Al dar la medianoche, la plaga de los primogénitos golpeó a Egipto. El Faraón se apresuró en la espesa noche, a buscar frenéticamente a Moshé y Aharón. Les suplicó tomar a su pueblo y partir de Egipto inmediatamente.
Pero Moshé se negó a darse prisa. Los judíos necesitaban tiempo para empacar y prepararse. Necesitan provisiones para su viaje. ¿Quizás los egipcios serían tan amables de proveerlos de enseres y vestidos?
Los egipcios abrieron sus despensas y dieron todo tipo de regalos a sus esclavos del pasado. Los judíos pasaron corriendo toda la noche, amasando riqueza. No sólo era riqueza material la que los judíos estaban almacenando. Alojadas dentro del oro y plata de Egipto se hallaban “las chispas de santidad” que ávidamente esperaban su redención. Estas chispas redimidas constituirán la cosecha espiritual del exilio egipcio, el cumplimiento de la Promesa Divina a Abraham, que sus hijos partirían de Egipto con “una gran riqueza”.
Un hombre, sin embargo, no se unió al frenesí.
Ciento treinta y siete años antes, Iosef había profetizado la futura redención. Él le había pedido a su pueblo que juraran que al llegar el momento, recogerían sus restos y los llevarían a la Tierra de Israel para recibir sepultura allí.
Los hijos de Israel, ocupados despojando a Egipto de su tesoro, se olvidaron de su sagrado juramento. Moshé lo recordó y partió en busca de la tumba de Iosef. Visitó a Seraj, la venerada hija de Asher, una de las pocas personas vivas que podía recordar las últimas horas de Iosef .1
Seraj informó a Moshé que Iosef había sido puesto en un cofre de metal, que había sido hundido en el Nilo . Ella lo llevó al Nilo y señaló el lugar. Moshé tiró una piedra en el río, en ese sitio y llamó a Iosef:
“La noche qué has profetizado llegó finalmente. Di-s Ha cumplido su promesa y tus hijos son ahora redimidos. Salvo por nuestra responsabilidad hacia ti, estamos todos dispuestos para salir. Por favor, sube a la superficie y comenzaremos nuestro éxodo”.
Después de lo cual el ataúd de Iosef subió a la superficie. Haciendo un comentario sobre esta historia, el Midrash declara que el Rey Salomón se refirió a Moshé cuando dijo (Mishle 10:8):
“El sabio de corazón escogerá la Mitzvá”
La noche estaba llena de oportunidades. El virtuoso junto al malvado, el sabio junto al tonto y los líderes junto a las personas sencillas- todos estaban corriendo para recolectar los valores egipcios y las recompensas espirituales que estos contenían. El único hombre verdaderamente sabio fue Moshé. Él dejó de lado la oportunidad de amasar tesoros físicos y espirituales y fue a cumplir una especial y única (de una vez-en-la-vida) Mitzvá.
El Midrash concluye: Iaakov fue honrado con que Iosef, el hombre más poderoso de Egipto, se ocu- para personalmente de su en- tierro. Iosef fue premiado a cambio, cuando Moshé, el judío más grande de la historia, asumió la tarea de hacerse cargo de los restos de Iosef. ¿Y quién enterró a Moisés? El propio Di-s. (DEVARIM 34:6; Rashi, ibid.) En toda la riqueza de la tierra y en todas las recompensas del Cielo, no hay nada más grande que una mitzvá.
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