Es la advertencia con la cual se previno al Rey de no tener demasiados caballos.

Es lo qué El, exaltado sea, dijo: Que no aumente caballos para sí.

El límite de ello: que no tenga caballos que pasan (cabalgando) delante de él, ni siquiera un solo caballo ha de tener consigo, salvo solamente el animal sobre el que él monta, o caballos que estén en las caballerizas, preparados para él para la guerra, para que monte sobre ellos el ejército. Para sí, sin embargo — sólo un animal, nada más.

Las leyes de este precepto han sido explicadas ya en el Capítulo Segundo (del Tratado Talmúdico) de Sanhedrín.