[La clave de] esto se entenderá en base al versículo "Pues parte de Di-s es Su pueblo...", [es decir, ellos son] parte del Nombre Divino de las Cuatro Letras, bendito sea. Así, está escrito: "Y El sopló en sus fosas nasales un alma de vida" y, [como comenta el Zohar,] "Aquel que sopla, sopla de dentro de sí, etc.". Ahora bien, El no tiene forma corpórea, etc., Di-s libre. Sin embargo, la Torá "habla en el lenguaje de los hombres". A modo de analogía: hay una vasta diferencia en el caso del hombre mortal, entre el aliento que surge de su boca cuando habla y el aliento del soplido forzado. En el aliento que surge cuando [uno] habla está investida sólo una ínfima parte del poder y la fuerza vital del alma [de éste], y ello es sólo del aspecto superficial del alma que reside dentro de él. En el aliento que surge cuando sopla con fuerza, de lo profundo de sí mismo, en cambio, está investido el poder y la fuerza vital interior del alma vivificante...
[Tal como esta vasta diferencia entre el hablar y soplar del hombre,] así precisamente en la analogía [de la Creación], salvando las infinitas distancias [entre Creador y ser creado], existe una prodigiosa diferencia en lo Alto entre todas las huestes del cielo, incluso los [seres espirituales como los] ángeles —quienes fueron creados a partir de la nada— [y el alma del hombre]. Estos derivan su vida y existencia del aspecto externo de la fuerza vital que emana del Ein Sof para dar vida a los mundos. Este [exterior] aspecto [del poder vivificante] es llamado, por analogía, "aliento de Su boca", como declara el versículo: "Con el aliento de Su boca [fueron creadas] todas sus huestes". Este es el poder creador investido en las letras de las Diez Aserciones (siendo [estas letras] de la naturaleza de los recipientes y flujos, etc., [de la fuerza vital], como se explicara en Likutéi Amarím, Segunda Parte [Shaar HaIjud VeHaEmuná], cap. 11).
En contraste, el alma del hombre se deriva inicialmente de la dimensión más interior de la fuerza vital y flujo que emana del Ein Sof, como en el versículo [arriba citado] "Y El sopló...". Luego descendió a través de planos cada vez más ocultantes, también a través de las letras de la Aserción "Hagamos al hombre...", a fin de que eventualmente pudiera investirse en un cuerpo en este mundo [físico] inferior.
Por este motivo las Escrituras denominan a los ángeles con el nombre de "Elokím", como está escrito: "Pues Di-s, vuestro Señor, El es el Di-s de los Di-ses (Elokím)...", [y análogamente:] "Alabad al Di-s de los Di-ses (Elokím)...", [y una vez más, en referencia a los ángeles:] "Los hijos de Di-s (Elokím) vinieron a presentarse...". [El Nombre Elokím es aplicado a los ángeles] porque estos se nutren del grado exterior [de Divinidad], que es meramente el estado de "letras". Análogamente, el Nombre Elokím es un estado exterior respecto del Tetragrámaton.
Pero el alma del hombre, derivada del aspecto interior del poder vivificador [Divino], es parte del Tetragrámaton, pues el Tetragrámaton indica la dimensión más interior del poder vivificador, el que trasciende por mucho el estado de letras.