Generalmente, esa es la primera pregunta que se le hace a una persona para conocerla. El nombre es también la primer cosa realmente propia que se recibe en la vida y que sirve para diferenciarse de los demás. En la tradición judía se da mucha importancia a los nombres, ya que no sólo sirven como un método de identificación, sino también como una conexión espiritual entre el nombre y la persona que lo lleva.

El varón judío recibe su nombre durante la ceremonia de Brit Milá –circuncisión y la niña, cuando su padre es llamado a la Torá. Aun cuando los nombres son dados por los padres a sus hijos por su libre voluntad, nuestros Sabios declaran que esta elección se produce en un momento especial de profecía que implica la aprobación del Cielo para el nombre que acompañará a la persona hasta la eternidad. Este será el nombre que utilizará en el Bar Mitzvá, en el contrato matrimonial - Ketuvá – y en toda su vida, en momentos de alegría y tristeza. Será el que se mencionará después de su muerte, en Izkor. Los nombres judíos también se mencionan en diversos rezos.

Cuando una persona está enferma, se reza por su recuperación mencionando su nombre con el de sus padres. Cuando alguien está grave, se le agrega un nuevo nombre en el rezo, porque en vista de que el nombre es el canal de vitalidad entre el alma y el cuerpo, el cambio de nombre abrirá un nuevo canal de vida que transformará la situación del enfermo. Cuando las parejas escogen el nombre de sus hijos lo hacen pensando en sus seres queridos. Esta práctica común está basada en la Torá que establece que "Nadie de Israel será borrado". Así, muchos niños reciben el nombre de grandes sabios y estudiosos, personas de vida ejemplar por su santidad y buenas acciones.

En base al Mandamiento de "Honrarás a tu padre y a tu madre", entre los Ashkenazim se ha vuelto costumbre llamar a los hijos con los nombres de sus abuelos desaparecidos, cosa que proporciona gran placer espiritual al alma del difunto, sobre todo si el niño se conduce conforme la herencia de sus antepasados. Nuestros Sabios dicen que la libertad de Egipto se produjo porque los judíos de la época no renunciaron a su creencias y siguieron empleando sus nombres hebreos durante todos sus años de esclavitud. Desafortunadamente, hoy en día muchos judíos desconocen sus nombres hebreos, y aún conociéndolos, no los usan.

Tipos de Nombres Judíos

Bíblicos: mencionados en los cinco Libros de la Torá o en los Profetas, tales como Abraham, Moshé, Daniel, Dina, Sará.

Talmúdicos: los que se originan en el Talmud y el Midrash, como por ejemplo, Meir y Jaim.

Derivados de la naturaleza: algunos mencionados en la Biblia como Java, Devorá, Tzipora y lona; nombres de árboles y frutas, como Tamar, Shoshana, Alón, Oren, Orna y Aviva.

De animales: como ser Aryeh, Tzvi y Zeev, que surgen de las bendiciones que Iaacov y Moshé dieran a las diferentes tribus antes de su muerte.

Los que incluyen el nombre de Di-s: Emanuel, Guedaiah, Shmuel e Ishaiahu. Otros, como lehudá, expresan gratitud hacia Di-s.

Nombres de ángeles que han sido adoptados por personas: Mijael, Rafael y Gabriel.

El Nombre es Fuente de Vida

El nombre dado a la persona está intrínsecamente ligado a su alma y su vida. Realmente actúa como el canal por medio del cual la fuerza vital fluye al cuerpo. Cada letra tiene una Fuerza Divina única; de esa manera, cada objeto creado tiene su propia forma y su esencia especial directamente ligados a las letras hebreas que forman su nombre. De la misma manera, la vida del alma, mientras está en el cuerpo de la persona, llega a través de las letras hebreas que forman su nombre. Según el Midrash Bereshit Rabá 17, Di-s le dijo a los ángeles que la sabiduría de Adán era superior a la de ellos porque él pudo reconocer la raíz espiritual de cada animal y darle su nombre hebreo en concordancia. También se menciona que cuando se quiere volver a la vida a una persona desmayada, se le debe llamar por su nombre judío, porque ello despierta su fuente vital y regresa su alma al cuerpo, reanimándola.

El Talmud ofrece numerosos ejemplos que demuestran el tipo de influencia que el nombre puede ejercer sobre el carácter de una persona. Rabí Meir tenía la costumbre de preguntarle a la persona su nombre antes de cerrar cualquier trato con ella. Rabí Iosef Caro, autor del Shulján Aruj -Código de Leyes Judías -estableció que alguien que se llama Abraham estará naturalmente inclinado a hacer el bien, como lo hizo el patriarca Abraham, mientras que quien se llama Iosef seguramente tendrá la tendencia a alimentar a otros, bien sea en un plano físico o espiritual, tal como lo hizo Iosef en Egipto. Nos llamamos Semitas porque descendemos de Shem, que significa Nombre. Llamamos a Di-s HaShem, "EI Nombre". En otras palabras, nuestra relación con los nombres es de naturaleza mística; sugiere un elemento misterioso e imperceptible, cuyas raíces se adentran en lo desconocido.

¿Quién pone el Nombre?

Sólo el padre y la madre tienen el derecho de ponerle el nombre a sus hijos. El Arí Z"L, Rabí Isaac Luria, padre de la Escuela Luriánica de la Cabalá, escribe que cuando un niño nace, Di-s pone en boca de los padres el nombre que corresponde al alma de este niño. Aun cuando el privilegio de poner nombre al niño se alterna entre el padre y la madre, hay diferentes costumbres acerca de a quién le corresponde el nombre del primer hijo. En caso de dudas, se debe consultar al Rabino. No es apropiado hablar sobre el nombre del niño antes de su nacimiento. Tampoco corresponde registrar su nombre antes de la circuncisión en el caso del varón o el nombramiento en la Aliá a la Torá, en el caso de una niña.

Cuando nace una niña, es preferible darle nombre en la primera oportunidad en que haya Lectura de la Torá, el lunes, el jueves o el sábado en la mañana. Se acostumbra celebrarlo con una comida festiva. La costumbre de Ashkenazí es la de no poner a sus hijos el nombre de personas en vida, mientras que en la tradición sefaradí se considera un gran honor para el padre dar a su hijo el nombre de su padre, el abuelo del niño. Si los abuelos de ambas partes tienen el mismo nombre y uno de ellos ha fallecido, no es correcto ponerle su nombre al niño, si el abuelo que vive se siente ofendido.

Si el padre tiene en mente un nombre para el niño, pero por error le dice al Moel -quien practica la circuncisión- un nombre distinto, hay que ponerle al niño el primer nombre. Se puede dar a un niño el nombre de una persona que haya fallecido enseguida después que el bebé haya nacido. A un huérfano que haya nacido inmediatamente después de la muerte de su padre se le debe dar el nombre de este. Hay quienes acostumbran dar al niño el nombre de alguna persona mencionada en la Sección Semanal de la Torá. Un niño que muere antes de recibir su nombre, lo recibe antes de su sepultura. Algunas personas tienen la costumbre de llamar a la niña nacida en Purim con el nombre de Ester, y al niño con el de Mordejai.