Hace aproximadamente 600 años, empezó un movimiento religioso en Transilvania, cuyos adeptos observaban ciertos mandamientos judíos. Además de guardar el Shabat y las leyes de kashrut, celebraban Pesaj y tenían su propio Libro de Oración, que era una traducción casi literal del Sidur (Libro de Rezos judío) en húngaro. Durante muchos años el grupo fue perseguido y sus líderes encarcelados, torturados y asesinados. Algunos de sus miembros escaparon a Turquía donde se convirtieron formalmente al Judaísmo. El enemigo más sanguinario de "los Observantes del Sábado" como ellos se hacían llamar, fue la Reina María Teresa, que era conocida por su odio hacia todo lo judío. No obstante, la secta se aferró obstinadamente a sus creencias.
En la época del Kaiser Franz Josef los miembros de la secta atravesaron una conversión en masa y se volvieron judíos completos. Lo siguiente fue escrito por un periodista judío que visitó su pueblo poco antes la erupción de la Segunda Guerra Mundial:
"Entramos en la sinagoga de los conversos. Allí encontramos una congregación que consistía en unos doce hombres que oraban el servicio de la tarde, leyendo con intensidad de los pequeños Libros de Oración. Su apariencia era digna y seria. Rezaban con gran devoción. La persona que llevaba adelante el servicio parecía ser la encarnación de las palabras: "Sabe delante de Quien estás parado". Esta no era gente vulgar, ya que su linaje se retrotrae a 1000 años desde la fundación de la sociedad transilvana. Hoy, sin embargo, todos tienen barbas largas y largos rizos a los lados de sus caras...
"Al finalizar el servicio, se agruparon alrededor nuestro y nos dieron un cordial "Shalom Aleijem". No tomó mucho tiempo hasta que la conversación se tornó al asunto que es obviamente muy estimado por ellos: su conversión al Judaísmo. Éste es un capítulo glorioso en su historia, y ellos no ocultan su orgullo por la decisión de sus antepasados, en los tiempos de Franz Josef, de unirse al pueblo judío...
"Y además es importante tener en cuenta que" agregaron modestamente, "muchos de nuestros antepasados ya eran bastante ancianos cuando atravesaron la mitzvá de Brit Milá (circuncisión) de buena gana.
¡Ciertamente que no se trata de algo sencillo!" Cuentan que cuando el primer miembro de su grupo iba a ser circuncidado, ya tenía más de 60 años. Él insistió que el Rabino y el Mohel (quien realiza la circuncisión ritual) le prometieran que si moría durante el procedimiento, lo enterrarían como judío. De hecho, todos clamaban para ser circuncidados primero, pues todos querían ser judíos lo más pronto posible. Incluso los jovenzuelos estaban impacientes...
Los nuevos judíos sufrieron terriblemente debido a su fe, pero para ellos todo el dolor y angustia era bienvenido. "Nosotros sabíamos que habíamos hecho una gran cosa, nos decían, "y esperamos pacientemente la reacción de la comunidad no-judía". "La reacción no tardó en llegar. Pidieron que nos congregáramos en el palacio de justicia. No tuvimos miedo. Pensamos acerca de lo que podrían hacernos... ¿Ponernos en la cárcel? Nuestros antepasados también habían sido encarcelados. Quizá nos forzarían a entrar en las mismas celdas..."
"La fecha de la presentación judicial llegó. Todos en el pueblo entero se pusieron su ropa Sabática más fina... "El magistrado principal se volvió a un señor mayor y exigió saber qué es lo que había entrado en su cabeza. El hombre contestó que su familia ya había estado observando el Sábado y comido kasher durante cientos años, y había llegado el momento de completar el proceso y no estar satisfechos quedándose a mitad de camino. El juez preguntó entonces si alguno se había sentido compelido o sido coercido a convertirse, a lo que todos contestaron negativamente: ellos se habían hecho judíos por propia voluntad. E juez declaró entonces que anunciaría su veredicto en dos días. Los flamantes judíos estaban listos para aceptar el castigo que fuera decretado...
"Dos días después el veredicto fue anunciado: ¡Quienquiera que deseara seguir siendo judío debería entregar todas sus pertenencias a la tesorería real! "Un inmenso suspiro de alivio llenó el palacio de justicia. ¿Ése era su castigo? Alegremente, fueron a sus casas y volvieron con todas sus vacas y bueyes, joyería y ropa fina. Todo fue amontonado delante del edificio. El juez que había estado mirando los procedimientos declaró entonces: "¡En nombre del Kaiser Franz Josef, se les concede el permiso para abrazar su nueva fe. Sólo quise ver hasta dónde llegaba su deseo de sacrificarse en nombre de sus creencias..."
Durante los siguientes 75 años la comunidad floreció. Los judíos de las áreas circundantes les construyeron una sinagoga, y les enviaron un Rabino y unshojet (matarife ritual) para asistir sus necesidades. Desgraciadamente, el Holocausto perpetuado por los Nazis, su nombre sea borrado, no dejó a estos virtuosos conversos indemnes. Cuando llegó el momento, ellos entraron en los ghettos y los campos de concentración con el resto de sus hermanos, dónde santificaron el Nombre de Di-s públicamente.
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