El propósito de una empresa comercial es obtener ganancias: ningún hombre de negocios que se precie de tal invertiría capital y gastaría tiempo y talento si las cifras no mostraran un potencial seguro de ganancias.

Sin embargo, las mayores ganancias deben cosecharse en las mismas condiciones que el hombre de negocios responsable más busca evitar: a raíz de acontecimientos completamente imprevisibles, en entornos sobre los que no tiene control y en los que toda su empresa (y tal vez su propio ser) están en peligro.

En otras palabras, se puede decir que la mente del hombre de negocios opera en dos niveles: A nivel consciente, busca estabilidad y control. Ser tomado por sorpresa es un anatema para los negocios. Si bien sabe que existen riesgos en cada empresa, su objetivo es evitar los riesgos, mantenerse alejado de lo imprevisible, tener un plan de contingencia para cada posibilidad.

Pero a nivel subconsciente, más profundo, el hombre de negocios anhela lo imprevisible. En el fondo de su corazón quiere que lo tomen desprevenido, que lo sumerjan en las mismísimas circunstancias que su negocio está estructurado para evitar. Porque aquí, y sólo aquí, reside el potencial de ganancias mayores de lo que cualquier analista podría pronosticar. Desde esa perspectiva, que todo salga según lo planeado sería más una decepción que un logro.

Estos son escenarios que nunca presentará a sus inversores, ni siquiera a su propio ser consciente. Pero en el análisis final, son estas mismas posibilidades, que acechan detrás de las cifras y proyecciones oficiales, las que son su mayor motivación para emprender negocios.

La trama temible

El Talmud declara que “el reino de los cielos es similar al reino de la tierra”1 , que las estructuras de la sociedad humana y los patrones de comportamiento humano reflejan la manera en que el Creador se relaciona con nosotros y dirige Su mundo en general.

Di-s tiene una estrategia comercial: la Torá, que el Midrash llama “el plan de Di-s para la creación”2 que cataloga las ganancias que el Creador desea ver de Su empresa. Las leyes de la Torá detallan lo que se debe y lo que no se debe hacer, y lo que debe y no debe suceder, para salvaguardar la inversión Divina en la creación y asegurar su “rentabilidad”.

Pero ya en el primer día hábil de la historia, el plan salió mal. Adán y Eva, al comer del fruto del Árbol del Conocimiento, violaron la primera Mitzvá (mandamiento Divino) que se les había ordenado. Su acto puso en peligro toda la aventura, desatando un caos de bien y mal sobre el mundo ordenado y controlado en el que nacieron.

Sin embargo, nuestros sabios nos dicen que este fue el “complot temible de Di-s [impuesto] sobre los hijos del hombre”3 . “Soy yo quien los hizo pecar,” admitió Di-s al profeta Elías, “al crearlos con una inclinación al mal.”

Porque es el proceso de la Teshuvá (retorno) del pecado lo que produce el mayor beneficio del esfuerzo de la vida. No hay mayor amor que el amor experimentado desde lejos, ni mayor pasión que la búsqueda por volver a un hogar abandonado y a un yo alienado. Cuando el vínculo de un alma con Di-s se estira hasta el punto de romperse, la fuerza con la que rebota hacia su Fuente es mayor que cualquier cosa que pueda generar el alma que nunca abandona la órbita Divina. Y cuando —por circunstancias más allá de su control— el alma vaga por los rincones más extraños de la vida y llega a explotar el potencial positivo transformando la negatividad y el mal de su entorno en un catalizador e ímpetu para regresar a Di-s, redime con esto aquellas partes de la creación de Di-s que se encuentran más allá de los límites y alcance de una vida justa.

Este es el “complot temible de Di-s sobre los hijos del hombre”4 : crear al hombre con una inclinación al mal, de modo que cuando sucumba a él, esté en condiciones de rebotar con un mayor amor por Di-s, y con una mayor cosecha de recursos transformados y redimidos que lo que puede ser generado por una vida vivida conscientemente conforme a la voluntad Divina.

Sin embargo, no se puede decir que Di-s quisiera que el hombre pecara: un pecado, por definición, es un acto que Di-s no quiere que se haga. Además, si el plan de Di-s era que el hombre pecara, esto plantea la pregunta de qué habría sucedido si Adán y Eva no hubieran elegido (ya que esto fue un acto de elección de su parte; si no lo hubiera sido, no habría sido un pecado) comer del Árbol del Conocimiento. En ese caso, ¿no se habría realizado el propósito de la creación de Di-s?

Lo que Di-s quiere

Aquí es donde entra la analogía del hombre de negocios. Tal como en cuanto al hombre de negocios convencional, hay dos niveles de motivación detrás del acto Divino de la Creación:

A nivel manifiesto, el mundo fue diseñado y creado para llevar a cabo el plan delineado por Di-s en la Torá. Este plan exige la existencia de una inclinación al mal en el corazón del hombre para que nuestra elección de optar por comportarnos de acuerdo a la voluntad Divina tenga sentido y significado. Como escribe Maimónides: “Si Di-s decretara que una persona sea justa o mala, o si existiera algo en la esencia de la naturaleza de una persona que la obligara a seguir un camino específico... ¿qué lugar ocuparía la Torá? ¿Y con qué medida de justicia Di-s castigaría a los malvados y recompensaría a los justos...?”5

Este plan no requiere que se cometa un mal real; solo que exista el potencial para su realización. Debe existir la posibilidad de violar la voluntad Divina, de modo que el no violarla sea un triunfo moral para nosotros y una fuente de placer para Di-s. Debe ser posible para nosotros no hacer el bien, para que nuestras buenas obras tengan valor y significado. Los riesgos deben existir, son los que hacen que la empresa sea gratificante y rentable, pero el objetivo de todo esto es evitarlos.

Pero, desde la perspectiva más profunda el plan de Di-s es que el hombre sucumba al pecado. Esto no es lo que Él quiere; de hecho, está en desacuerdo con Su voluntad expresa. Pero cuando sucede, desata una gran cantidad de posibilidades que son infinitamente más potentes que cualquier cosa que pudiera haber producido el plan de negocios oficial. Y son estas posibilidades, que acechan detrás de las cifras y proyecciones oficiales, las que son la máxima causa de Su motivación para invertir en el negocio de la vida humana.