Iaakov se sintió afortunado. En lugar de ir de campamento, sus padres le permitieron visitar a sus primos en Eretz Israel. Llegó el Martes y el Miércoles de mañana ya estaba parado por primera vez frente al Kotel Hamaaraví (Muro de los Lamentos). Todos alrededor estaban rezando. Iaakov estaba tan excitado que le costó mucho concentrarse en las palabras del Sidur (libro de oraciones).
De repente sintió una palmada en el hombro.
“La primera vez, ¿no?”, preguntó un hombre con una barba blanca, ojos bondadosos, y un rostro amigable. Iaakov asintió.
“¿Demasiado excitado para rezar?, preguntó el anciano, que, con una amable sonrisa continuó preguntando: “¿Sabes cuál es la parashá de la semana?”
“Vaetjanán,”, respondió Iaakov con vergüenza.
“¡Aha!” exclamó el anciano. “Ahí mismo hay una lección sobre el rezo para vos. ¿Cómo empieza la parashá?”
Iaakov ya se sentía cómodo con el anciano. “Los israelíes se ponen a hablar con cualquiera que encuentran”, pensó, recordando su larga conversación con el conductor del taxi.
“La parashá empieza con la plegaria de Moshé Rabeinu a HaShem para dejarlo entrar en Eretz Israel”, contestó Iaakov.
“¿HaShem aceptó su plegaria? Preguntó el anciano.
“No. Hasta le dijo a Moshé que pare de rezar, pero mi maestro nos contó que Moshé siguió pidiendo”.
“¡Aha Qué buen maestro!. ¿Por qué Moshé siguió rezando?” Iaakov no sabía...
“Cuando mi papá me dice no por algo que le pedí, yo pido de nuevo”.
“Y de nuevo, y de nuevo,” interrumpió el anciano. “Cuando queremos algo insistimos. Sin embargo, cuando tu papá te dice no una y otra vez, no pedís más. ¿Por qué? Porque estás pidiendo algo para vos. Moshé Rabeinu estaba muy lejos pedir cosas para él, él no quería nada para sí mismo”.
“¿Te parece que quería entrar en Eretz Israel para probar las riquísimas frutas y ver los hermosos paisajes? ¡No! Moshé Rabeinu tenía una sola cosa en mente: la misión que HaShem le dio”.
El anciano pausó por un segundo, y luego continuó.
“Moshé Rabeinu fue enviado para sacar al Pueblo Judío de Egipto, prepararlos para la Torá y guiarlos a Eretz Israel. Él constantemente pensaba en su meta y quería cumplirla. Él le pedía HaShem que le deje cumplir su misión y traer al Pueblo Judío a Eretz Israel. Si HaShem hubiese aceptado sus plegarias, la Gueulá Shleimá, la Redención Completa, habría llegado”
El anciano lo miró a Iaakov. “Eso es lo que un judío pide en su rezo. Vos, Yo y todo el resto, tenemos que seguir pidiendo la Gueulá, como Moshé Rabeinu. Y muy pronto, HaShem va a aceptar nuestras plegarias.
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