No obstante, dado que el mal del Alma Animal no ejerce una única autoridad y dominio sobre la "ciudad", es incapaz de concretar este deseo invistiéndose en los órganos del cuerpo, [para entregarse a] la acción, la palabra, o el pensamiento real —concentrar su atención en los placeres mundanos, para [planificar] cómo satisfacer la apetencia de su corazón—, porque el cerebro rige al corazón [como está escrito en Raaiá Mehemná, Parshat Pinjás] en virtud de su creada naturaleza innata. Porque el hombre fue creado así desde su nacimiento, de modo que cada persona pueda, con el poder de la voluntad de su cerebro, contenerse y dominar el impulso de los deseos de su corazón, evitando que los deseos de su corazón encuentren expresión en la acción, la palabra y el pensamiento, y [puede, si su mente lo quiere], desviar su atención completamente de lo que su corazón ansía [y dirigir su atención] en dirección exactamente opuesta, principalmente en dirección a la santidad.

[Porque] así está escrito: "Luego he visto que la sabiduría supera la necedad como la luz supera la oscuridad". [Esta analogía] significa que tal como la luz tiene superioridad, poder y dominio sobre la oscuridad, de modo que un poco de luz física desplaza gran caudal de oscuridad, la que es desplazada automática e inevitablemente, del mismo modo se elimina automáticamente mucha necedad de kelipá y sitrá ajará de [el Alma Animal que se alberga en] el lado izquierdo del corazón [9como dicen nuestros Sabios: "[El hombre no peca] a menos que un espíritu de necedad haya penetrado en él"] ante la sabiduría del Alma Divina que está en el cerebro, cuyo deseo es reinar sola sobre la "ciudad" para permear el cuerpo entero por medio de sus tres vestimentas previamente mencionadas, a saber, el pensamiento, la palabra y la acción asociadas a las 613 mitzvot de la Torá, como se explicara antes.