Joey y su padre esperaron tres horas para entrar a una audiencia privada con el Rebe de Lubavitch. El Rebe los saludó, miró a Joey y dijo: "Pronto serás Bar Mitzvá, ¿correcto?".

"Sí, en dos meses", Joey contestó.

"¿Te gustan los deportes?" Preguntó el Rebe. "Me gusta el béisbol" contestó Joey, algo sorprendido.

"¿Qué disfrutas más?" continuó el Rebe "¿Cuándo hay un equipo o dos jugando?".

Joey dudó un segundo; era obvio que este judío religioso no sabía mucho del juego.

"Rebe, si hay un sólo equipo, no hay juego".

Muy bien – dijo el Rebe. La vida es como el béisbol. Tú también tienes dos equipos dentro de ti, dos impulsos. El impulso bueno te indica ser honrado y bueno, y el impulso egoísta, dice que hagas lo contrario.

A partir de tu Bar Mitzvá, tu impulso bueno te dirá que seas una persona buena, y que cumplas los preceptos y seas un buen judío. El "equipo contrario" luchará duro para ponerte resistencia.

"Pero recuerda" - concluyó el Rebe, mirando profundamente a Joey, "El que juegue más duro, ganará".

Después de su Bar Mitzvá, Joey olvidó el encuentro con el Rebe completamente. Tres años después, había ganado un fin de semana en Nueva Orleans con un amigo. Todos estaban contentos hasta que su madre miró el calendario y notó que era el fin de semana de…Iom Kipur.

"¿Desde cuándo somos religiosos?" gritó Joey golpeando la puerta de su cuarto.

Encendió la TV, terminaba el juego del béisbol.
El locutor interrumpió sus pensamientos. "Yale cinco, Yanquis tres. ¡Esto demuestra que el juega más duro gana!"

A la mañana Joey anunció a sus padres, que había decidido no ir a Nueva Orleans en Iom Kipur.

Joey ya estaba en la Universidad, estudiando ciencias políticas. Era el mejor de su clase. Pero la vida Universitaria no era fácil. Por la soledad y la depresión, se había involucrado con los mormones. Iba a sus conferencias durante un año y decidió viajar a...bautizarse.

El representante mormón organizó un juego del béisbol amistoso antes de la trascendental inmersión. Joey ganó el juego brillantemente.

Cuando estaban dejando el campo de juego entre aplausos de los espectadores, el mormón puso su brazo encima del hombro de Joey y dijo: "Joey, serás un gran jugador en el equipo del Señor. Mostrarás que quien juega más duro, gana"

Joey se detuvo. De repente, el azul de los ojos del Rebe brilló en su memoria, diciendo esas mismas palabras hacía casi diez años. "¿Qué estoy haciendo?" pensó. "Soy judío". Se excusó y dijo: "Hay un Rabino al que deseo ver".
Al otro día voló a Nueva York para ver el Rebe, y abandonó la "conversión".

Años después, en el año 1967, antes de la Guerra de los Seis Días, Joey visitó al Rebe para pedir por un primo que vivía en Israel.

"Rebe, sé que sólo un milagro salvará a Israel".

"No hay de qué preocuparse. Por favor dígale a su tío que no se preocupe".

"Pero Rebe, es hijo único". El Rebe se puso muy serio, miró profundamente a Joey, y dijo: Tengo cuatro millones de "hijos únicos" en Israel, y estoy diciéndote que todo estará bien.

"Hay algo que puedes hacer" Continuó el Rebe. Te entregaré un par de Tefilín. Es mi regalo. "Colócalos todos los días" Cuando Joey salía el Rebe dijo sonriendo: "A propósito, ¿todavía te gusta el béisbol?"