Es la advertencia con la cual se nos previno de no eludir salvar la vida (de un integrante) de Israel si hemos de verlo en peligro de muerte y desaparición

y tenemos la posibilidad de salvarlo —como ser si se ahoga en el agua y somos buenos nadadores y podríamos salvarlo, o que un no-judío desea matarlo y nosotros podemos apartar lo que alberga el corazón de aquél o ahuyentar de éste su daño—.

Sobrevino la advertencia de no eludir salvarlo, con lo que El, exaltado sea, dijo: No te alces (impasible) sobre la sangre de tu semejante.

Y (los Sabios) dijeron que también aquel que niega su testimonio está incluido en esta advertencia, pues ve que el dinero de su hermano se pierde y él puede restituírselo de contar la verdad. Vino ya, además, en este tema: Si no ha de contar, cargará su pecado. Dice el Sifrá: "¿De dónde (sabemos) que si conoces un testimonio en favor de él, que no tienes permitido callarlo? Para enseñárnoslo fue dicho: No te alces (impasible) sobre la sangre de tu semejante. ¿Y de dónde (sabemos) que si lo has visto ahogándose en el río, (o) que asaltantes vienen a él, (o) que una bestia feroz se abalanza sobre él — que estás obligado a salvarlo? Para enseñárnoslo fue dicho: No te alces (impasible) sobre la sangre de tu hermano. ¿Y de dónde (sabemos) que cuando (alguien) persigue a su compañero para matarlo, que estás obligado a salvarlo (incluso) a costa de su vida (—la del perseguidor)? Para enseñárnoslo fue dicho: No te alces (impasible) sobre la sangre de tu hermano".

Las leyes de este precepto han sido explicadas ya en el Tratado (Talmúdico) de Sanhedrín.