Estimados Lectores:

En las últimas tres lecturas de la Torá leemos sobre la historia de Iosef, culminando esta semana con su reencuentro con sus hermanos y con su padre, el ya convertido en virrey de Egipto. La historia tiene final feliz.

Es muy interesante que la Torá invierta más versículos en la historia de Iosef que en las vidas de los mismos patriarcas, como Abraham, Itzjak y Iaakov. Especialmente teniendo en cuenta que Iosef solo representa a una de las 12 tribus de Israel (en realidad 2 tribus salen de Iosef como veremos la semana que viene), mientras que los patriarcas son la fuente de todo Am Israel.

Podríamos decir que la historia de Iosef nos da una perspectiva del por qué terminamos en Egipto y de ahí nace el germen del futuro éxodo. Pero no es suficiente razón para contar una historia personal tan detallada, sino fuera que oculta un mensaje y una enseñanza muy profunda para todas las generaciones.

La historia de Iosef encapsula a la perfección un mensaje de esperanza para cualquier persona que se encuentra doblegado por los avatares de la vida, Iosef fue traicionado por sus hermanos, arrojado en un pozo con víboras, convertido en esclavo, acusado de una violación que no cometió, prisionero en la cárcel. Al parecer nadie podría caer más bajo, y al mismo tiempo vemos cómo de esa oscura profundidad Iosef logra salir hasta convertirse en el virrey del imperio más poderoso de la tierra en su tiempo.

La historia de Iosef nos dice que nunca uno debe bajar los brazos, que por más mal que nos vaya no debemos nunca perder la fe que Hashem está de nuestro lado, que desde las profundidades del abismo él escucha nuestras plegarias y recoge nuestras lágrimas. A veces es difícil lograr esta fe cuando uno se siente golpeado y abandonado, por eso la Torá no escatima tinta en contarnos una historia tan extrema como la de Iosef para que lo tengamos siempre claro y presente.

¡Shabat Shalom!

Rabino Eli Levy