Pregunta:

Esto va a sonar extraño, pero es en serio. Tengo una amiga, que es una mujer joven, inteligente, hermosa y activa. También es artista conceptual. Ahora anunció lo que ella llama sus "últimas obras" —se propone firmar un contrato con una compañía para que cremen su cuerpo después de su muerte y compriman los restos hasta formar un diamante. Ella está vendiendo los derechos de este diamante… hecho de su cuerpo. Obviamente, me horroricé cuando me enteré de esto. ¿Qué puedo decirle para hacerla cambiar de idea, para que no dañe su alma y cuerpo de forma irrecuperable en el mundo venidero?

Respuesta:

Respeto la idea de su amiga. Ella está buscando inmortalidad. Ella desea superar las limitaciones de una existencia mundana, finita y busca dejar una impresión duradera en el mundo mucho después que desaparezca. Éstas son ambiciones nobles. Pero lo está buscando de la manera incorrecta.

La visión judía no es convertirse en un diamante después de morir, sino descubrir el diamante dentro de ti durante el curso de tu vida; no hacer de tu cuerpo sin vida una obra de arte, sino hacer de tu vida misma una obra de arte.

Dentro de tu cuerpo tienes un alma, brillando como un diamante en lo más profundo de tu ser. Tu cuerpo oculta temporalmente tu alma durante el transcurso de la vida en esta tierra. El cuerpo puede ser un obstáculo para el alma ocultando su luz, o un vehículo para que la luz del alma sea expresada completamente. Depende de cómo vives tu vida.

Si vivimos una vida de hedonismo y egoísmo, si nuestro cuerpo y sus pasiones se convierten en el foco de nuestra existencia, el diamante que es nuestra alma queda enterrado bajo las capas de materialismo del cuerpo, y su luz no logra brillar. Pero si vivimos una vida plena de propósito, haciendo lo que está bien más que lo que se siente bien —una vida en la cual los deseos de nuestra alma dominan las demandas de nuestro cuerpo y nosotros ocupamos cada día en actos de bondad y santidad —entonces la luz del alma no es opacada por el cuerpo. Por el contrario, el cuerpo se convierte en el vehículo para que la luz del alma brille. Refinando nuestro carácter, trayendo luz alrededor nuestro, y manteniendo la pureza e inocencia de nuestra alma, hacemos un diamante vivo, una obra de arte Divina.

Nos inmortalizamos verdaderamente por el bien que hacemos en el transcurso de nuestras vidas. Tanto si lo vemos o no, cada acto de bondad y santidad deja una impresión eterna. Incluso el acto más trivial de bondad afecta al mundo para bien, y la energía positiva que creamos con nuestros actos impacta al mundo eternamente.

Incluso si has estado descuidando tu alma, siempre puede ser pulida y devuelta a su brillo original. Igual que un diamante puede cubrirse de capas de suciedad, pero debajo el diamante conserva su brillo. Mientras estés vivo, tienes la energía para cambiar, para descubrir la energía de tu alma y dejarla brillar.

Hacer un diamante de un cuerpo muerto no es una gran hazaña. Hacer un diamante mientras estás vivo —esto es probar la eternidad.