Quiero contarles acerca del mayor descubrimiento del milenio. No fue la imprenta. No fue América. No fue ni siquiera las vacunas. El mayor descubrimiento del milenio ocurrió cerca de su mismo fin.
Fue el descubrimiento del Planeta Tierra. Estábamos tratando de alejarnos del Planeta Tierra, desde el momento mismo en que tuvimos que salir del jardín.
Construimos templos que trataban de alcanzar el cielo, para trascender nuestros lazos terrenales. Ciudades para mantener fuera la selvatiquez de la Tierra, como si no fuéramos parte de ella. Le dijimos que era un lugar oscuro y vil, que necesitábamos escapar de ella para alcanzar nuestro destino. La saqueamos, la violamos, la pavimentamos. Nuestros sueños eran sueños de dominar la Tierra.
Hasta que, finalmente, en el máximo de todos los sueños, escapamos de ella. Le dijimos: ¡Tierra, no te necesitamos más! AL fin y al cabo, ¡eres apenas un pequeño planeta en un tremendo universo! Vamos a salir a conquistar planetas más grandes y mejores que tú. ¡Nos haremos amos de las estrellas, de las galaxias!".
Llegamos a la luna. La luna estaba desierta. Enviamos sondas a Marte. Marte estaba muerto. Al icono de la belleza, a Venus. Estaba vestida de nubes venenosas, quemantes. Y entonces los bolsillos del Congreso de EE.UU. quedaron vacíos de fondos para pagar nuestros inútiles sueños. Fue entonces que miramos hacia atrás, desde el espacio exterior, y descubrimos algo que nunca habíamos imaginado. Una brillante joya en la vasta oscuridad. Nunca antes habíamos conocido su belleza. El planeta más hermoso que una mente podía soñar.
Fue entonces que nos dimos cuenta de que todo lo que nuestros espíritus siempre quisieron estaba aquí. Que la necesitamos y que ella nos necesita a nosotros. Nuestro destino es el suyo y el suyo es el nuestro. Porque somos uno. Descubrimos el Planeta Tierra. Necesitamos salvar nuestro Planeta Tierra.
Hubo otro tiempo en el que estuvo en peligro, y entonces sólo había un hombre que podía salvarla. No porque fuera el único hombre justo. Había otros. Estaba Matusalén y sus discípulos. Pero Noé no era sólo un hombre espiritual. Era, como dice la Torá, "Un hombre de la Tierra". Según nuestra tradición, Noé inventó el arado. Así, Di-s miró al mundo que Él había hecho y cómo se le había arrancado el alma a ese mundo, y vio a ese pueblo que oraba y meditaba y trascendía los límites del cuerpo y de la tierra, y dijo: "Ustedes no son la solución. Ustedes son parte del problema. Sólo Noé, quien sabe unir cuerpo y espíritu, cielo y tierra, solo él puede salvar Mi mundo".
En nuestro siglo, durante los más horribles crímenes de la humanidad, hemos visto cómo DEL MILENIO personas espirituales se mantuvieron en silencio. El saqueo de la humanidad y de la tierra ocurrió con su permiso.
Pero ahora hemos descubierto el Planeta Tierra. Hemos descubierto la plenitud espiritual y la Divinidad dentro de ella. Y sabemos que si no podemos hacer la paz con la Tierra y entre nosotros, no sobreviviremos mucho tiempo.
El Credo de Noe
En el amanecer de la creación, Di-s dio al primer ser humano seis reglas que debía seguir para que Su mundo pudiera sostenerse. Más tarde, después del Gran Diluvio, encargó a Noé una regla más. Así se relata en el Libro de Génesis según es interpretado por nuestra tradición en el Talmud. Vendrá un tiempo, nos dicen nuestros sabios, en el que los hijos de Noé estarán preparados para volver a ese camino. Ese será el comienzo de un nuevo mundo, un mundo de sabiduría y paz. Durante la mayor parte de la historia judía, Las circunstancias no permitieron que nuestro pueblo difundiera esos principios, salvo por medios indirectos. Cuando el Lubavítcher Rebe comenzó a hablar acerca de publicitarlos como preparación para una nueva era, estaba reviviendo una tradición casi perdida.
