Nuestros sabios nos enseñan que “todo aquél que se enoja, es como si estuviera sirviendo ídolos”. La frustración es el resultado de idealizar nuestras expectativas, obsesionarnos con la forma que esperamos se den las cosas, al grado de condenar a Di-s cuando Su visión perfecta no concuerda con nuestra imagen limitada.
El mes de Tamuz contiene la paradoja que caracteriza al hombre, una que define el conflicto eterno entre lo ideal y lo real.
Sin embargo, existe una diferencia radical entre el enfoque judío y el del resto del mundo, cuando se trata de este desafío. Mientras el mundo percibe ideal lo que concuerdacon su voluntad; el judío idealiza lo que encaja con la voluntad de Di-s.
Es conocido que los nombres de los meses hebreos provienen del exilio en Babilonia. Lo curioso es que el nombre Tamuz representa un ídolo. El Rambam comenta que en la antigua Mesopotamia existió un falso profeta llamado Tamuz. Cuando el rey de la época lo torturó a muerte, sus seguidores fabricaron una leyenda, que en el día de su fallecimiento todos los dioses se habían reunido para coronarlo. De ahí apareció el ídolo Tamuz. Rashi explica que ese ídolo era de acero y cuando lo calentaban, los ojos de la estatua goteaban produciendo el efecto de lágrimas.
¿Cómo es posible que adoptáramos el nombre de un ídolo como parte de nuestro calendario? La respuesta radica en comprender que el objetivo de nuestra existencia en este mundo es sublimar los elementos negativos y acceder a la definición Divina que poseen.
El ídolo Tamuz personifica la raíz de todos los ídolos. De hecho, el Rey David llama a los ídolos“Atzaveihem Kesef veZahav”, comúnmente traducido como sus ídolos son de oro y plata. Sin embargo, la palabra Atzaveihem está relacionada con la expresión Atzuv, que significa triste.
Para comprender esto, debemos analizar: ¿qué es un ídolo? Cuando aprecias algo en tus términos, lo conviertes en ídolo. Si el valor de una persona es que tú la valoras, entonces se trata de un ídolo. En otras palabras: si encasillamos a algo o alguien dentro de nuestra expectativa egoísta o inmadura, estamos transformándolo en un ídolo.
Si es así, entonces todos los ídolos conducen a la tristeza. Pues la vida nunca es exactamente como esperamos que sea, y esa es la raíz de nuestra frustración y tristeza.
La persona que se compadece de sí misma, que se percibe como una víctima de las circunstancias; está afirmando que cuando las cosas no son como ella las idealiza, están mal; y que ella es víctima de una fuerza mayor que interfiere con su expectativa.
El judaísmo representa la actitud opuesta: si algo no es como yo quiero, entonces se trata de una oportunidad de ampliar mi campo visual, de abrazar una realidad superior.
En el mes de Tamuz se penetraron las murallas del Gran Templo. Ese mes contiene la raíz del exilio y de toda la oscuridad que desencadenó. Sin embargo, la intención de nuestros sabios es que logremos elevar Tamuz.
En lugar de percibir la destrucción como una fuente de tristeza, y de vernos como las víctimas; nosotros comprendemos que se trata de un proceso, en el que los errores se convierten en plataformas de superación. El desacierto del pasado contiene un aprendizaje para alcanzar un futuro más prometedor, uno que nunca lograríamos sin ese desafortunado tropiezo.
La fuerza de nuestra identidad judía radica en que nunca estamos tristes, porque reconocemos que nuestro anhelo humano, carece de valor frente al ideal Divino.
En lugar de vernos como víctimas y caer en depresión, tenemos que sentir la responsabilidad de crecer. Aprovechar cuando la realidad nos supera, como un incentivo para abrir las puertas de nuestra mente y corazón. Empezar a reflexionar, a meditar extensamente y buscar esa verdad maravillosa que se esconde detrás del velo oscuro que percibimos.
El mes de Tamuz nos recuerda que la destrucción del Gran Templo y la oscuridad de este portentoso exilio, no son enemigos que interfieren con nuestro ideal, sino energías Divinas que superan la capacidad nuestra de contenerlas, rompen nuestras murallas personales. Pero no debemos frustrarnos ni entrar en depresión, sino aprovechar para cavar más profundo en nuestra consciencia y ampliar nuestra visión. Si la vida rompe nuestras murallas, si la realidad no penetra el recipiente personal que poseemos; entonces en vez de estar tristes y ser víctimas, lo vemos como una oportunidad de tomar la iniciativa, de trascender nuestros límites y crear una muralla nueva, más amplia, un hogar para la verdad infinita de nuestro Creador.
La manera de lograrlo es a través de transformar nuestra crítica impulsiva, en un silencio de reflexión. Si el comportamiento de Di-s no concuerda con nosotros, en vez de juzgarlo nos juzgamos a nosotros mismos, descubriendo qué debemos hacer para convertirnos en mejores recipientes, para dar cabida al bien Divino que Él está ofreciéndonos, dejando entrar la verdad y trabajando para que sea también nuestra verdad.
Esta es la característica principal del judío. La palabra yehudí viene del nombre Yehudá, que significa reconocer. Es decir: reconocemos que la verdad de Di-s es buena, y trabajamos con nosotros mismos para crecer y madurar y así, poder abrirle un espacio en nuestra vida.
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