La lectura bíblica de esta semana, Ki Tetzé1 , es la que más preceptos (74) de los 613 preceptos bíblicos abarca.

Quiero referirme a uno de ellos que llama mucho la atención. Se trata del precepto del Ben Sorer Umoré, o “Hijo Rebelde”.

Sin entrar en todos los detalles, la Torá nos encomienda que si un hijo demuestra ciertas características de comportamiento que indican que terminará siendo un asesino habría que ejecutarlo.

La coyuntura de los requisitos necesarios para que amerite semejante castigo es tan difícil que se dé hasta el punto que el sabio talmúdico Rabí Iehuda dice que efectivamente “nunca se dieron las condiciones para que se cumpla y nunca se darán. ¿Por qué, entonces, está escrito? Para estudiarlo y recibir recompensa por ello.”2

¿Cómo se explica esto? ¿Por qué la Torá nos va a mandar cumplir con un precepto que es totalmente inaplicable? ¿Por qué y qué tipo de recompensa es de esperar por estudiar algo que carece totalmente de practicidad?

La esencia de la Torá

Aquí yace uno de los grandes conceptos del judaísmo: la verdadera esencia, propósito y función de la Torá.

Veamos.

¿Quién debería estudiar la Torá? ¿Para qué y cuándo?

La lógica indicaría que del mismo modo que es el arquitecto quien estudia arquitectura y el médico quien estudia medicina, debe ser el rabino quien estudia la Torá, la Ley Divina. ¿Por qué debería uno estudiar leyes religiosas si no aspira a ser un experto en el tema? ¿Qué utilidad le da?

Pregunta: Cuando una madre recibe una carta de su hijo, ¿cuántas veces la lee?

Respuesta: Muchas.

¿A qué se debe? ¿No se acuerda de lo que leyó la primera vez? La respuesta es muy sencilla. La primera vez que lee la carta es para enterarse de su contenido. A partir de ahí, cada vez que vuelve a leer la carta es para conectarse con el autor de la carta.

La Torá no es simplemente un libro de leyes prácticas y su estudio no es únicamente para saber cómo comportarse en cada eventualidad. Según explicado en el jasidismo y el misticismo judío, la Torá es la expresión de la voluntad y sabiduría Divinas. La Torá es donde D-os nos comunica qué es lo que quiere y entiende. Cuando uno estudia Torá de la manera más pura, lo hace no sólo para informarse de cuestiones históricas, legales, éticas o religiosas, no sólo como un ejercicio intelectual; lo hace para conectarse con el mismísimo Autor de la Torá, más allá de la información específica.

La conexión máxima

¿Cuál es la conexión máxima que puede haber entre dos entes?

En su libro fundacional de la filosofía de Jabad, el Tania3 , el autor, Rabí Schneur Zalman, explica que el acto de pensar profundamente en algo produce una unión con características únicas que no tiene nada parecido en el plano físico. Cuando uno se concentra en una idea a la vez que su mente está absorbiendo la idea, su mente es también absorbida por ella. (Es por eso que vemos que es imposible pensar en dos ideas simultáneamente.) Cuando la idea en cuestión es un pensamiento o idea Divina, al ocupar la mente con ese pensamiento uno está conectando su pensamiento con el pensamiento de D-os mismo. Es un nivel de unión muy íntimo y completo. Cuanto más extenso e intenso es el pensamiento, tanto más extensa e intensa es la conexión lograda.

Cabe preguntarse, ¿cómo es posible que la mente humana limitada abarque un pensamiento infinito de D-os? Rabí Schneur Zalman explica que la infinitud de D-os se expresa justamente por el hecho de que no está limitado por su infinitud y puede “comprimirse” en ideas y palabras limitadas y concisas, absorbibles por la mente humana.

“Nunca hubo y nunca habrá la coyuntura que permita la aplicación práctica del precepto del Hijo Rebelde,” dice Rabí Iehuda. “¿Por qué entonces está en la Torá? Para estudiarlo y recibir recompensa por ello.” Cuando uno estudia una ley que tiene una aplicación práctica es fácil olvidarse del hecho que el estudio de dicha ley es esencialmente un acto que le una al estudiante con su Autor Divino. Tiene la sensación de ser un acto académico, intelectual e impersonal. Es justamente cuando estudia una parte de la Torá que no tiene ninguna aplicación práctica que es más fácil acceder a ese propósito del estudio que es para conectarse con el Autor de las ideas y deseos en cuestión ya que otra justificación, más práctica, no hay. Esa vendría a ser la “recompensa” especial, el resultado especial, que nos ofrece el estudio de una ley de la Torá que no tiene aplicación práctica. De hecho, dicha experiencia no tiene por qué limitarse a los preceptos “inaplicables”; puede hacerse extensiva a toda la actividad del estudio de la Torá.

Ahora queda más claro para quién sirve el estudio de la Torá: cada uno de nosotros que busca nutrir, activar e intensificar su conexión personal con el Autor de la Torá, más allá de si aspira o no ser Rabino o juez.

Afirmación enigmática

Con todo lo antedicho se podrá entender una afirmación enigmática que aparece en las enseñanzas del fundador de Jabad, Rabí Schneur Zalman. Dice que el que da una moneda a un pobre, su mente y corazón se vuelven mil veces más refinados. Su nieto, el tercer Rebe de la dinastía de Jabad, conocido como el Tzémaj Tzédek, afirma que no es una exageración, sino que, efectivamente, lo que le llevaría a uno mil horas para entender en su estudio de Torá, al dar una moneda a un pobre logrará entenderlo en una sola hora.

La pregunta es: vemos que, en la práctica, no es así. Si a uno le cuesta entender un pasaje complicado del Talmud, por ejemplo, no le ayudará a entender si da dinero a un pobre. ¿Qué es lo que quiere decir, entonces?

Escuché la siguiente explicación de mi tío abuelo, el reconocido Jasid, Reb Mendel Futerfas, A”H: Si bien en cuanto a la parte académica de la Torá no ayuda a acelerar el proceso de comprensión por medio de un acto de caridad, en cuanto a la dimensión espiritual sí ayuda. El sacrificar algo de uno mismo lo vuelve más permeable a la dimensión Divina e infinita - la esencia misma - de la Torá.

Para resumir: el objetivo del estudio de la Torá no es sólo informativo; es formativo.

Nunca es demasiado temprano para iniciarse en el estudio de la Torá ni nunca es demasiado tarde. ¿A qué estás esperando? Si no ahora, ¿cuándo?