Iosef tomó a su hermano Biniamin y dijo - Déjalo aquí como esclavo mío y tú puedes regresar a la casa de tu padre en paz.
Sin embargo, Iehuda respondió - ¿Crees tú que habrá paz en la casa de nuestro padre si regresamos sin Biniamin? Se acercó a Iosef, preparado para recuperar a Biniamin por tres métodos diferentes. Rezaría a Hashem para pedir ayuda, apaciguaría a Iosef si este método resultara más efectivo y hasta recurriría a una guerra abierta.
A esta altura Iehuda estaba dispuesto a renunciar a su propia vida por Biniamin y pensó; "Quizás mi abnegación nos redimirá por haber engañado a mi padre cuando vendimos a Iosef".
Iehuda profirió un grito de enojo aterrorizante que repercutió y fue escuchado a una distancia de cuatrocientas parsa (1.600 Km. aprox.) Jushim, el hijo de Dan, sintió en Eretz Canaan que su tío estaba angustiado. Corrió a Egipto para ayudar a Iehuda. La tierra se contrajo milagrosamente y llegó a Egipto de inmediato. Ahora, Iehuda y Jushim aullaron juntos como un león y una hiena.
Cuando los hermanos vieron la furia que tenía Iehuda, también estallaron y patearon el piso con sus pies, levantando montículos de tierra.
En cuanto Iosef vio que había despertado la furia de Iehuda, se asustó. - ¡Ay!- pensó - me matará.
¿Cuáles eran los signos de la furia de Iehuda?
Algunos dicen que de sus ojos caían gotas de sangre. Otros dicen que el pelo sobre su corazón se endureció y perforó cinco capas de vestimentas. Se ponía barras de hierro en su boca y las trituraba hasta convertirlas en polvo con sus dientes.
Iehuda tomó una piedra que pesaba cuatrocientos shekel. Con toda su fuerza, la arrojó al cielo con su mano derecha y la atrapó con la izquierda. Luego la desintegró con sus pies.
Iosef, temeroso de ser asesinado, procedió a demostrar a Iehuda su fortaleza. Pateó la columna de mármol que formaba la base de su trono, convirtiéndola en escombros desechos.
Iehuda quiso desenvainar la espada pero no podía sacarla de su vaina. - Este hombre debe ser un tzadik- observó. - Por eso Hashem está de su parte.
Cambió sus tácticas y comenzó a pronunciar palabras conciliadoras, implorándole a Iosef para que libere a Biniamin. - Por favor, amo mío- comenzó a decir - quiero formularte una pregunta. Te ofrecí que todos nosotros seamos tus esclavos. ¿Por qué renunciaste a ello y únicamente pediste por Biniamin? Si necesitas un esclavo mayor, es preferible Reuben porque es mayor que Biniamin. Si necesitas un hombre fuerte, yo soy más fuerte que Biniamin. ¿Por qué estás más interesado en Biniamin que en los demás hermanos? Sospecho que tus motivaciones son deshonrosas.
Quiero que sepas que Biniamin es inocente. Nos acusaste en falso. La primera vez volviste a colocar nuestro dinero en nuestras bolsas y ahora escondiste tu copa de plata en la bolsa de Biniamin. No creas que tu maldad quedará sin castigo. Deja que las palabras de tu sirviente entren en tus oídos y escucha atentamente. ¿Sabes que la abuela de Biniamin fue detenida una noche por el Faraón y como consecuencia, el rey y su corte fueron asolados por una plaga? Cuídate si no quieres que te ocurra lo mismo a ti. ¿Sabes que la madre de Biniamin murió porque su padre pronunció una maldición? Una sola maldición de su padre y tú también morirás. ¿Sabes que dos de nosotros destruimos la gran ciudad de Sh'jem? Lo hicimos por una joven. Sin lugar a dudas haríamos lo mismo por Biniamin, quien es llamado 'el amado de D- s'.
- ¿Acaso no alegaste que eras temeroso de D- s? No eres temeroso de D- s, eres como el Faraón. Así como el Faraón promulga leyes perversas, así tú inventas reglamentaciones injustas. Si Biniamin robó tu copa de plata, ¿con qué derecho puedes retenerlo como esclavo? Si te ajustas a nuestra ley que es la ley de la Torá, entonces deberá pagarte el doble, pues la Torá nos enseña que un ladrón debe reembolsar el doble del valor de la mercadería robada. Por la ley egipcia, puedes quitarle al ladrón cualquier cosa que posea. Sin embargo, tu reclamo que Biniamin sea tu esclavo no se ajusta a ninguna de estas leyes.
Mientras Iehuda presentaba a Iosef sus argumentos lógicos y bien fundamentados, los hermanos permanecieron parados en silencio. No interfirieron para nada. Se enfrentaron dos pares, Iosef, el rey egipcio y Iehuda, el rey entre los hermanos. Los hermanos decidieron - Dejemos que los dos reyes combatan. No nos metamos en sus asuntos. Por lo tanto, ninguno de los hermanos, ni siquiera el mayor, Reuben, interrumpió las palabras de Iehuda.
Iehuda es comparado con un león y Iosef con un buey. Solo el león es capaz de atacar el buey.
Dirigiéndose a sus hermanos, Iehuda amenazó - Si yo desenvaino mi espada, comenzaré con el virrey y terminaré con el Faraón. Pensó que Iosef no comprendió estas palabras porque el intérprete no estaba cerca.
