Se cuenta una anécdota ocurrida durante el encuentro entre dos famosos rabinos de antaño —el Rabino Eliahu, el "Gaon" (erudito) de Vilna, y el Rabino Iaakov Krantz, conocido como el "Maguid" (predicador) de Dubno. El Maguid de Dubno visitó Vilna y fue al gran Gaon. El Gaon le pidió al Maguid que predicara para él, como era su especialidad. "Déme musar (palabras de reprimenda). Regáñeme" dijo el Gaon. "Di-s no permita, que tenga la jutzpah (insolencia) de regañar al gran Gaon de Vilna", contestó el Maguid, absolutamente horrorizado por la sugerencia. "No me importa, este es su fuerte y deseo oír musar de usted", insistió el Gaon.

El Dubner Maguid pensó un rato y después accedió renuentemente a los deseos de su ilustre anfitrión. Dijo el Maguid, "¿Que gran logro es ser un Gaon, estando sentado en Vilna en su aislado kloiz (pequeño salón de estudio)? Salga al mundo, mézclese con la gente, y entonces veamos qué clase de Gaon es".

De hecho, es mucho más fácil ser estudioso y piadoso en un ghetto que está fuera de este mundo, el cual a menudo es indiferente e incluso hostil, a la Torá y a sus valores.

Ésta, de hecho, fue más o menos la prueba de Abraham en la Perashá de esta semana. "Vete de tu tierra, de tu lugar de nacimiento, de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré" Y allí —lejos de su entorno natural y comodidad —Abraham llevó a cabo su misión Divina. Él difundió la existencia de un Di-s único en un mundo totalmente pagano y, en el proceso, su propio nombre y reputación quedaron marcados eternamente. Fue solamente después de salir de su hogar, que Abraham se convirtió en el padre fundador del pueblo judío.

Cien años atrás, una generación entera de judíos observantes de la Torá emigró de Europa. Vinieron a América, la tierra de las oportunidades de oro, para escapar pogromos y persecuciones. Con sangre, sudor y lágrimas se levantaron de las cenizas a las riquezas y personificaron el sueño americano —una historia de éxito que sorprende e inspira. Pero el hecho es que en su mayor parte, a medida que sus negocios prosperaban, sus vidas religiosas decaían. Indiscutiblemente, el judaísmo recibió un golpe descomunal. La mayoría no podía sostener sus valores del viejo mundo en el nuevo mundo de América. La transición del shtetl (aldea judía europea) a los rascacielos resulto demasiado contrastante, y los hijos y nietos de estos inmigrantes crecieron ignorantes de sus propias tradiciones sagradas.

En una escala menor, vemos este fenómeno hoy en día, cuando las familias emigran o se mudan de una ciudad a otra. Al alejarse de sus apoyos espirituales a los cuales estaban acostumbrados, forcejean y batallan con su espiritualidad. La mayor parte de sus esfuerzos está dirigida al restablecimiento y reorganización de sus vidas. Reordenar las infraestructuras religiosas, a menudo, llega último.

Y en un nivel más sutil, una prueba similar se nos presenta cuando tomamos nuestras vacaciones anuales. Lejos del hogar y de nuestras normas habituales de comportamiento, somos desafiados a mantener el código de la conducta al que estamos acostumbrados durante todo el año.

Es como la historia del shadjan (casamentero) quién sugirió una jovencita a un muchacho y la alabo exageradamente. Después de su primera cita, el muchacho llamo ofuscado al shadjan para decirle lo que opinaba de el. "¡¿Cómo se atreve a presentarme tal muchacha?! ¿Usted no sabía que cojea?" Absolutamente impávido, el shadjan replico, "Pero, ¿cuál es el problema? Eso ocurre solamente cuando ella camina."

Es cuando salimos de nuestros capullos espirituales, de nuestros cómodos hogares y comunidades, hacia la sociedad en general que podemos notar que cojeamos un poco, perdiendo nuestro equilibrio judío. Es entonces que nuestra fe, nuestros valores y creencias se ven realmente desafiadas.

Que Di-s ayude a que los hijos de Abraham a que emulen a su antepasado, que dejó su tierra y caminó fuerte en su fe, creciendo hasta alcanzar gran éxito espiritual y material.