Hay una vieja broma que ilustra la diferencia entre un creyente y un ateo:
El creyente se despierta, mira hacia el cielo y con una devoción sincera y verdadera gratitud exclama "¡Buen día Di-s!"
El ateo, por el contrario, da una última vuelta, bosteza y se estira, se acerca a la ventana, mira hacia fuera y declara "¡Di-s mío, que mañana!"
Los creyentes saben que cada momento que están despiertos es un regalo de Di-s. Atesoran los momentos que Él ha planeado para ellos y expresan con orgullo su gratitud. Aquellos con menos fe toman sus momentos como vienen y juzgan la calidad de un día por la cantidad de placer que pueden extraer de él.
La primera plegaria que se le enseña a un niño judío para que recite cada mañana el Mode Ani:
"Te agradezco, rey viviente y eterno, pues has restaurado mi alma dentro de mi; grande es Tu fidelidad".
Reconocemos a nuestro Creador y le agradecemos por el don de un nuevo día. Al comenzar el día llenos de gratitud y humildad, prometemos vivir de acuerdo a la visión del mundo de Di-s.
Pero les pregunto, una vez que han salido de la cama y borrado el sueño de sus ojos, ¿cuánto del Mode Ani toman con ustedes? Ustedes usan ocho segundos para admitir que le deben su vida a Di-s, ¿afecta eso el resto del día?
Juro Solemnemente
La Torá nos aconseja "cumplir lo que nuestros labios pronuncian". Ostensiblemente una orden de pagar nuestras promesas de caridad y vivir de acuerdo a nuestros votos, el versículo también puede ser explicado homiléticamente como una directiva para escuchar y aprender de las palabras dichas mientras oramos. Es muy fácil realizar los gestos, permitiendo que las palabras familiares se deslicen desde la lengua hacia el olvido; sin embargo Di-s quiere que la plegaria sea más que un servicio de los labios.
Las palabras que decimos deben significar algo. La plegaria no es sólo un tiempo muerto pasado estúpidamente repitiendo un monótono mantra, sino una oportunidad única para comunicarnos con la Divinidad. Cuando entrenamos a nuestros hijos para decir primero el Mode Ani antes de levantarse, es con la esperanza de que los sentimientos y emociones encapsulados en la plegaria permearán los días de sus vidas.
Di-s demanda que cumplamos nuestras promesas y que vivamos de acuerdo a nuestras promesas. Cada mañana reconocemos a nuestro Creador como rey y le agradecemos por habernos obsequiado nuevamente con nuestra alma. Enfrentamos el resto del día con el entusiasmo y conocimiento de que estamos siguiendo la ruta sugerida en la guía de Di-s. Cumpliremos los juramentos que le hemos hecho y viviremos por nuestras promesas desde ahora y para siempre.
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