Lo que me fascina es el margen de movimientos que proporcionan. Resuenan igualmente en una choza de África y en un palacio de la India, en una escuela de Moscú y en un hogar suburbano de EE.UU. Son como Las líneas-guía de un gran maestro de música o de arte: firmes, confiables y comprehensivas; pero sólo son una base, y sobre esa base cada pueblo y cada persona pueden construir.
Según los Sabios del Talmud, hay 70 familias con 70 caminos dentro de la gran Familia del Hombre. Y cada individuo tiene su propio camino dentro de un camino. Pero hay una base universal para todos nosotros.
Quien viva según esas reglas, reconociendo que son lo que Di-s quiere de nosotros, es considerado por nuestra tradición como un justo. Esa persona es una constructora con una participación en el mundo como éste debe ser.
El credo de Noé es una herencia sagrada de todos los hijos de Noé, una herencia que toda persona en la faz de la tierra puede recitar todos los días. Y si un número suficiente de nosotros comienza a decir esas mismas palabras todos Los días, muy pronto veremos un mundo diferente. Más pronto de lo que podemos imaginar.
He aquí una expresión del "Credo de Noé", según la tradición antigua, con algunas aclaraciones nuestras: Yo, hijo de Noé, cuidador de nuestro precioso planeta tierra, acepto sobre mi la responsabilidad por la paz y la unicidad en nuestro mundo, como fue aceptada por Adán y por Noé, transmitida por Moisés y su pueblo a lo largo de los siglos.
1. No adoraré a nadie ni a nada fuera del Creador Único, quien cuida de las criaturas de nuestro mundo, renovando el Acto de Creación en cada momento con sabiduría infinita, siendo vida para cada cosa En esta se incluye la oración, el estudio y la meditación.
2. No mostraré falta de respeto hacia el Creador de ninguna manera. Puede considerarse que esto incluye la falta de respeto por la belleza y la vida de la Creación.
3. No mataré. Cada ser humano, tal como Adán y Eva, es un mundo entero. Salvar una vida es salvar todo un mundo. Destruir una vida es destruir todo un mundo. Ayudar a otros a vivir es un corolario de ese principio. Cada ser humano que Dis ha creado está obligado a proveer a otros que estén necesitados.
4. Respetaré la institución del matrimonio. El matrimonio es un acto divino. El matrimonio de un hombre y una mujer es un reflejo de la Unicidad de Di-s y Su creación. La deshonestidad en el matrimonio es un ataque a esa Unicidad.
5. No tomaré lo que no me pertenece por derecho. Manéjese honestamente en todos sus negocios. Fiándonos en Di-s más que en nuestra propia connivencia, expresamos nuestra confianza en El como Proveedor de vida.
6. No causaré ningún daño a ninguna cosa viviente. Al principio de su creación, el hombre era el jardinero en el jardín de Edén, para que lo "cuidara y lo protegiere" Al principio, el Hombre tenía prohibido quitar la vida a ningún animal. Después del Gran Diluvio se le permitió consumir carne, pero con una advertencia: no causar sufrimientos innecesarios a ninguna criatura.
7. Tendré cortes de verdad y justicia en mi tierra. La justicia es asunto de Di-s, pero a nosotros se nos encarga establecer las leyes necesarias y hacerlas cumplir siempre que podamos. Cuando corregimos los males de la sociedad, estamos actuando como socios en el acto de sostener la creación.
Que las naciones conviertan sus espadas en rejas de arado. Que el lobo yazca con el cordero. Que la tierra se llene de sabiduría tal como las aguas cubren el fondo de los océanos. Y que todo eso sea pronto, durante la vida de todos nosotros, antes de lo que imaginamos.
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