Sin embargo, en el beinoní, puesto que el ser y la esencia del Alma vitalizadora Animal —proveniente de la sitrá ajará— que se inviste en su sangre y carne no ha sido transformado en bien, es ese, [el Alma Animal,] realmente, el hombre mismo.

De ser así, él está alejado de Di-s con el máximo distanciamiento. Porque el impulso de pasión de su Alma Animal es capaz de ansiar incluso cosas prohibidas, contrarias a la Voluntad de Di-s. A pesar de que él no desea hacerlas en la práctica real, Di-s libre, no obstante, no le son verdaderamente repulsivas, como lo son para los tzadikím, como se explicara previamente [en el cap. 12]. En esto es peor y más repulsivo y abominable que los animales impuros, los insectos y los reptiles, como se mencionara antes, y como está escrito: "Mas yo soy un gusano, y no un hombre...". [Y aun cuando su Alma Divina se fortalece dentro de él para despertar su amor a Di-s durante la plegaria, [este predominio del Alma Divina] no es plenamente verdadero, pues es transitorio y se desvanece después de la plegaria, como se mencionara antes, al final del cap. 13].

Más aún cuando recuerde la contaminación de su alma con el pecado juvenil y la mácula que [con ello] ha producido en los [mundos] superiores, donde todo está por encima del tiempo y es como si se hubiera mancillado e impurificado en este mismísimo día, Di-s libre. Aunque ya se haya arrepentido con sinceridad [retirando con ello la mancha habiéndose purificado], la esencia del arrepentimiento está en el corazón, y en el corazón hay muchos rangos y niveles. Además, todo depende de qué clase de hombre es, y del tiempo y lugar [en que está ahora], como saben los conocedores. En consecuencia, ahora, en este momento, cuando al observarse a sí mismo ve que "la luz del alma no penetra en él", es evidente que, a) su arrepentimiento no ha sido aceptado y sus pecados todavía lo marginan [de Di-s], o b) se desea elevarlo a un nivel de arrepentimiento más sublime, proveniente de un punto más profundo de su corazón [que el arrepentimiento anterior]. Por eso dijo el Rey David: "Mi pecado está ante mí constantemente".