Las historias de un pueblo revelan su espíritu nacional. Lo que distingue a la antigua tradición espiritual judía es su completa negación de la ficción. Con la rara excepción de una pequeña sección de la literatura ética y una rama de la literatura jasídica, las historias no son historias: son afirmaciones sobre la realidad, y la verdad es más extraña que la ficción.

Toma la historia de Noaj y el Diluvio. Un hombre oye la instrucción divina de lo alto y pasa décadas para construir un gran barco que lleve a las especies del mundo más allá del tiempo, a un nuevo futuro. ¿Una simple historia? Algunos dirán que sí. Aun así es curioso el hecho de que la historia del Diluvio aparezca en tantos de los caminos antiguos.

Pero los místicos de la Torá nunca dudaron de la veracidad de la historia. Hubo, en efecto, una enorme destrucción del mundo habitado. ¿Por qué? ¿Fue un acto de ira cósmica? Para nada. La cabalá nos enseña que la principal energía que guía el cosmos es la de la jesed: la bondad y la compasión. La ira es incompatible con esta postura espiritual. Es claro que hay algo mucho más sublime en la explicación del Diluvio.

Cualquiera que se haya puesto a renovar su casa recordará aquellos momentos de duda: debería haber comenzado de cero en lugar de remendar un poco por allí y un poco por acá. Pero empezar de cero también destruye los recuerdos y la emociones que son el tejido de nuestro contexto y de nuestra conciencia. Lo que nos gustaría es tener lo mejor de ambos mundos: una casa funcional con líneas limpias y estéticas, y a la vez mantener el calor y lo hogareño de la anterior. La queremos limpiar.

Algo salió mal: no con la creación, sino con la carta especial, el comodín del mazo, el ser humano. La casa cósmica tuvo que ser renovada. Noaj fue elegido como el constructor a cargo.

Es por esto que el maestro de los jasidim, el rabí Shneur Zalmen de Liadi, describe el Diluvio como un proceso de limpieza. Las aguas del Diluvio son como las aguas de una inmersión ritual (una mikve) en que las aguas limpian la basura espiritual acumulada a lo largo de nuestros esfuerzos vitales. El mundo recibió una limpieza espiritual, y esto fijó el curso de la historia en un curso de esperanza y propósito.

El de Noaj no es un cuento. Es el registro de un redireccionamiento espiritual. El mismo nombre de Noaj refleja la naturaleza positiva de los acontecimientos. La etimología del nombre “Noaj” está conectada con la palabra que significa paz interior y tranquilidad. Esto describe la mente y el corazón del mundo luego de la “limpieza” del Diluvio. Así como una mikve tiene que tener 40 seás (una antigua medida de volumen) de agua “viva”, las lluvias del Diluvio duraron cuarenta días.

Cuando todo parece adversidad también hay oportunidad y positividad. Puede no siempre ser evidente, incluso si la buscamos. Pero está. Pero sólo es así en las historias reales. La ficción que deriva de una finita mente humana no puede contener el código de las verdades eternas. De aquí deriva la inclinación contra la ficción.


DOMINIO: Cada momento y lugar tiene un camino de entrada. Pero es posible que no tengamos la agilidad para entrar con facilidad o elegancia. Nuestras ropas se pueden manchar. Nuestros pensamientos se pueden confundir. Nuestros sentimientos pueden ser inapropiados. ¿Cuántas palabras decimos que de las que luego nos quisiéramos retractar? ¿Cuántos pensamientos tenemos que desearíamos no tener? Por eso tus ropas espirituales deben ser puras. Sé ágil en lo espiritual. Muévete con elegancia entre los accesorios de la vida.

MEDITACIÓN: siéntate en silencio y recuerda tu última conversación significativa. ¿Qué puerta abrió ese episodio? Repite tus palabras en la mente y determina qué te han dejado y qué le han dejado a tu interlocutor. ¿Qué sentimientos despertó en ti esa conversación? ¿Son óptimos? ¿Podríamos pulirlos de manera espiritual, incluso ahora, mucho después de terminada la conversación? Cada semana, quizás en shabat, entra a tu arca y ponte por encima de las aguas turbulentas de los asuntos cotidianos.