A Iosef le dijo - Mi amo preguntó a sus sirvientes: '¿Tienen padre o hermano?' ¿Qué asuntos te llevan a preguntar acerca de nuestro hermano? Miles de personas han venido para comprar cereales y tú no interrogaste a ninguno. ¿Acaso vinimos aquí a casarnos con tu hija, que preguntas sobre nuestra familia? ¿O quieres casarte con nuestra hermana? Sin embargo, nosotros fuimos corteses y no ocultamos nada de ti. Te respondimos que tenemos un padre anciano y un hermano joven, el último de los varones, cuyo hermano murió y él quedo solo, privado de su madre y que su padre lo ama.
¿Por qué dijo Iehuda que Iosef había muerto?
Iehuda temía que si mencionaba la existencia de otro hermano perdido, el mandatario diría - Tráiganlo también.
Iehuda continuó diciendo - Y tú dijiste a tus sirvientes: 'Tráiganlo para que lo vea'. Nosotros pensamos que eras un rey que cumple con su palabra, pero ahora dices: 'Será mi esclavo'. ¿Así es cómo lo quieres ver?
Luego le dijimos a mi amo - El joven no puede abandonar a su padre, no está acostumbrado a viajar, quizás muera en el camino así como su madre murió durante un viaje. Pero tú dijiste a tus sirvientes - Si vuestro hermano menor no viene con ustedes, no vuelvan a aparecer ante mí. Regresamos a tu sirviente, nuestro padre y le transmitimos tus palabras.
Iosef escuchó en silencio que Iaakov era considerado su sirviente y no protestó por el honor de su padre. Como castigo, murió antes que sus hermanos.
- Tu sirviente, nuestro padre, no quiso enviar al menor y dijo: 'Ustedes saben que mi esposa dio a luz a dos varones. Uno partió y seguramente fue muerto y no lo he vuelto a ver. Si me quitan a éste también, una desgracia sobrevendrá y a mi edad la tristeza me llevará a la tumba. Mientras que Biniamin está cerca mío, me consuelo por la muerte de su madre y hermano, pero si él muere, me parecerá como si los tres murieran el mismo día.
Si regreso con tu sirviente, mi padre, sin el joven, seguramente morirá y tus sirvientes llevarán la vejez de tu sirviente, nuestro padre, a la tumba por las penas.
Mientras Iosef escuchaba a Iehuda hablar de la pena de su padre, apenas se pudo contener y tuvo que sentarse.
- No dejas de hablar- le dijo a Iehuda. - ¿Por que actúas como el vocero único de tus hermanos mientras ninguno de ellos pronuncia una palabra?
- Tu sirviente se ha comprometido por el joven- contestó Iehuda. Le dije a mi padre - Si no regreso con él, perderé mi parte en ambos mundos. ¿Cómo puedo regresar con mi padre sin mi hermano?
Iosef respondió - Tu otro hermano no era un ladrón, ni te hizo daño, sin embargo, le dijiste a tu padre: 'Fue despedazado por un animal'. En este caso, con certeza puedes informar a tu padre acerca de tu hermano que es un ladrón y actuó mal. 'Fue devorado'. Dile: 'La soga va con el balde'. ¿Por qué no consideraste la pena de tu padre cuando vendiste tu otro hermano por veinte piezas de plata?
Cuando Iehuda escuchó esto comenzó a gritar y llorar, exclamando - ¿Cómo puedo regresar con mi padre cuando el chico no me acompaña? Inventaste una acusación tras otra contra nosotros, primero nos acusastes de espías, luego dijiste que vinimos a descubrir los puntos débiles del país, mas tarde que robamos tu copa de plata. Cada vez que alegamos ser inocentes, hacemos una promesa por la vida de mi padre, el hombre justo, y cada vez que tú retribuyes la promesa y nos acusas de culpables, lo haces por la vida del malvado Faraón. ¿Cual de las promesas es superior?
Yo solo tengo que desenvainar mi espada para llenar Egipto con cuerpos muertos.
Iosef respondió - Si desenvainas tu espada, te la ataré a tu propio cuello.
- Abriré mi boca tanto que te tragaré.
- Taparé tu boca con una piedra.
- ¿Pero, qué diremos a nuestro padre?
- Díganle, 'La soga sigue al balde'.
- Pero tu acusación es falsa.
- ¿Y la vuestra cuando vendieron a su hermano no lo era?
- El fuego de Sh'jem arde en mi corazón. Por Biniamin haremos lo mismo que hicimos por Dina.
- Extinguiré el fuego en tu corazón recordándote la historia de Tamar.
- Teñiré de sangre los mercados de Egipto.
- Ustedes son tintoreros de profesión. ¿Acaso no tiñeron una prenda con sangre y se la presentaron a su padre?
La furia de Iehuda llegó a su clímax y estaba dispuesto a matar o ser muerto. Le dijo a Naftalí, quien era tan rápido como un cervatillo - Corre y cuenta el número de distritos que tiene Egipto.
Naftalí regresó e informó - Conté doce secciones.
- Bien- dijo Iehuda. - Aniquilaré tres de ellas y cada uno de ustedes se hará responsable por una. Así nos aseguraremos que ninguna persona quedará con vida en todo Egipto.
Iosef de inmediato despachó un mensaje al Faraón solicitándole que envíe a trescientos soldados para prevenir que los hermanos destruyeran el país. Cuando los soldados llegaron, Iehuda gritó tan fuertemente que los príncipes en el palacio del Faraón se desplomaron, los animales en los alrededores abortaron, Iosef se cayó de su trono y el Faraón también. Los trescientos soldados perdieron su dentadura y escaparon atolondrados para nunca regresar.
Iosef sabía que no podría esperar más para revelarse ante sus hermanos o destruirían todo Egipto.
Únete a la charla