La Torá ordena al judío que traiga al Templo de Jerusalem, las primeras frutas que maduraron en el campo. Este es el precepto de Bicurím, las primicias, por medio del cuál el judío agradece al Altísimo por el flujo de bendición que le brindó. Es por ello que debía traer al Beit Hamikdash, el Sagrado Templo, el primer producto agrícola del campo.
¿Qué se hacía con estas primicias? Nos dice la Torá en este párrafo semanal: "y toda dádiva... que acerquen al Cohen -será para él" Aprenden de ello nuestros Sabios Z"L: "El texto vino a enseñarnos que las primicias, los bicurim, deben ser otorgados al sacerdote".
Se despierta aquí la pregunta: ¿Si las primicias se daban a los sacerdotes, con qué objetivo dice la Torá que deben traerse "a la casa de Di-s?" ¡La Torá podría haber dicho sencillamente que deben entregárselos a los sacerdotes!
Una Lección General
Debemos decir que, con la indicación de "los traerás a la Casa de Hashem tu Di-s" la Torá pretende fijar en el judío la conciencia de que los bicurim pertenecen a Hashem, y por ende, ante todo su lugar natural es "la Casa de Hashem, Tu Di-s". Acto seguido, nos dice Di-s qué hacer con ellos correctamente- "que sean otorgados a los Cohanim"
Los bicurim constituyen las primicias y lo más selecto del producto del campo. Crecieron luego de un esfuerzo intenso por parte del hombre. Sin embargo, la Torá manda traer "a las primicias del producto de tu campo" al Sagrado Templo y entregarlas al Cohen. La idea que subyace en este precepto constituye también una lección general para la vida del hombre en todo momento y lugar.
Los Argumentos del Instinto
El precepto de Bicurim educa al hombre a entregar al Altísimo lo "primero" y lo mejor del producto de su esfuerzo y ganancias. Cuando Hashem bendice con un caudal de bendición y éxito, a pesar de que uno trabajó duro para conseguir su manutención, debe separar de lo bueno y preciado una parte y destinarla a la Tzedaká, la caridad. El instinto del mal puede argumentar que no es correcto entregar a los pobres justo lo mejor y más selecto. Puede aceptar darlo para una causa sagrada- una sinagoga, ó en el mejor de los casos, para beneficiar a la sociedad toda. ¿Por qué, de repente, dar lo mejor de su esfuerzo para un particular? Y si ya darlo a los pobres ¿por qué a uno y no a muchos?
Fue Fijado el Principio
Sobre ello viene la Torá y ante todo establece el principio: ¡debes recordar que los bicurim no son tuyos! Pertenecen a "la Casa de Hashem, tu Di-s". Si el instinto del mal logra confundir a la persona con los argumentos citados arriba, esto se debe a que el hombre no logró liberarse de la percepción de que él es el propietario del dinero de la Tzedaká. Si entendiese y formaría conciencia de que el dinero para la beneficencia no le pertenece en absoluto (aunque haya trabajado duramente para conseguirlo), no se le hubieran infiltrado pensamientos de este tipo.
Sólo después que se fijó en su persona el principio conceptual de que el dinero para caridad pertenece a Di-s, llega la etapa de la distribución, para tal o cual objetivo, sin que el instinto del mal interfiera en la asignación. Entonces también se cumplirá la otra interpretación de los Sabios sobre este texto: "el hombre que entrega al cohen para él habrá"- que cuando el judío entrega su dinero para el "cohen", Di-s lo bendecirá con un caudal de bendición y éxito.
(Likutei Sijot tomo 8, Pág. 29)
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