltas por el desierto.

Entonces, incluso si somos fans de la democracia y creemos en las mayorías, hay que tenerlo claro: la verdad no siempre está del lado de los que más gritan o los que más votos tienen.

El gran Rab Israel Meir HaKohen, conocido como el Jafetz Jaim, una vez fue desafiado por un judío un tanto cínico:

—Rabino, ¿acaso no dice la Torá que hay que seguir a la mayoría? Mire que hoy la mayoría de los judíos no son religiosos. ¡Así que ustedes deberían adaptarse a nuestra forma de ver las cosas!

El Jafetz Jaim le respondió con una historia:

—Hace poco tuve que volver a casa de un viaje largo en un carro. Hacía mucho frío y el cochero repartió generosos tragos de vodka para que los pasajeros entraran en calor. También él tomó... bastante. Cuando llegamos a una bifurcación del camino, muchos insistían en ir por la izquierda. Yo era de los pocos sobrios, y sabía con certeza que el camino correcto era a la derecha. Decime, ¿tendría que haber seguido a la mayoría, que estaban todos borrachos? Gracias a Di-s, no lo hice.

Muchas veces, los valores del “mundo” están desorientados. Por más minoritarios que seamos los que intentamos vivir con ética y con fe, tenemos que seguir caminando por el camino correcto. El pueblo judío nunca jugó a ganar por mayoría, sino por verdad.

Recuerdo una frase que le atribuyeron a Kofi Annan, en medio de la falsa acusación de una “masacre” en Jenin:

—¿Será posible que todo el mundo esté equivocado y solo Israel tenga razón?

Bueno… sí. Era posible. Todo el mundo estaba equivocado, e Israel tenía razón. No hubo masacre.

El mundo muchas veces está borracho, perdido, confundido. Hace falta mucho coraje y carácter para no dejarse arrastrar por la corriente.

Que Di-s nos dé la fuerza para mantenernos firmes. Que podamos pararnos derechos, incluso si somos la única voz que se escucha. Porque si no, no vamos a llegar nunca a destino.