Es la advertencia con la cual se nos previno de no vender bienes que sus dueños han consagrado por propia imposición ('jérem'), incluso al Tesorero (del Templo) que es el encargado sobre las santidades.

Es lo que El, exaltado sea, dijo: Todo 'jérem'... no ha de ser vendido.

En expresión del Sifrá: "No ha de ser vendido — al Tesorero".

Este jérem no es otro que el 'jérem tácito'.